Recordar el Futuro: Política y gobernantes. Desarrollo del estado nacional, 1931-1968. El golpe de Estado del 2 de enero de 1931
Publicado 2003/07/19 23:00:00
- San José
La semana pasada comencé a considerar la segunda etapa de nuestra historia independiente, de 1931 a 1968, que se caracterizó por un nuevo proyecto nacional, a saber desarrollar el estado nacional. Señalé la importancia de Acción Comunal en este esfuerzo. Un golpe de estado civil: Desde hacía aproximadamente un año Acción Comunal preparaba un golpe de Estado, en razón de lo que sus miembros pensaban era el fraude consuetudinario, la corrupción generalizada y la carencia de identidad nacional de la que adolecía el país a causa de los últimos gobiernos liberales.
Florencio Harmodio Arosemena, quien ocupó la presidencia de 1928 hasta 1931, tenía una comprobada idoneidad profesional como ingeniero y demostró su deseo de enderezar la hacienda pública desde la presidencia. Por ello encomendó al National City Bank que realizara un estudio tanto económico como fiscal de Panamá, que estuvo a cargo de un vicepresidente de dicho banco llamado George E. Roberts.
Sus recomendaciones estuvieron basadas en el concepto clásico liberal de que “la parte que le toca al gobierno desempeñar es relativamente pequeña pero de capital importancia”, sobre todo mantener el orden, proteger la vida y la propiedad de los asociados y mantener tribunales imparciales y competentes para administrar justicia. Y añadía: “en cuanto a gastos en sistemas educacionales, hospitales, sanidad y construcción de caminos, difícilmente se encontrará otra nación de igual riqueza y población que haya hecho tanto como ésta o que la supere”.
Dada la amplitud de la crisis que Panamá, como el resto del mundo, comenzaba a padecer, esta fórmula del Estado liberal difícilmente respondía a las necesidades urgentes que exigían un protagonismo del Estado. Por otra parte, la legitimidad del Presidente estaba gravemente comprometida por haber sido impuesto como candidato oficialista por su predecesor Rodolfo Chiari, en elecciones en las que terminó de hecho como candidato único. Además, Chiari, desde su oficina como presidente del Partido Liberal, ejercía un predominio político incuestionable y era llamado “el otro”. El desprestigio del Presidente era por lo tanto, creciente, tanto por su subordinación a Chiari como por los males que se le achacaba al chiarismo.
Desde antes de su toma de posesión las dos personalidades intelectual y moralmente más prestigiosas del liberalismo panameño, Eusebio A. Morales y Guillermo Andreve, que representaban un esfuerzo de renovación a la vez neoliberal y nacionalista, habían rehusado continuar como miembros del Partido Liberal que Chiari encabezaba.
Otra personalidad de mucho dinamismo , Jeptha B. Duncan, Secretario de Instrucción de Arosemena, primero trató, junto con Enrique Linares, Gerente del Banco Nacional, de crear un grupo dentro del gobierno opuesto a la hegemonía de Chiari. Pero en septiembre de 1930, a raíz de una crisis ministerial, rompió con el Presidente y comenzó a publicar críticas devastadoras de su gobierno, afirmando que la corrupción y el caos hacían indispensable el cambio del “grupo responsable- cuatro irresponsables envalentonados por la posesión de la maquinaria electoral.”
En los últimos días de diciembre de 1930 se suscitó una discusión interna en Acción Comunal y en su entorno de simpatizantes. Víctor Florencio Goytía opinaba que había que postergar el golpe, pues se necesitaba información para saber si los Estados Unidos intervendrían o no a favor de Arosemena, en virtud del artículo 136 de la Constitución de 1904.
Según él, tanto Harmodio Arias como Francisco Arias Paredes favorecían la postergación. Otros, por lo contrario, querían adelantarlo, entre los cuales se encontraba Arnulfo Arias. De hecho Goytía renunció a la jefatura de Acción Comunal la noche del 1 de enero de 1931. José Manuel Quirós y Quirós asumió la Presidencia y el Dr. Arnulfo Arias insistió que se le asignara responsabilidad por el grupo de acción que debía atacar a la Presidencia, pues los otros dos grupos debían atacar el Cuartel de la Policía Montada en Sabanas y el cuartel central de la Policía, que se estimaban objetivos menos difíciles. Los tres fueron exitosos, siendo el ataque a la Presidencia el que generó la mayor confrontación. La acción en su conjunto dejó un saldo de cinco heridos y 11 muertos.
A Goytía hubo quienes lo acusaron de falta de valor. Personalmente presencié, en el exilio en Miami durante los años de la dictadura, por el año de 1975 o de 1976, cuando en el curso de una conversión, en la que participaba el Dr. Arnulfo Arias, una dama le preguntó con referencia a esta actuación de Goytía: “Doctor, a su juicio, Goytía era valiente?” Él contestó escuetamente: “Era muy inteligente”. La dama reiteró su pregunta y el Doctor repitió su respuesta. Arnulfo Arias dejó así la clara impresión de que para él a Goytía le había faltado valor en esa oportunidad, lo que no quiere decir que no haya adoptado en otras circunstancias posiciones de coraje cívico.
Los norteamericanos no intervinieron para impedir del golpe de estado, pero una vez dado intervinieron para que la Corte Suprema de Justicia cubriera la desnudez de una violación de la Constitución con una hoja de parra de constitucionalidad. Obtuvieron que la Corte declarara “fuera del radio constitucional” por extemporánea la escogencia de Designados correspondientes a los dos últimos años del período, en virtud de la cual Tomás Gabriel Duque hubiera sido el Primer Delegado y hubiera debido encargarse de la Presidencia, si se aceptaba la renuncia obligada de Florencio Harmodio Arosemena. Pero él era inaceptable para Acción Comunal por chiarista.
Quedaron entonces en pie los tres Designados correspondientes a los dos primeros años, lo que significó que debía encargarse de la Presidencia Ricardo J. Alfaro, en ese entonces Ministro de Panamá en Washington, que era apenas tolerable para los golpistas. Mientras Alfaro llegó a Panamá, del 2 al 16 de enero, Harmodio Arias Madrid asumió la presidencia, para lo cual se consiguió que al Presidente derrocado antes de que se le aceptara la renuncia lo nombrara Secretario de Gobierno y luego se pudo recurrir al artículo 81 de la Constitución de acuerdo con el cual “cuando, por cualquier motivo, las faltas del Presidente no pudieran ser llenadas por los Designados, ejercerá la Presidencia el Secretario de Estado que por mayoría de votos designe el Consejo de Gabinete”. En circunstancias políticas y morales muy diferentes esa fue la misma hoja de parra que empleó el General Noriega cuando recurrió a la figura del Ministro encargado de la Presidencia una vez que se le acabaron los vicepresidentes después de desplazar a Nicolás Ardito Barletta de la Presidencia en 1985.
Tan pronto se logró derrocar a Florencio Harmodio Arosemena, el programa político de Acción Comunal fue progresivamente abandonado y eventualmente traicionado por los gobernantes de turno. Acción Comunal comenzó entonces a criticar a los presidentes que se presumía encarnaban sus ideales. Incluso cuando Arnulfo Arias se postuló a la Presidencia, Acción Comunal como organización criticó las presiones oficialistas contra su contendor, Ricardo J. Alfaro, y acusó a Arnulfo Arias de proclividades fascistas.
Esta agrupación tuvo impacto en nuestra historia no porque gobernara como tal o porque se realizaran sus propuestas, sino porque contribuyó a colocar una temática nacionalista con una perspectiva del estado nacional, en el centro del debate político, porque sus miembros y simpatizantes influyeron sobre los diversos partidos que se agitaron en los años treinta, porque aceleró la renovación generacional de dirigentes políticos, porque varios de sus miembros y dirigentes jugaron una papel creciente en la vida del país y porque uno de sus miembros más conspicuos, el Dr. Arnulfo Arias Madrid, tuvo una figuración de primer plan como caudillo-gobernante durante más de cincuenta años, hasta su muerte el 10 de agosto de 1988.
No cabe la menor duda que Acción Comunal no pretendió ser una organización de masas o de pueblo, sino una organización de elite de vanguardia, integrada en su mayoría por profesionales de clase media que aspiraban a ocupar puestos directivos en el Estado y a sentar las pautas para la sociedad. Su dimensión esotérica de símbolos y ritos, y el relativo secreto con el que trabajaba se compaginaban con su carácter de organización de elite. No sorprende, por lo tanto, que el tema de la democracia no haya tenido un papel central en su pensamiento y su acción. Aunque algunos de sus miembros fueron probados demócratas, otros manifestaron tendencias autoritarias en su praxis política. En la perspectiva de Acción Comunal desarrollo del estado nacional no enfatizaba la exigencia de una auténtica vida democrática.
Con las corrientes del liberalismo que sobrevivieron al golpe, se produjo una renovación parcial de la política y de los partidos. El mismo 2 de enero, las principales figuras vinculadas a Acción Comunal recordaron que sus objetivos incluían “devolver al país el Imperio de la Constitución y de la Ley y ... restablecer la vigencia de las Instituciones Republicanas” en contra de quienes “han hecho del sufragio una farsa y una burla”, pero no necesariamente mejoraron su respeto a la constitución ni su práctica electoral, que eran precondiciones para una vida republicana y democrática.
La corta Presidencia del Dr. Ricardo J. Alfaro, por ejemplo, se inició, como ya lo hemos destacado, con un constitucionalismo artificioso. El argumento utilizado fue que para ajustarse al texto constitucional (art.67, No. 4) la elección de los Designados debía hacerse por un “bienio” y “cuando por cualquiera causa la Asamblea Nacional no hubiese hecho la elección de Designados, conservarán el carácter de tales los anteriormente elegidos, en su orden”. Por lo tanto, para el segundo bienio habría debido hacerse la elección a más tardar el 30 de septiembre de 1930 y no a principios de octubre como se hizo por descuido. Este constitucionalismo artificioso sentó un mal precedente, que se repetiría cuando violaciones mucho más flagrantes a la Constitución se continuaron encubriendo con decisiones acomodaticias de la Corte Suprema.
Sin embargo, Alfaro dejó su marca indeleble positiva en la historia de la República al presidir las primeras elecciones realmente confiables desde la Independencia, aún cuando ocurrieron serios episodios de violencia entre los bandos.
Las elecciones de 1932 las ganó en buena lid el Dr. Harmodio Arias Madrid como candidato del Partido Liberal Doctrinario, encabezado por Domingo Díaz y que incluía a buena parte de Acción Comunal, pero no a todos. Su contendor fue Francisco Arias Paredes por el Partido Liberal Renovador un liberalismo, abierto a la izquierda, y el Partido Liberal Nacional que Chiari había encabezado antes del golpe. Don Pancho, como se le llamaba con respeto y cariño, reconoció gallardamente el triunfo de su adversario, mereciendo así el apelativo de “el caballero de la política”.
Dejaron así Alfaro y Arias Paredes ejemplos que tomaría décadas en convertirse en realidad relativamente habitual, después de 1990.
Florencio Harmodio Arosemena, quien ocupó la presidencia de 1928 hasta 1931, tenía una comprobada idoneidad profesional como ingeniero y demostró su deseo de enderezar la hacienda pública desde la presidencia. Por ello encomendó al National City Bank que realizara un estudio tanto económico como fiscal de Panamá, que estuvo a cargo de un vicepresidente de dicho banco llamado George E. Roberts.
Sus recomendaciones estuvieron basadas en el concepto clásico liberal de que “la parte que le toca al gobierno desempeñar es relativamente pequeña pero de capital importancia”, sobre todo mantener el orden, proteger la vida y la propiedad de los asociados y mantener tribunales imparciales y competentes para administrar justicia. Y añadía: “en cuanto a gastos en sistemas educacionales, hospitales, sanidad y construcción de caminos, difícilmente se encontrará otra nación de igual riqueza y población que haya hecho tanto como ésta o que la supere”.
Dada la amplitud de la crisis que Panamá, como el resto del mundo, comenzaba a padecer, esta fórmula del Estado liberal difícilmente respondía a las necesidades urgentes que exigían un protagonismo del Estado. Por otra parte, la legitimidad del Presidente estaba gravemente comprometida por haber sido impuesto como candidato oficialista por su predecesor Rodolfo Chiari, en elecciones en las que terminó de hecho como candidato único. Además, Chiari, desde su oficina como presidente del Partido Liberal, ejercía un predominio político incuestionable y era llamado “el otro”. El desprestigio del Presidente era por lo tanto, creciente, tanto por su subordinación a Chiari como por los males que se le achacaba al chiarismo.
Desde antes de su toma de posesión las dos personalidades intelectual y moralmente más prestigiosas del liberalismo panameño, Eusebio A. Morales y Guillermo Andreve, que representaban un esfuerzo de renovación a la vez neoliberal y nacionalista, habían rehusado continuar como miembros del Partido Liberal que Chiari encabezaba.
Otra personalidad de mucho dinamismo , Jeptha B. Duncan, Secretario de Instrucción de Arosemena, primero trató, junto con Enrique Linares, Gerente del Banco Nacional, de crear un grupo dentro del gobierno opuesto a la hegemonía de Chiari. Pero en septiembre de 1930, a raíz de una crisis ministerial, rompió con el Presidente y comenzó a publicar críticas devastadoras de su gobierno, afirmando que la corrupción y el caos hacían indispensable el cambio del “grupo responsable- cuatro irresponsables envalentonados por la posesión de la maquinaria electoral.”
En los últimos días de diciembre de 1930 se suscitó una discusión interna en Acción Comunal y en su entorno de simpatizantes. Víctor Florencio Goytía opinaba que había que postergar el golpe, pues se necesitaba información para saber si los Estados Unidos intervendrían o no a favor de Arosemena, en virtud del artículo 136 de la Constitución de 1904.
Según él, tanto Harmodio Arias como Francisco Arias Paredes favorecían la postergación. Otros, por lo contrario, querían adelantarlo, entre los cuales se encontraba Arnulfo Arias. De hecho Goytía renunció a la jefatura de Acción Comunal la noche del 1 de enero de 1931. José Manuel Quirós y Quirós asumió la Presidencia y el Dr. Arnulfo Arias insistió que se le asignara responsabilidad por el grupo de acción que debía atacar a la Presidencia, pues los otros dos grupos debían atacar el Cuartel de la Policía Montada en Sabanas y el cuartel central de la Policía, que se estimaban objetivos menos difíciles. Los tres fueron exitosos, siendo el ataque a la Presidencia el que generó la mayor confrontación. La acción en su conjunto dejó un saldo de cinco heridos y 11 muertos.
A Goytía hubo quienes lo acusaron de falta de valor. Personalmente presencié, en el exilio en Miami durante los años de la dictadura, por el año de 1975 o de 1976, cuando en el curso de una conversión, en la que participaba el Dr. Arnulfo Arias, una dama le preguntó con referencia a esta actuación de Goytía: “Doctor, a su juicio, Goytía era valiente?” Él contestó escuetamente: “Era muy inteligente”. La dama reiteró su pregunta y el Doctor repitió su respuesta. Arnulfo Arias dejó así la clara impresión de que para él a Goytía le había faltado valor en esa oportunidad, lo que no quiere decir que no haya adoptado en otras circunstancias posiciones de coraje cívico.
Los norteamericanos no intervinieron para impedir del golpe de estado, pero una vez dado intervinieron para que la Corte Suprema de Justicia cubriera la desnudez de una violación de la Constitución con una hoja de parra de constitucionalidad. Obtuvieron que la Corte declarara “fuera del radio constitucional” por extemporánea la escogencia de Designados correspondientes a los dos últimos años del período, en virtud de la cual Tomás Gabriel Duque hubiera sido el Primer Delegado y hubiera debido encargarse de la Presidencia, si se aceptaba la renuncia obligada de Florencio Harmodio Arosemena. Pero él era inaceptable para Acción Comunal por chiarista.
Quedaron entonces en pie los tres Designados correspondientes a los dos primeros años, lo que significó que debía encargarse de la Presidencia Ricardo J. Alfaro, en ese entonces Ministro de Panamá en Washington, que era apenas tolerable para los golpistas. Mientras Alfaro llegó a Panamá, del 2 al 16 de enero, Harmodio Arias Madrid asumió la presidencia, para lo cual se consiguió que al Presidente derrocado antes de que se le aceptara la renuncia lo nombrara Secretario de Gobierno y luego se pudo recurrir al artículo 81 de la Constitución de acuerdo con el cual “cuando, por cualquier motivo, las faltas del Presidente no pudieran ser llenadas por los Designados, ejercerá la Presidencia el Secretario de Estado que por mayoría de votos designe el Consejo de Gabinete”. En circunstancias políticas y morales muy diferentes esa fue la misma hoja de parra que empleó el General Noriega cuando recurrió a la figura del Ministro encargado de la Presidencia una vez que se le acabaron los vicepresidentes después de desplazar a Nicolás Ardito Barletta de la Presidencia en 1985.
Tan pronto se logró derrocar a Florencio Harmodio Arosemena, el programa político de Acción Comunal fue progresivamente abandonado y eventualmente traicionado por los gobernantes de turno. Acción Comunal comenzó entonces a criticar a los presidentes que se presumía encarnaban sus ideales. Incluso cuando Arnulfo Arias se postuló a la Presidencia, Acción Comunal como organización criticó las presiones oficialistas contra su contendor, Ricardo J. Alfaro, y acusó a Arnulfo Arias de proclividades fascistas.
Esta agrupación tuvo impacto en nuestra historia no porque gobernara como tal o porque se realizaran sus propuestas, sino porque contribuyó a colocar una temática nacionalista con una perspectiva del estado nacional, en el centro del debate político, porque sus miembros y simpatizantes influyeron sobre los diversos partidos que se agitaron en los años treinta, porque aceleró la renovación generacional de dirigentes políticos, porque varios de sus miembros y dirigentes jugaron una papel creciente en la vida del país y porque uno de sus miembros más conspicuos, el Dr. Arnulfo Arias Madrid, tuvo una figuración de primer plan como caudillo-gobernante durante más de cincuenta años, hasta su muerte el 10 de agosto de 1988.
No cabe la menor duda que Acción Comunal no pretendió ser una organización de masas o de pueblo, sino una organización de elite de vanguardia, integrada en su mayoría por profesionales de clase media que aspiraban a ocupar puestos directivos en el Estado y a sentar las pautas para la sociedad. Su dimensión esotérica de símbolos y ritos, y el relativo secreto con el que trabajaba se compaginaban con su carácter de organización de elite. No sorprende, por lo tanto, que el tema de la democracia no haya tenido un papel central en su pensamiento y su acción. Aunque algunos de sus miembros fueron probados demócratas, otros manifestaron tendencias autoritarias en su praxis política. En la perspectiva de Acción Comunal desarrollo del estado nacional no enfatizaba la exigencia de una auténtica vida democrática.
Con las corrientes del liberalismo que sobrevivieron al golpe, se produjo una renovación parcial de la política y de los partidos. El mismo 2 de enero, las principales figuras vinculadas a Acción Comunal recordaron que sus objetivos incluían “devolver al país el Imperio de la Constitución y de la Ley y ... restablecer la vigencia de las Instituciones Republicanas” en contra de quienes “han hecho del sufragio una farsa y una burla”, pero no necesariamente mejoraron su respeto a la constitución ni su práctica electoral, que eran precondiciones para una vida republicana y democrática.
La corta Presidencia del Dr. Ricardo J. Alfaro, por ejemplo, se inició, como ya lo hemos destacado, con un constitucionalismo artificioso. El argumento utilizado fue que para ajustarse al texto constitucional (art.67, No. 4) la elección de los Designados debía hacerse por un “bienio” y “cuando por cualquiera causa la Asamblea Nacional no hubiese hecho la elección de Designados, conservarán el carácter de tales los anteriormente elegidos, en su orden”. Por lo tanto, para el segundo bienio habría debido hacerse la elección a más tardar el 30 de septiembre de 1930 y no a principios de octubre como se hizo por descuido. Este constitucionalismo artificioso sentó un mal precedente, que se repetiría cuando violaciones mucho más flagrantes a la Constitución se continuaron encubriendo con decisiones acomodaticias de la Corte Suprema.
Sin embargo, Alfaro dejó su marca indeleble positiva en la historia de la República al presidir las primeras elecciones realmente confiables desde la Independencia, aún cuando ocurrieron serios episodios de violencia entre los bandos.
Las elecciones de 1932 las ganó en buena lid el Dr. Harmodio Arias Madrid como candidato del Partido Liberal Doctrinario, encabezado por Domingo Díaz y que incluía a buena parte de Acción Comunal, pero no a todos. Su contendor fue Francisco Arias Paredes por el Partido Liberal Renovador un liberalismo, abierto a la izquierda, y el Partido Liberal Nacional que Chiari había encabezado antes del golpe. Don Pancho, como se le llamaba con respeto y cariño, reconoció gallardamente el triunfo de su adversario, mereciendo así el apelativo de “el caballero de la política”.
Dejaron así Alfaro y Arias Paredes ejemplos que tomaría décadas en convertirse en realidad relativamente habitual, después de 1990.
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