Paternalismo del país político
Publicado 2002/07/16 23:00:00
- MEREDITH SERRACIN
La administración pública en Panamá sigue siendo la misma del viejo país canalero y político que tenía menos de un millón de habitantes. Los políticos de ayer, como los de hoy (sobre todo en función de gobierno), se creen los padres de los panameños. Esa actitud no refleja solamente la actitud personal de los políticos gobiernistas, sino también la verdad del Estado panameño. Como es bien sabido, los políticos gobiernistas (Presidente (a), ministros, legisladores, altos funcionarios, etc.), resuelven los más increíbles problemas, incluso los de la gente que tienen dificultades conyugales en su hogar. El político influyente reparte consejos, dádivas, cargos públicos... y esa es la concepción paternalista que tenemos del Estado en Panamá.
De allí viene la raíz esencialmente paternalista que caracteriza a nuestra Administración Pública, propia de un país en vías de desarrollo, pero que ya empieza a tener las complejidades de un país moderno, por inferior que sea su índice de desarrollo en comparación con el de otros países. Gobernar hoy es sumamente difícil y complejo, Panamá funciona aún como Estado según patrones conceptuales de viejo país patriarcal, paternalista. Allí radica la mayor dificultad con que tropieza el Gobierno (ahora con el fomento del nepotismo), y la misma que hace tan lenta y deficiente a la Administración Pública, por lo regular tropieza con un funcionario que se considera un privilegiado por el solo hecho de serlo: un funcionario que no oculta su desprecio por el ciudadano modesto que acude a él en solicitud de algún servicio.
Pues bien, ese ciudadano modesto, ese ciudadano cualquiera, es un contribuyente que ayuda a pagar el sueldo de ese funcionario que lo desprecia. No se conoce, por ejemplo, que la Presidenta de la República haya autorizado girar instrucciones a la Administración Pública, en el sentido que se proceda a sancionar del modo más severo a los funcionarios públicos que maltraten a los ciudadanos con su grosería tradicional heredada del "nepotismo" del país paternalista. ¡Estos procedimientos tienen que acabarse...! En un país democrático el ciudadano es el centro de la vida política. El ciudadano merece la mayor consideración por parte del gobierno, y no al revés.
El próximo Presidente de la República (2004-2009) debe construir o ayudar a construir en Panamá un esquema de desarrollo distinto al tradicional, porque los modelos que se adoptaron en el pasado, y que aún persisten, tienen que sufrir rectificaciones con el tiempo. Se han intentado grandes pasos en el pasado, pero se necesita rectificarlos, modificarlos, o sustituirlos por los que correspondan más eficientemente con las realidades actuales del país. ¡El futuro Presidente debe saber que en Panamá hay un depósito desconocido de ideas!
Muchos panameños (as) capaces, que no figuran en los periódicos ni en otros medios de comunicación, sino que permanecen en sus casas o se dedican a actividades privadas, tienen ideas muy claras sobre muchas cosas. En los últimos 20 años se ha producido un gran cambio en Panamá. Al mismo tiempo, muchos, especialmente las nuevas generaciones, han tenido oportunidad de ver y conocer otras realidades y de confrontar al país con otros. Tienen muchas ideas y experiencias que podrían transmitirse al gobierno. Siempre hemos dicho que el Gobierno no es sólo el gobierno. Es parte nada más de la dirección de un país.
Desde sus hogares, mucha gente podría influir en esa dirección del país, expresando sus ideas o haciendo algún aporte favorable al desarrollo intelectual o científico, basado en su propia experiencia o en sus observaciones. Se trata de una ocasión para trabajar en beneficio del país, con carácter ad honorem, porque los que tienen ideas y están dispuestos a suministrarlas al gobierno, ponen como condición que su iniciativa se interprete como un esfuerzo ad honorem. ¡Por eso, tiene que estimular la producción de ideas!. El Gobierno (uno bueno, por supuesto), debe buscar al ciudadano capaz donde quiera que esté y cualquiera que sea su color político, porque un país no se construye con la indigencia intelectual, sino con la riqueza de los cerebros y de la capacidad organizada.
El Presidente de Panamá del 2004-2009, debe tener una idea muy clara de estas metas y necesidades, y debe saber muy bien que el título más importante para cumplir funciones públicas es la capacidad. No hay ningún otro pasaporte válido en esta época para dirigir empresas, organizaciones o gobiernos que no sea el salvoconducto que ofrecen la inteligencia, el trabajo, la eficiencia, el espíritu de justicia, el cumplimiento, el celo y la dedicación al esfuerzo por el bien común.
De allí viene la raíz esencialmente paternalista que caracteriza a nuestra Administración Pública, propia de un país en vías de desarrollo, pero que ya empieza a tener las complejidades de un país moderno, por inferior que sea su índice de desarrollo en comparación con el de otros países. Gobernar hoy es sumamente difícil y complejo, Panamá funciona aún como Estado según patrones conceptuales de viejo país patriarcal, paternalista. Allí radica la mayor dificultad con que tropieza el Gobierno (ahora con el fomento del nepotismo), y la misma que hace tan lenta y deficiente a la Administración Pública, por lo regular tropieza con un funcionario que se considera un privilegiado por el solo hecho de serlo: un funcionario que no oculta su desprecio por el ciudadano modesto que acude a él en solicitud de algún servicio.
Pues bien, ese ciudadano modesto, ese ciudadano cualquiera, es un contribuyente que ayuda a pagar el sueldo de ese funcionario que lo desprecia. No se conoce, por ejemplo, que la Presidenta de la República haya autorizado girar instrucciones a la Administración Pública, en el sentido que se proceda a sancionar del modo más severo a los funcionarios públicos que maltraten a los ciudadanos con su grosería tradicional heredada del "nepotismo" del país paternalista. ¡Estos procedimientos tienen que acabarse...! En un país democrático el ciudadano es el centro de la vida política. El ciudadano merece la mayor consideración por parte del gobierno, y no al revés.
El próximo Presidente de la República (2004-2009) debe construir o ayudar a construir en Panamá un esquema de desarrollo distinto al tradicional, porque los modelos que se adoptaron en el pasado, y que aún persisten, tienen que sufrir rectificaciones con el tiempo. Se han intentado grandes pasos en el pasado, pero se necesita rectificarlos, modificarlos, o sustituirlos por los que correspondan más eficientemente con las realidades actuales del país. ¡El futuro Presidente debe saber que en Panamá hay un depósito desconocido de ideas!
Muchos panameños (as) capaces, que no figuran en los periódicos ni en otros medios de comunicación, sino que permanecen en sus casas o se dedican a actividades privadas, tienen ideas muy claras sobre muchas cosas. En los últimos 20 años se ha producido un gran cambio en Panamá. Al mismo tiempo, muchos, especialmente las nuevas generaciones, han tenido oportunidad de ver y conocer otras realidades y de confrontar al país con otros. Tienen muchas ideas y experiencias que podrían transmitirse al gobierno. Siempre hemos dicho que el Gobierno no es sólo el gobierno. Es parte nada más de la dirección de un país.
Desde sus hogares, mucha gente podría influir en esa dirección del país, expresando sus ideas o haciendo algún aporte favorable al desarrollo intelectual o científico, basado en su propia experiencia o en sus observaciones. Se trata de una ocasión para trabajar en beneficio del país, con carácter ad honorem, porque los que tienen ideas y están dispuestos a suministrarlas al gobierno, ponen como condición que su iniciativa se interprete como un esfuerzo ad honorem. ¡Por eso, tiene que estimular la producción de ideas!. El Gobierno (uno bueno, por supuesto), debe buscar al ciudadano capaz donde quiera que esté y cualquiera que sea su color político, porque un país no se construye con la indigencia intelectual, sino con la riqueza de los cerebros y de la capacidad organizada.
El Presidente de Panamá del 2004-2009, debe tener una idea muy clara de estas metas y necesidades, y debe saber muy bien que el título más importante para cumplir funciones públicas es la capacidad. No hay ningún otro pasaporte válido en esta época para dirigir empresas, organizaciones o gobiernos que no sea el salvoconducto que ofrecen la inteligencia, el trabajo, la eficiencia, el espíritu de justicia, el cumplimiento, el celo y la dedicación al esfuerzo por el bien común.
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