¿Qué nos identifica como panameños?
En mi primer viaje al extranjero, EE.
UU., descubrí algunas faltas que esa sociedad, y por ende la ley, no perdonan. Esas son: Evadir impuestos, mentir en un estrado, maltratar un niño o un animal y ser terrorista o narcotraficante. El imputado en cualquiera de estas faltas recibía todo el peso de la ley; y durante el proceso sólo contaba con el apoyo de su abogado y si acaso de su madre. El lector podrá igualmente identificar algunos “códigos” que caracterizan a otras culturas.
Esas faltas imperdonables me permitieron evaluar esa sociedad y determinar la dirección que busca. He tratado de hacer lo mismo en Panamá pero no encuentro en nuestra conducta socio-jurídica aspectos que me permitan identificar ¿qué es lo que queremos como panameños?; pero no siempre fue así. Crecí en una época donde nos identificábamos tanto por la soberanía del Canal que muchos decían que era la única religión que unía a todos los panameños.
En este mes de la patria me preguntaba ¿cómo nos identificarán los extranjeros que nos visitan? Seguramente, al ver los titulares de los medios, nuestros visitantes pensarán que el norte del panameño es la defensa de la democracia y el freno a la corrupción; pero si se quedan más tiempo observarán que todo no es más que un show mediático.
Durante mi estadía en los EE.UU. me resultó muy interesante observar como un grupo de padres de familia se oponía a que en su colegio se implantara el uso de uniformes. “Yo no quiero que mi hijo se vista como los demás”, dijo un padre muy enfáticamente. Esa defensa por las libertades individuales también las observé cuando se reclamaba el derecho a portar armas.
La llamada “ley zanahoria” me recuerda aquellas ciudades que visité, donde sólo se pudo prohibir la venta de licores luego de ciertas horas, porque a partir de esa hora algunos locales abrían sus puertas para todo aquel que quisiera consumir su licor dentro, pagando un cuota de entrada, desde luego. También para restringir el consumo de licor en lugares públicos, prohibieron que se exhibiera en público el recipiente de la bebida; por lo que aquel que quería tomar una cerveza en público tenía que verterla en otro recipiente.
Uno de los aspectos que más me llamó la atención de esa nación fue el respeto por la ley. Cuando en un bar llegaba la hora de cierre nadie se quejaba ni trataba de obtener una servida extra. Me pregunto ¿cómo será en Panamá? Debo admitir que no todo era perfecto, porque el respeto a la ley es a tal punto que muchos piensan que todo lo que es legal también es moral y ético.
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