Migajas de ricos y pan de pobres
Publicado 2005/01/21 00:00:00
- Silvio Guerra Morales
SE PONEN la camisa de políticos cuando se trata de hacer proselitismo político y se ponen el saco de empresarios cuando se trata de defender sus intereses económicos.
LAS ACCIONES y comportamientos en que, a diario, incurren los personajes de nuestra política criolla nos resultan impresionantes por demás que sorpresivos. Algunas de esas acciones escapan a nuestra imaginación y superan realidades que creíamos habían sido desplazadas tras el advenimiento de paradigmas que procuran hacer una lectura eficaz y eficiente de los derechos humanos. Pero hoy, la perversidad que anida en el corazón y la mente de no pocos congéneres hace que éstos vivan, casi cotidianamente, poniéndose un vestido y quitándose otro; la moda propia de la conducta de este tipo de personas hace, además, que se transfiguren y muten a diario sin importar el concepto o la opinión que el pueblo pueda tener de ellos. Son los auténticos camaleones de nuestra selva política.
Sirva la anterior reflexión para tratar, por segunda vez, el tema referido a las reformas fiscales. Primeramente, deseamos expresar que se trata de un asunto cuyo nivel de discusión se centra en el aspecto técnico. Con ello queremos indicar que el mismo demanda o requiere un conocimiento cabal del contenido de las reformas cuyo proyecto ha sido dado a conocer a la faz nacional a través de sendas publicaciones en diversos medios escritos.
No se trata de opinar por opinar o de hablar por el mero prurito o afán de hacerlo. Cuando escucho a diversos interlocutores abordar el tema de las reformas fiscales, en no pocos de ellos, salta a la vista, el desconocimiento y la apropiación de argumentos que han sido prefijados por otros detractores de dicha propuesta. Por otra parte, el análisis de dichas propuestas debe estar ausente de la subjetividad o del fragor político. Esos elementos, propios de la argumentación ad hominem, sucumben ante la racionalidad de la defensa innata que tienen las aludidas reformas. Es por ello que el pueblo panameño -la pobre gente pobre a la cual siempre he venido refiriéndome en estos escritos- no ha podido digerir el discurso de la clase empresarial que ha invocado, como supuesto argumento válido para defenestrar la propuesta de gobierno, que el país entero se irá a la bancarrota o a la quiebra. Ni una cosa ni la otra.
Ya cierto analista económico ha sostenido que con el proyecto de reformas se persigue distinguir entre los malos y los buenos empresarios -ojalá todos quieran ser buenos-, y nosotros añadimos por nuestra parte, entre los empresarios amantes del pueblo y los que aborrecen a nuestra gente humilde. ¿Por qué ciertas facciones de la clase empresarial no están dispuestas a cooperar con el Estado en la recaudación fiscal? La respuesta es obvia y evidente: porque los mismos que han venido oponiéndose al programa de reformas fiscales tienen un vestido que aunque pareciera tener un solo tono o color, todos sabemos que en realidad son dos. Se ponen el vestido o la camisa de políticos que dicen amar al pueblo cuando se trata de hacer proselitismo político y se ponen el saco de empresarios cuando se trata de defender, a diestra y a siniestra, sus propios intereses económicos que al parecer, eso es lo que han dado entender al pueblo, son intocables en nuestro medio social y político.
La sorna del discurso se nos presenta, luego, como ofensiva a la dignidad de los panameños que luchamos, ingentemente, por brindarle a esta nación y a su gente una nueva faceta de vida y de país. Cómo es posible, insistimos, que con cierta sorna ahora digan que ellos tributan y cooperan con el Estado y con el pueblo haciendo donaciones de cuantiosos miles de dólares; que ellos son miembros de fundaciones de interés crematístico; que acuden anualmente a la Teletón a donar; que hacen aportes sociales mensuales, etc. etc. Migajas de exenciones y exoneraciones que reciben del Estado y cuando no sobras que quedan del remanente de la corrupción son las que dan a nuestra gente humilde y los miserables aportes que hacen al Estado.
No hay que ser especialista en economía de mercado para entender que en nuestra débil Centroamérica los millonarios que reinan en imperios económicos no lo son sino a costillas de los dineros que el pueblo, en tandas como diría el poeta nacional, a diario asiste a depositar a sus empresas o centros comerciales a efectos de adquirir bienes de consumo entre los que sobresale, básicamente, los alimentos que nos venden a precios exagerados y para quienes no existe una fiscalización o ente regulador.
Estudios de mercado han puesto en evidencia que la canasta básica de los hogares panameños se ha encarecido en más de un 50% en los últimos años y no hay empresario que advierta esta cruda situación y muchos continúan pagando salarios de miseria a nuestros hombres y mujeres.
Llama la atención que han sido empresarios honestos, serios, transparentes, los que han salido a defender las reformas fiscales y han enarbolado la bandera de la decencia porque han entendido que es responsabilidad de todos que reconstruyamos al país de la abyecta y deplorable situación económica en que nos encontramos merced a los monos gordos del criollismo politiquero que han dejado las arcas nacionales en la más perversa y nefasta pobreza. "Ahí están, ésos son, los que venden a la nación" es el canto que entonarían las voces juveniles y rebeldes de nuestra insigne Facultad de Derecho frente a quienes diezman a nuestra Patria india.
No son pocas las familias panameñas que se han hecho millonarias succionando a través de licitaciones y contrataciones los dineros del Estado y ahora niegan la ayuda que el mismo requiere para revitalizarse en pro de una nueva justicia social.
(stekrakri@hotmail.com)
LAS ACCIONES y comportamientos en que, a diario, incurren los personajes de nuestra política criolla nos resultan impresionantes por demás que sorpresivos. Algunas de esas acciones escapan a nuestra imaginación y superan realidades que creíamos habían sido desplazadas tras el advenimiento de paradigmas que procuran hacer una lectura eficaz y eficiente de los derechos humanos. Pero hoy, la perversidad que anida en el corazón y la mente de no pocos congéneres hace que éstos vivan, casi cotidianamente, poniéndose un vestido y quitándose otro; la moda propia de la conducta de este tipo de personas hace, además, que se transfiguren y muten a diario sin importar el concepto o la opinión que el pueblo pueda tener de ellos. Son los auténticos camaleones de nuestra selva política.
Sirva la anterior reflexión para tratar, por segunda vez, el tema referido a las reformas fiscales. Primeramente, deseamos expresar que se trata de un asunto cuyo nivel de discusión se centra en el aspecto técnico. Con ello queremos indicar que el mismo demanda o requiere un conocimiento cabal del contenido de las reformas cuyo proyecto ha sido dado a conocer a la faz nacional a través de sendas publicaciones en diversos medios escritos.
No se trata de opinar por opinar o de hablar por el mero prurito o afán de hacerlo. Cuando escucho a diversos interlocutores abordar el tema de las reformas fiscales, en no pocos de ellos, salta a la vista, el desconocimiento y la apropiación de argumentos que han sido prefijados por otros detractores de dicha propuesta. Por otra parte, el análisis de dichas propuestas debe estar ausente de la subjetividad o del fragor político. Esos elementos, propios de la argumentación ad hominem, sucumben ante la racionalidad de la defensa innata que tienen las aludidas reformas. Es por ello que el pueblo panameño -la pobre gente pobre a la cual siempre he venido refiriéndome en estos escritos- no ha podido digerir el discurso de la clase empresarial que ha invocado, como supuesto argumento válido para defenestrar la propuesta de gobierno, que el país entero se irá a la bancarrota o a la quiebra. Ni una cosa ni la otra.
Ya cierto analista económico ha sostenido que con el proyecto de reformas se persigue distinguir entre los malos y los buenos empresarios -ojalá todos quieran ser buenos-, y nosotros añadimos por nuestra parte, entre los empresarios amantes del pueblo y los que aborrecen a nuestra gente humilde. ¿Por qué ciertas facciones de la clase empresarial no están dispuestas a cooperar con el Estado en la recaudación fiscal? La respuesta es obvia y evidente: porque los mismos que han venido oponiéndose al programa de reformas fiscales tienen un vestido que aunque pareciera tener un solo tono o color, todos sabemos que en realidad son dos. Se ponen el vestido o la camisa de políticos que dicen amar al pueblo cuando se trata de hacer proselitismo político y se ponen el saco de empresarios cuando se trata de defender, a diestra y a siniestra, sus propios intereses económicos que al parecer, eso es lo que han dado entender al pueblo, son intocables en nuestro medio social y político.
La sorna del discurso se nos presenta, luego, como ofensiva a la dignidad de los panameños que luchamos, ingentemente, por brindarle a esta nación y a su gente una nueva faceta de vida y de país. Cómo es posible, insistimos, que con cierta sorna ahora digan que ellos tributan y cooperan con el Estado y con el pueblo haciendo donaciones de cuantiosos miles de dólares; que ellos son miembros de fundaciones de interés crematístico; que acuden anualmente a la Teletón a donar; que hacen aportes sociales mensuales, etc. etc. Migajas de exenciones y exoneraciones que reciben del Estado y cuando no sobras que quedan del remanente de la corrupción son las que dan a nuestra gente humilde y los miserables aportes que hacen al Estado.
No hay que ser especialista en economía de mercado para entender que en nuestra débil Centroamérica los millonarios que reinan en imperios económicos no lo son sino a costillas de los dineros que el pueblo, en tandas como diría el poeta nacional, a diario asiste a depositar a sus empresas o centros comerciales a efectos de adquirir bienes de consumo entre los que sobresale, básicamente, los alimentos que nos venden a precios exagerados y para quienes no existe una fiscalización o ente regulador.
Estudios de mercado han puesto en evidencia que la canasta básica de los hogares panameños se ha encarecido en más de un 50% en los últimos años y no hay empresario que advierta esta cruda situación y muchos continúan pagando salarios de miseria a nuestros hombres y mujeres.
Llama la atención que han sido empresarios honestos, serios, transparentes, los que han salido a defender las reformas fiscales y han enarbolado la bandera de la decencia porque han entendido que es responsabilidad de todos que reconstruyamos al país de la abyecta y deplorable situación económica en que nos encontramos merced a los monos gordos del criollismo politiquero que han dejado las arcas nacionales en la más perversa y nefasta pobreza. "Ahí están, ésos son, los que venden a la nación" es el canto que entonarían las voces juveniles y rebeldes de nuestra insigne Facultad de Derecho frente a quienes diezman a nuestra Patria india.
No son pocas las familias panameñas que se han hecho millonarias succionando a través de licitaciones y contrataciones los dineros del Estado y ahora niegan la ayuda que el mismo requiere para revitalizarse en pro de una nueva justicia social.
(stekrakri@hotmail.com)
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