Relativismo, consumismo y halloween
Hace unos años en una clase de religión una niña me decía:
“Profesor no hable del Demonio; eso lo atrae”. No es agradable hablar del Enemigo de Dios, es mejor hablar del Amor de Dios, pero hay ocasiones en que debemos dar razones de nuestra esperanza a todo aquel que nos las pida. (1 Pedro 3, 15)
Es célebre la cita de Pablo VI, Papa, de 1972: ““El mal que existe en el mundo es el resultado de la intervención en nosotros y en nuestra sociedad de un agente oscuro y enemigo, el Demonio. El mal no es ya sólo una deficiencia, sino un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y pavorosa. Se sale del marco de la enseñanza bíblica y eclesiástica todo aquel que rehusa reconocerla como existente”.
De esta cita podemos sacar mucha sabiduría. El mundo moderno, entiéndase el que puso a la razón y a la ciencia en un altar, y bajó de los altares la fe y la religión, ha cuestionado los dogmas y la Revelación Cristiana. Lo espiritual y místico cayó bajo el espíritu de sospecha y por ende el diablo se convirtió en chiste y mitología. El gran escritor Clive Staples Lewis ,autor de Narnia, tiene una joya literaria, muy poco explotada que se llama Cartas a Escrutopo. Son las instrucciones de un demonio experimentado a su sobrino, un pequeño y joven demonio, sobre cómo tentar y atacar a su paciente –tú y yo. En las cartas, el demonio nos deja ver que le encanta que nosotros neguemos su existencia; así puede actuar mejor. O en el otro extremo le gusta robarse el show, y hacernos creer que dejó de ser criatura, para convertirse en Creador; su anhelo de siempre: “Es mejor reinar en el infierno, que servir en el Paraíso.” Esto último explicaría toda la ola de religiones satánicas que se han desatado en la última mitad del siglo XX.
Los ataques de Satanás se han dirigido a la cultura. El demonio se ha ido apropiando de las modas, las fiestas, la música, los espectáculos. El consumismo lleva a los productores, creativos, cineastas a olvidarse de la verdad y preferir el entretenimiento. Se entiende que mucha gente diga: “yo en Halloween no celebro nada malo; es una fiesta para los niños, para que se disfracen y reciban dulces y pastillas…” Y el capitalismo nos da lo que estamos buscando: “comercios, discotecas, karaokes para pasar un rato chévere; happy hours para quitarnos el estrés con disfraces y demás.”
¿Qué podemos hacer? Pues evangelizar la cultura como siempre lo han hecho los santos y la Iglesia. Si somos santos, nuestros hijos preferirán la luz a las tinieblas. Si tienes que disfrazarte que sea de un Santo o de algo santo.
Colaborador.

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