Siento, luego existo
- Alejandro Rocamora
Los sentimientos, bien utilizados, no dificultan la toma de decisiones, ni son impedimentos para nuestra felicidad, sino que al contrario constituyen la forma más idónea de progresar y crecer psicológicamente. Un estudio reciente de la Universidad de Harvard señala que, para tener éxito en la vida, es necesario un 85% de actitud y sólo un 15% de habilidad.
La psicología clásica consideraba a la persona como un ser constituido por partes: memoria, entendimiento y voluntad, insertado o encerrado (el alma se encuentra en la cárcel del cuerpo) en lo corpóreo. Los sentimientos no son algo yuxtapuesto al sujeto sino que constituyen su misma esencia.
A través de ellos es como vamos constituyendo nuestra personalidad, al mismo tiempo que nos permiten relacionarnos con los demás. Spinoza decía que mientras la razón uniforma a unos y otros, los sentimientos distinguen a unos de los otros. Nos podemos distinguir por nuestros conocimientos y saberes, pero lo que de verdad nos distingue a unos de los otros es la actitud que tomamos ante las cosas y lo que nos proporciona nuestro sello de identidad propio.
Vivimos como si los sentimientos solamente fueran un lastre para desarrollarnos en la vida. Por esto se nos educa en el convencimiento de que, cuanto más fríos y calculadores seamos, más posibilidades de éxito tendremos. Pero en la historia de la humanidad, las grandes atrocidades se han cometido cuando se han mutilado los sentimientos y se ha hipertrofiado la razón.
El ser humano no es igual al sumatorio de facultades (pensamiento, voluntad, y emoción) sino que es “algo más”: una realidad que se organiza a partir de esos elementos, pero que constituye una nueva estructura: la mente humana. La inteligencia emocional es el ‘cemento’ que hace encajar todas las piezas del gran rompecabezas que es la mente humana. Esta facultad de la mente humana permite que no nos dejemos llevar por los impulsos, sino que seamos capaces de “razonar con sentimientos”. Es decir, podemos corregir a Descartes y pasar del “pienso, luego existo”, al “pienso sintiendo, luego existo”.
*Miembro fundador del Teléfono de la Esperanza.
www.telefonodelaesperanza.org

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