Panamá
A pesar de todo
El mundo es terrible, aterrador, nocivo y cruel. Es un infierno tratar de sobrevivir en esta absurda y volátil esfera.
- Alonso Correa
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- - Actualizado: 12/4/2023 - 12:00 am

El mundo es terrible, aterrador, nocivo y cruel. Es un infierno tratar de sobrevivir en esta absurda y volátil esfera. El orden no es más que un espejismo, la paz es un sueño y la armonía se perdió sobre el horizonte.
La discordia y la anarquía son normas de lo que para todos nos parece normal. La gacela muere bajo el yugo del león, los corderos perecen en los arrebatos caninos, la paloma fallece so zarpazo aguileño. El desbarajuste no produce desconcierto, el caótico pesar de la desorganización es tan común como un amanecer. El mundo es un enredo de enredos, es un lío liado en lianas. La entropía es ley y el orden ya es leyenda. Lo anómalo es la congruencia, lo normal es la obediencia. El maremágnum del desorden empequeñece las virtudes de la certeza.
Y en ese maremoto de duda y traición universal el perro muerde al amo y el canario escapa por la ventana. La violencia parece ser poesía y el odio arte, el mundo está al revés. El sufrimiento cubre, como un sudario, al universo. Toda criatura sufre la desdicha de estar viva o fenece en el proceso. Se relame el buitre, saliva el cóndor con los restos de los que fracasaron en el proyecto. El gato que muere atropellado o el perro que vive lisiado son imágenes de la desproporción, de la injusticia. La vida no es una tómbola, no es una lotería ni un sorteo, la suerte no tiene nada que ver en este esperpéntico espectáculo. Porque las circunstancias que se agolpan en nuestro costado, los eventos que nacen a nuestro alrededor, no son más que semillas en el viento.
Son esas casualidades que entrecruzan nuestros caminos con frecuencia, coincidencias que nos dejan observar la esfera ajena, el cristal de la vida extranjera. Pero aún dentro de lo caótico, de lo obsceno, de lo grotesco, se puede crear algo bello, algo con consistencia.
Algo que solo requiera reflexión para su creación, como las rimas de este sermón. Porque solo en el interior se puede gestar la acción que genere cambio en el exterior. El único futuro que puedes predecir es el tuyo, el único destino que puedes cambiar es tuyo. Las situaciones que arremeten contra las puertas de tu alma no son más que la entropía tratando de salirse con la suya, es el caos tocando al timbre, es la normalidad de lo anormal que te rodea intentando persuadir tu mente.
La serenidad, cavilación y observación son las únicas armas para combatir al titán de la incertidumbre, de ganarle al campeón de la indecisión. Porque, a pesar de todo, seguimos aquí combatiendo la confusión, ¿no? Las decisiones de tu determinación son de tu propiedad. Nadie puede hacerse cargo de las consecuencias de tu propia aventura. La belleza de la vida se esconde al entender esta proposición. Porque toda actuación que tu corporeidad ejecute es un ardid de tu propio ser, tu consciencia dejando libre la imaginación, una manifestación de su existencia. Ahí nace la alegría, la satisfacción, de la acción y la reacción de un péndulo sin control. El suave vaivén de un deshojado roble, el delicado vals de una brizna de césped, el incontrolable
peso de un océano desbocado no son más que atrezo, utilería de la odisea de la vida. La relajación se desborda cuando el entendimiento somete al cuerpo y a la mente. Porque el ego achica el concepto, pero eso tiene remedio y es solo abrir los ojos y vivir el momento. Ahí está la solución de tan complicada preocupación, saber que, pase lo que pase, siempre tendrás el poder de la reflexión, meditación y la opción de decisión.
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