¿Se parecen Noriega y Chávez?
Publicado 2003/06/26 23:00:00
- Guillermo A. Cochez
Durante los pocos días que estuve en Caracas, varios venezolanos me preguntaron si existía había algún parecido entre Hugo Rafael Chávez Frías y Manuel Antonio Noriega. Indagaban saber cuándo fue que los Estados Unidos se cansó del General Noriega. A la primera interrogante les dije que, en cuanto a su legitimidad, eran totalmente diferentes, ya que uno había sido elegido popularmente y el otro simplemente ejercía el poder como consecuencia de un golpe de Estado realizado 15 años antes. Aunque, advertí, que si bien con legitimidad originaria, sus acciones posteriores violatorias de la Constitución y la Ley, los hacían parecidos a los dos. Sobre la segunda interrogante, mi respuesta fue muy concreta: Cuando dejó de servirle.
Los norteamericanos sabían que Noriega estaba involucrado en drogas, pero les servía porque de cuando en vez les entregaba a algún traficante que ellos buscaban y hasta lo condecoraba la DEA por los servicios prestados. Estados Unidos sabía que Noriega tenía estrechas relaciones con la guerrilla nicaragüense y salvadoreña, pero éste les hacía ver que era un doble agente y que a través de él los gringos podían saber lo que preparaban los insurrectos. Los norteamericanos sabían en todos los negocios en que estaban Noriega y su círculo íntimo, pero no por ello seguía siendo su hombre. Como bien rememoramos, en los tiempos de Trujillo en Dominicana, al preguntarle a un diplomático gringo sobre el “h... de p...” que ellos apoyaban, cínicamente respondió: “lo sabemos, pero afortunadamente ‘es nuestro h... de p...’”
En la Venezuela que vi hace unos días, pareciera que los norteamericanos también saben en todo lo que anda Chávez y hacia dónde éste lleva a Venezuela y a los venezolanos; pero es él quien les da a ellos todo lo que quieren y allá que se lo pregunten al congresista Jack Kemp y a los intereses petroleros norteamericanos. Saben, quizás con más detalle que los propios colombianos, las relaciones que tiene Chávez con las FARC; conocen los antecedentes criminales de muchos de los que hoy rodean al Comandante; quizás con más precisión hasta lo que cada uno de sus más cercanos colaboradores está llevándose de las arcas nacionales venezolanas.
En el maratónico Aló, Presidente del domingo 8 de junio, el cual escuché y vi en gran parte, me llamó la atención la mención al embajador chino, cuando le dijo que la revolución venezolana era como la hermana menor de la Revolución China. Ya me había enterado de lo que dijo en el diario argentino, Pág.12, cuando se enorgulleció al decir que era un militar peronista. Y, cuando escucho de las cartas que le escribe a Fidel, a quien no sabe cómo llamarle al despedirse de él, si padre o hermano, siento que al Presidente Chávez lo invade una especie de búsqueda de su identidad, similar a la sentida por Noriega, quizás la que no ha logrado todavía y que hace hundir cada vez a los venezolanos, hasta el punto de lograr bajar el Producto Interno Bruto, hasta el punto de hacerlo decrecer al 29%, que el desempleo oficial se admita a niveles del 20.7%, y que todos dicen podía estar bordeando el 25%, según expertos siguiendo sus escalada hacia índices próximos al 28% o al 29%; lo cual hará que los desempleados aumenten a más de 3.3. de millones de personas. Cuando productos básicos como la harina de maíz escasean de tal forma que ya ni arepas se pueden preparar. Y las caraotas, hay que exportarlas de Cuba junto con la harina, para que así el gobierno cubano se gane algo como intermediario; ya que tales rubros no se producen allá, vemos entonces que ni siquiera los más humildes han sido beneficiados en su gobierno. En eso sí se parecen ambos militares, porque sólo les preocupaba el quedarse en el poder, aun cuando el país entero se hundiera en la desesperanza y la miseria; y aun cuando las divisiones de la sociedad se siguieran profundizando en la forma que hoy se palpa en Venezuela.
Noriega, al igual que me parece ver a Chávez, tenía miedo hasta de su sombra. Dormía en diferentes lugares cada noche y sólo un reducido número de personas sabía dónde pernoctaría. Tenía miedo hasta de la gente que más cerca de él estaba, por eso poseía varios grupos de guardaespaldas; llegándose hasta decir que el círculo más íntimo que lo cuidaba era de nacionalidad israelí, bajo el mando de un ex general de la Mossad. No dormía casi porque le tenía temor a la noche. Usaba chalecos antibalas porque su paranoia lo hacía sentir inseguro frente a cualquiera, hasta de su entorno más íntimo.
En el Aló Presidente que ví, pude sentir a un Chávez que no duerme, un poco hinchado, sabrá Dios porqué, pero con una camiseta que pareciera cubrirle el chaleco que lo protege. Sus intervenciones dominicales las hace en lugares cerrados; producto, es de imaginar, al miedo interno que tiene de que quieran hacerle algo. Acá en Panamá les llamaban Batallones de la Dignidad, allá Círculos Bolivarianos; en el fondo lo mismo: grupos de gente sin oficio y sin porvenir que se ganan la vida amedrentando a la población en nombre del dictador.
Tanto Noriega como Chávez tuvieron ingresos irregulares en sus estudios castrenses. Me cuentan que Chávez, a pesar de haber sido raspado en Química, pudo seguir adelante por sus habilidades como pitcher, algo que en ese momento se hacía importante en la rama militar que le daría cabida. Noriega, en cambio, tuvo que falsificar su registro de nacimiento para que lo admitieran en la escuela militar de Perú donde estudió, ya que tenía más edad de la permitida para ingresar.
No pude llegar a conocer esos detalles en Chávez. Noriega creía en la superstición y en los espíritus, los cuales trataba de alinear en contra de sus adversarios políticos. Recuerdo haber visto, luego de su caída, unos muñequitos llenos de alfileres, entre los cuales estaba mi nombre en la lista de sus enemigos a los que más mal les quería causar. Cuando vi lo de El Calvario, encontré tanta similitud entre ambos, que me recordó el incidente en la Asamblea Nacional, nuestro Congreso, al querer Noriega defenestrar a los vicepresidentes de la República, pero sin tener la mayoría para hacerlo. Simplemente puso a votar a cuatro suplentes que no tenían autorización para actuar.
Lo más importante para los venezolanos, que quizás nos faltó un poco más a los panameños, fue haberle perdido todo el miedo al dictador y esperar que el maná nos llegara del cielo. Eso de verás que lo viví en Caracas y con toda los dirigentes con quienes hablé, con quienes conversé en las calles, todo lo que leí en la prensa y vi en la televisión. Todos los sectores de la sociedad se resisten mediante una tremenda organización a todos los niveles. El miedo, de existir alguno, lo sentí del lado de Chávez. Y eso lo atribuyo, a lo que me sentenció mi viejo amigo, Luis Herrera Camping, al indicarme: “Los venezolanos tenemos un problema en Chavéz, pero él tiene 24 millones de problemas que somos todos los venezolanos.”
(Este artículo fue publicado en El Impulso de Barquisimeto, Venezuela (junio2003))
El Foro fue presidido por el licenciado Carlos A. Vásquez, presidente del Colegio Nacional de Abogados, y en la mesa de honor estuvieron presentes el director y subdirector del diario El Panamá América, Octavio Amat y Mario Castro Arenas, respectivamente.
Los norteamericanos sabían que Noriega estaba involucrado en drogas, pero les servía porque de cuando en vez les entregaba a algún traficante que ellos buscaban y hasta lo condecoraba la DEA por los servicios prestados. Estados Unidos sabía que Noriega tenía estrechas relaciones con la guerrilla nicaragüense y salvadoreña, pero éste les hacía ver que era un doble agente y que a través de él los gringos podían saber lo que preparaban los insurrectos. Los norteamericanos sabían en todos los negocios en que estaban Noriega y su círculo íntimo, pero no por ello seguía siendo su hombre. Como bien rememoramos, en los tiempos de Trujillo en Dominicana, al preguntarle a un diplomático gringo sobre el “h... de p...” que ellos apoyaban, cínicamente respondió: “lo sabemos, pero afortunadamente ‘es nuestro h... de p...’”
En la Venezuela que vi hace unos días, pareciera que los norteamericanos también saben en todo lo que anda Chávez y hacia dónde éste lleva a Venezuela y a los venezolanos; pero es él quien les da a ellos todo lo que quieren y allá que se lo pregunten al congresista Jack Kemp y a los intereses petroleros norteamericanos. Saben, quizás con más detalle que los propios colombianos, las relaciones que tiene Chávez con las FARC; conocen los antecedentes criminales de muchos de los que hoy rodean al Comandante; quizás con más precisión hasta lo que cada uno de sus más cercanos colaboradores está llevándose de las arcas nacionales venezolanas.
En el maratónico Aló, Presidente del domingo 8 de junio, el cual escuché y vi en gran parte, me llamó la atención la mención al embajador chino, cuando le dijo que la revolución venezolana era como la hermana menor de la Revolución China. Ya me había enterado de lo que dijo en el diario argentino, Pág.12, cuando se enorgulleció al decir que era un militar peronista. Y, cuando escucho de las cartas que le escribe a Fidel, a quien no sabe cómo llamarle al despedirse de él, si padre o hermano, siento que al Presidente Chávez lo invade una especie de búsqueda de su identidad, similar a la sentida por Noriega, quizás la que no ha logrado todavía y que hace hundir cada vez a los venezolanos, hasta el punto de lograr bajar el Producto Interno Bruto, hasta el punto de hacerlo decrecer al 29%, que el desempleo oficial se admita a niveles del 20.7%, y que todos dicen podía estar bordeando el 25%, según expertos siguiendo sus escalada hacia índices próximos al 28% o al 29%; lo cual hará que los desempleados aumenten a más de 3.3. de millones de personas. Cuando productos básicos como la harina de maíz escasean de tal forma que ya ni arepas se pueden preparar. Y las caraotas, hay que exportarlas de Cuba junto con la harina, para que así el gobierno cubano se gane algo como intermediario; ya que tales rubros no se producen allá, vemos entonces que ni siquiera los más humildes han sido beneficiados en su gobierno. En eso sí se parecen ambos militares, porque sólo les preocupaba el quedarse en el poder, aun cuando el país entero se hundiera en la desesperanza y la miseria; y aun cuando las divisiones de la sociedad se siguieran profundizando en la forma que hoy se palpa en Venezuela.
Noriega, al igual que me parece ver a Chávez, tenía miedo hasta de su sombra. Dormía en diferentes lugares cada noche y sólo un reducido número de personas sabía dónde pernoctaría. Tenía miedo hasta de la gente que más cerca de él estaba, por eso poseía varios grupos de guardaespaldas; llegándose hasta decir que el círculo más íntimo que lo cuidaba era de nacionalidad israelí, bajo el mando de un ex general de la Mossad. No dormía casi porque le tenía temor a la noche. Usaba chalecos antibalas porque su paranoia lo hacía sentir inseguro frente a cualquiera, hasta de su entorno más íntimo.
En el Aló Presidente que ví, pude sentir a un Chávez que no duerme, un poco hinchado, sabrá Dios porqué, pero con una camiseta que pareciera cubrirle el chaleco que lo protege. Sus intervenciones dominicales las hace en lugares cerrados; producto, es de imaginar, al miedo interno que tiene de que quieran hacerle algo. Acá en Panamá les llamaban Batallones de la Dignidad, allá Círculos Bolivarianos; en el fondo lo mismo: grupos de gente sin oficio y sin porvenir que se ganan la vida amedrentando a la población en nombre del dictador.
Tanto Noriega como Chávez tuvieron ingresos irregulares en sus estudios castrenses. Me cuentan que Chávez, a pesar de haber sido raspado en Química, pudo seguir adelante por sus habilidades como pitcher, algo que en ese momento se hacía importante en la rama militar que le daría cabida. Noriega, en cambio, tuvo que falsificar su registro de nacimiento para que lo admitieran en la escuela militar de Perú donde estudió, ya que tenía más edad de la permitida para ingresar.
No pude llegar a conocer esos detalles en Chávez. Noriega creía en la superstición y en los espíritus, los cuales trataba de alinear en contra de sus adversarios políticos. Recuerdo haber visto, luego de su caída, unos muñequitos llenos de alfileres, entre los cuales estaba mi nombre en la lista de sus enemigos a los que más mal les quería causar. Cuando vi lo de El Calvario, encontré tanta similitud entre ambos, que me recordó el incidente en la Asamblea Nacional, nuestro Congreso, al querer Noriega defenestrar a los vicepresidentes de la República, pero sin tener la mayoría para hacerlo. Simplemente puso a votar a cuatro suplentes que no tenían autorización para actuar.
Lo más importante para los venezolanos, que quizás nos faltó un poco más a los panameños, fue haberle perdido todo el miedo al dictador y esperar que el maná nos llegara del cielo. Eso de verás que lo viví en Caracas y con toda los dirigentes con quienes hablé, con quienes conversé en las calles, todo lo que leí en la prensa y vi en la televisión. Todos los sectores de la sociedad se resisten mediante una tremenda organización a todos los niveles. El miedo, de existir alguno, lo sentí del lado de Chávez. Y eso lo atribuyo, a lo que me sentenció mi viejo amigo, Luis Herrera Camping, al indicarme: “Los venezolanos tenemos un problema en Chavéz, pero él tiene 24 millones de problemas que somos todos los venezolanos.”
(Este artículo fue publicado en El Impulso de Barquisimeto, Venezuela (junio2003))
El Foro fue presidido por el licenciado Carlos A. Vásquez, presidente del Colegio Nacional de Abogados, y en la mesa de honor estuvieron presentes el director y subdirector del diario El Panamá América, Octavio Amat y Mario Castro Arenas, respectivamente.
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