Presión social
- Aurelio Martínez
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- Periodista
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Definitivamente que el poder emana del pueblo y eso lo vivimos todos los panameños tras las elecciones pasadas, donde muchos diputados, alcaldes y representantes no lograron reelegirse a pesar de que tenían una amplia trayectoria política y recursos económicos para hacer campaña.
La población se cansa de tanta corrupción y abuso hasta llegar a un punto sin retorno y el mejor camino para hacerse sentir es a través de las urnas, emitiendo su voto que muchos le llaman castigo.
Panamá tuvo una renovación casi del 80 % de los diputados de la Asamblea, de los representantes de corregimiento y de los alcaldes. Eso es positivo y forma parte de un sistema democrático, algo que no se puede disfrutar en países como Venezuela.
El pasado domingo millones de venezolanos fueron a las urnas a depositar un voto de esperanza y la oposición lució apabullante ante el Gobierno de Nicolás Maduro. Aunque el izquierdista no reconoce al triunfo, sabe que recibió una derrota humillante.
El pueblo venezolano está dispuesto a defender el triunfo opositor en las calles, mientras que la gente de Maduro ha dejado en evidencia que su fin está cada día más cerca y que lo único que los ata al poder es su alianza con los militares, de lo contrarío estarían ya tras las rejas y asilados en algún país donde tienen aliados.
La pobreza, el hambre y la desesperación son tres elementos que empujan a miles de venezolanos a migrar hacia diferentes partes del mundo y en especial a Estados Unidos en búsqueda de una nueva vida.
Los venezolanos tienen que soportar mucho dolor, dejan a sus familias, arriesgan sus vidas para hacer una larga travesía por la selva de Colombia y después en el Tapón de Darién, uno de los lugares más inhóspitos del mundo. En búsqueda de ese sueño americano, muchos han pedido la vida y otros tantos son víctimas de los delincuentes que lo asaltan y violan a las mujeres y niñas.
La salida de miles de venezolanos estaba condicionada a las elecciones que pasaron el domingo; la oposición ganó, pero Nicolás Maduro, que es el peor ciego del mundo, simplemente no quiere reconocer su aparatosa derrota en las urnas.
La solución la tiene el pueblo en sus manos, debe salir a las calles a buscar que se le respete su voluntad expresada en las urnas, no hay tiempo para detenerse a pensar que el dictador se va a ir solo del cargo. La presión social es importante y más ahora en estos momentos.
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