Triste vida la de un viejo
Publicado 2007/02/28 00:00:00
- Marisín Villalaz de Arias
Unamos esfuerzos para acabar con la Ley Faúndes, tan negativa para la democracia y para la estabilidad del país.
PARECIERA QUE en Panamá los viejos, o mejor dicho, los pasaditos de edad, no servimos para nada, porque a un gobernante se le ocurrió hacer una ley con nombre propio para descartar a una persona sin pensar que eliminaría del campo laboral a miles de panameños que podríamos dar de nosotros la experiencia que resulta ser lo mejor que posee una persona después de su salud y su mente clara.
Desde niña acostumbrábamos en familia a conversar con los adultos y a comprender las cosas que nos decían con la interpretación que la edad nos daba, pero que nos permitía incluirlas en la mente infantil que luego maduraría basada en aquellos aprendizajes. Mis abuelos fueron inteligentes, mis padres y mis tíos también lo fueron y lo son. Agradezco a Dios la oportunidad que me dio de aprender, de analizar su sabiduría y de llegar a mi edad con la lucidez que comparto con ustedes.
Hoy los entrados en edad pareciera que valemos poco. Lo doloroso es que, a pesar de pasados los años, de ver los resultados de la aplicación de esa ley Faúndes, los diputados se niegan a eliminarla sin pensar que, si Dios les da vida, llegarán a ella. A veces pienso que esos diputados piensan morir jóvenes, en plena producción; o tal vez es que no producen nada y no son capaces de pensar con sensatez.
Escucho a ciertas personas que justifican la ley, decir que los viejos debemos retirarnos para dar paso a los jóvenes que merecen la oportunidad de ocupar el relevo. Sin embargo comprobamos con pesar que en este gobierno no hay espacio para la juventud y que ella vive una desilusión al verse desplazada y olvidada en la importancia que tienen por ser el futuro.
Si quienes tienen en su mano el poder de modificar injusticias no lo hacen, y si lo hacen es por salvar a determinadas personas (siempre el personalismo), entonces vivimos en una sociedad que no prospera, que no se moderniza, que olvida la vida de determinados personajes que cambiaron o influyeron en la historia mundial cuando tenían muchos años. Las sociedades antiguas se valían de la experiencia de los ancianos. Hoy la desperdiciamos por ignorancia, por falta de cultura, de percepción, de proyección hacia un adelanto que diría mucho de los personajes que la ponen en práctica. El país que menosprecia a sus viejos es un país destinado a fracasar en su sociología, su psicología y su futurología.
Si olvidamos la historia, corremos el riesgo de repetir sus errores. Es cierto; pero agregaría que también evitaríamos aprovechar sus experiencias y su sabiduría que hoy no tenemos porque la educación es tan mediocre que no permite el adelanto del país. Así como cada día los estudiante salen peor preparados y los educadores están peor entrenados para enseñar, el resultado de la cultura y la preparación será nulo. Los grandes problemas nacionales se deben, en gran parte a la falta de cultura del pueblo.
Leía, justificando, que los medios de comunicación dan lo que ese pueblo inculto quiere leer o escuchar o ver porque eso es lo que les da dinero.
Los medios tienen la obligación de enseñar, de culturizar, de cambiar la mentalidad y la educación del panameño común para que entre en nosotros la cultura y la educación. Dicen que los programas culturales hacen quebrar los medios. Entonces estamos mal, porque la vulgaridad, los malos modales y la falta de valores es lo que predomina en esos medios. Es un círculo vicioso; sin embargo considero que los medios se han creado para dirigir, para enviar mensajes positivos, para cultivar y no sólo para recibir prebendas económicas. Estos medios no ayudan a los viejos necesitados de apoyo. Quiero decirles que un diploma de muchas enseñanzas no suple la experiencia.
No debe menospreciarse la juventud; pero tampoco olvidemos la edad avanzada que lleva consigo lo mejor de la vida. Si logramos comprender esta filosofía, llegaremos a un final feliz.
Unamos esfuerzos para lograr una comprensión de la realidad y saber que en un país de viejos, se impone la sabiduría de los mismos.
PARECIERA QUE en Panamá los viejos, o mejor dicho, los pasaditos de edad, no servimos para nada, porque a un gobernante se le ocurrió hacer una ley con nombre propio para descartar a una persona sin pensar que eliminaría del campo laboral a miles de panameños que podríamos dar de nosotros la experiencia que resulta ser lo mejor que posee una persona después de su salud y su mente clara.
Desde niña acostumbrábamos en familia a conversar con los adultos y a comprender las cosas que nos decían con la interpretación que la edad nos daba, pero que nos permitía incluirlas en la mente infantil que luego maduraría basada en aquellos aprendizajes. Mis abuelos fueron inteligentes, mis padres y mis tíos también lo fueron y lo son. Agradezco a Dios la oportunidad que me dio de aprender, de analizar su sabiduría y de llegar a mi edad con la lucidez que comparto con ustedes.
Hoy los entrados en edad pareciera que valemos poco. Lo doloroso es que, a pesar de pasados los años, de ver los resultados de la aplicación de esa ley Faúndes, los diputados se niegan a eliminarla sin pensar que, si Dios les da vida, llegarán a ella. A veces pienso que esos diputados piensan morir jóvenes, en plena producción; o tal vez es que no producen nada y no son capaces de pensar con sensatez.
Escucho a ciertas personas que justifican la ley, decir que los viejos debemos retirarnos para dar paso a los jóvenes que merecen la oportunidad de ocupar el relevo. Sin embargo comprobamos con pesar que en este gobierno no hay espacio para la juventud y que ella vive una desilusión al verse desplazada y olvidada en la importancia que tienen por ser el futuro.
Si quienes tienen en su mano el poder de modificar injusticias no lo hacen, y si lo hacen es por salvar a determinadas personas (siempre el personalismo), entonces vivimos en una sociedad que no prospera, que no se moderniza, que olvida la vida de determinados personajes que cambiaron o influyeron en la historia mundial cuando tenían muchos años. Las sociedades antiguas se valían de la experiencia de los ancianos. Hoy la desperdiciamos por ignorancia, por falta de cultura, de percepción, de proyección hacia un adelanto que diría mucho de los personajes que la ponen en práctica. El país que menosprecia a sus viejos es un país destinado a fracasar en su sociología, su psicología y su futurología.
Si olvidamos la historia, corremos el riesgo de repetir sus errores. Es cierto; pero agregaría que también evitaríamos aprovechar sus experiencias y su sabiduría que hoy no tenemos porque la educación es tan mediocre que no permite el adelanto del país. Así como cada día los estudiante salen peor preparados y los educadores están peor entrenados para enseñar, el resultado de la cultura y la preparación será nulo. Los grandes problemas nacionales se deben, en gran parte a la falta de cultura del pueblo.
Leía, justificando, que los medios de comunicación dan lo que ese pueblo inculto quiere leer o escuchar o ver porque eso es lo que les da dinero.
Los medios tienen la obligación de enseñar, de culturizar, de cambiar la mentalidad y la educación del panameño común para que entre en nosotros la cultura y la educación. Dicen que los programas culturales hacen quebrar los medios. Entonces estamos mal, porque la vulgaridad, los malos modales y la falta de valores es lo que predomina en esos medios. Es un círculo vicioso; sin embargo considero que los medios se han creado para dirigir, para enviar mensajes positivos, para cultivar y no sólo para recibir prebendas económicas. Estos medios no ayudan a los viejos necesitados de apoyo. Quiero decirles que un diploma de muchas enseñanzas no suple la experiencia.
No debe menospreciarse la juventud; pero tampoco olvidemos la edad avanzada que lleva consigo lo mejor de la vida. Si logramos comprender esta filosofía, llegaremos a un final feliz.
Unamos esfuerzos para lograr una comprensión de la realidad y saber que en un país de viejos, se impone la sabiduría de los mismos.
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