Desarrollo
Sostenibilidad ambiental en Panamá
Hemos atestiguado cambios casi radicales del paisaje rural y urbano del país en los últimos años. Se desarrollan actualmente obras y proyectos de todo tipo, que inciden
Hemos atestiguado cambios casi radicales del paisaje rural y urbano del país en los últimos años. Se desarrollan actualmente obras y proyectos de todo tipo, que inciden en la vida cotidiana de todos en una sociedad como la que nos alberga, para bien o para mal.
Este modelo de desarrollo, sin embargo, pone mayor énfasis en los criterios económicos más que en los ambientales y genera un riesgo para la sostenibilidad de los ecosistemas naturales. Por ejemplo, no solo la oferta y la demanda es importante, sino también la capacidad de carga (preguntarse ¿cuántos pueden?) como una herramienta para la planificación territorial.
Estamos hablando de que la sostenibilidad ambiental necesita que se considere esta capacidad de carga porque, de otro modo, los sistemas colapsan. En Panamá, este concepto ambiental muy pocas veces se toma en cuenta y genera crisis como inundaciones, sequías, pérdida de biodiversidad, poca disponibilidad de agua, afectación de suelos de vocación agrícola y forestal, entre otras.
Pero este concepto también aplica a los sistemas artificiales que existen en las ciudades, por ejemplo en los sistemas de alcantarillados, tráfico, alta densidad de edificios y la capacidad de infiltración de los suelos, en áreas urbanas.
Esto nos está llevando a un callejón sin salida. Ya se observa cómo en algunas urbanizaciones de la ciudad, algunos propietarios se oponen a los cambios de uso del suelo. En resumen, ambos sistemas van rumbo al colapso de no tomar medidas a tiempo.
Nos encontramos ante el reto de ¿cómo insertar de manera sostenible los nuevos proyectos y cambios de uso del suelo, sin afectar el ambiente y las personas? ¿Dónde ponemos los límites? Precisamente, una de las herramientas más eficaces para hacer esto es la capacidad de carga. Ojo, esto no es un concepto, producto de una mente improvisada o que inventa.
Ya desde los años 30, científicos en EUA lo plantearon.
Así, este concepto surge para regular la intensidad y frecuencia del creciente y sostenido uso recreacional y mantener las condiciones naturales de las áreas de protección ambiental de Estados Unidos (Sumner, 1936).
El respeto de la capacidad de carga de cualquier sistema, tanto natural como artificial, debe ser un elemento crucial que los tomadores de decisiones deben considerar. A escala mundial se observa cómo la capacidad de carga del planeta ha sido rebasada en algunos ecosistemas para generar cambios climáticos con impactos negativos en todos los países del mundo.
Por otro lado, este concepto tiene una mayor aplicación, pues en el ordenamiento territorial es una herramienta indispensable para planificar el uso del territorio.
Se pueden aplicar modelos de capacidad de carga que nos orienten en la identificación y diseño de las opciones más viables y reducir al máximo el impacto en el ambiente.
También permite el análisis de los conflictos ambientales con respecto a la valoración de los sistemas naturales en los instrumentos de ordenamiento territorial.
Aquí hay un aspecto importante de resaltar y que quizás todavía no lo hemos visualizado. Y son los famosos Estudios de Impacto Ambiental (EIA). Lamentablemente no se les ha valorado esta herramienta de gestión sostenible como una salvaguarda ambiental; esa es la verdad. Los promotores deben ver estos estudios como seguros para su inversión, y no es así.
Por otro lado, se deben fortalecer todas las instituciones responsables para que puedan hacer su trabajo de seguimiento y monitoreo de estos estudios, de otra forma, se pierde el esfuerzo de hacer las cosas bien. Es un compromiso en ambas vías.
El tema de la sostenibilidad ambiental es complejo y los retos del actual desarrollo nos obligan a que, entre todos, conservemos este patrimonio natural que todavía nos queda y planifiquemos de forma científica, los usos más idóneos de nuestro espacio llamado Panamá, al respetar su capacidad de carga.
El autor es miembro del Colegio de Ingenieros Forestales de Panamá y funcionario en la Autoridad Nacional del Ambiente (Anam).
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