Reformar la Reforma Agraria
Publicado 2007/05/20 23:00:00
Luego de la II Guerra Mundial, los Estados Unidos impulsaron un agresivo programa de Reforma Agraria en todo el mundo. La tesis era que el feudalismo mantenía a los pueblos en el atraso y el guerrerismo, así que había que acabar con éste atomizando los latifundios. En países como Japón, la Reforma Agraria produjo los resultados deseados; en los países europeos, los gobiernos socialistas lograron un efecto similar con altos impuestos a los bienes inmuebles. Hay que recordar que por milenios el capital era la tierra.
En Panamá se implementó la respectiva Reforma Agraria junto con proyectos como los Asentamientos Campesinos y los Ingenios estatales. En general, los resultados fueron fallidos. La visión de que la tierra inculta era una injusticia social y que la tierra debía ser para quien la cultivara, choca con la visión moderna de la conservación y protección ambientales y con las necesarias economías de escala para lograr competitividad. Por otra parte, la población rural disminuye aceleradamente y las tierras del interior encuentran usos más rentables en el turismo, el ecoturismo y los créditos de carbono, por ejemplo.
El gran terrateniente de Panamá es el Estado panameño y los grandes beneficiarios de esa riqueza no son los pobres campesinos, sino los poderosos de turno que se venden tierras estatales a pocos centavos el metro cuadrado para revenderlas con pingües ganancias. Ya es hora de reformar la Reforma Agraria.
Hay que determinar -con un "Plan Nacional de Uso de Suelos"- qué tierras deben dedicarse a parque nacionales y áreas protegidas, que nunca deberán venderse; qué áreas son de destino agrícola o pecuario; y cuáles son de uso institucional, comercial, industrial, turístico o residencial. Luego de esto, el Estado debe traspasar a los municipios la titularidad de las tierras estatales para que se usen dentro de los destinos previstos en el "Plan Nacional de Uso de Suelos" y se vendan -aquellas tierras que no se deben reservar para la conservación- al mejor postor y a precio de mercado. Además, se debe dar a los municipios el cobro del impuesto de inmueble. Esta combinación de acciones debe producir una mejor "distribución de la riqueza" que todas las reformas agrarias y tributarias que se han intentado hasta la fecha.
En Panamá se implementó la respectiva Reforma Agraria junto con proyectos como los Asentamientos Campesinos y los Ingenios estatales. En general, los resultados fueron fallidos. La visión de que la tierra inculta era una injusticia social y que la tierra debía ser para quien la cultivara, choca con la visión moderna de la conservación y protección ambientales y con las necesarias economías de escala para lograr competitividad. Por otra parte, la población rural disminuye aceleradamente y las tierras del interior encuentran usos más rentables en el turismo, el ecoturismo y los créditos de carbono, por ejemplo.
El gran terrateniente de Panamá es el Estado panameño y los grandes beneficiarios de esa riqueza no son los pobres campesinos, sino los poderosos de turno que se venden tierras estatales a pocos centavos el metro cuadrado para revenderlas con pingües ganancias. Ya es hora de reformar la Reforma Agraria.
Hay que determinar -con un "Plan Nacional de Uso de Suelos"- qué tierras deben dedicarse a parque nacionales y áreas protegidas, que nunca deberán venderse; qué áreas son de destino agrícola o pecuario; y cuáles son de uso institucional, comercial, industrial, turístico o residencial. Luego de esto, el Estado debe traspasar a los municipios la titularidad de las tierras estatales para que se usen dentro de los destinos previstos en el "Plan Nacional de Uso de Suelos" y se vendan -aquellas tierras que no se deben reservar para la conservación- al mejor postor y a precio de mercado. Además, se debe dar a los municipios el cobro del impuesto de inmueble. Esta combinación de acciones debe producir una mejor "distribución de la riqueza" que todas las reformas agrarias y tributarias que se han intentado hasta la fecha.
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