Panamá
Turismo: Alternativas a Miraflores
- Jaime Figueroa Navarro
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- Columnista
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A partir de un viaje hace muchos años, donde hilvanamos el corazón de Europa durante cinco semanas, cubriendo una docena de países, aprendimos una lección que redunda en nuestro anual quijoteo por variadas latitudes.
Si bien es cierto que se saborea más a fondo el destino alquilando un auto y trazando un mapa de ciudades, hoteles y sitios de visita obligatorios, la subidera y bajadera en hoteles, abriendo y cerrando maletas y el costo de las multas por ignorancia, como ejemplo, circulando en plazas prohibidas al tránsito vehicular, como nos ocurrió en Verona, Italia, el pueblo de Romeo y Julieta, desgasta la cuantía de la experiencia, resultando al concluir las vacaciones en un estropeo, innecesario estrés, donde en vez de descansar retornamos al istmo molidos, con inmensas ojeras y bolsillos vacíos.
Lo que se escruta en un destino, al fin y al cabo, es una portentosa experiencia que trasfigure el antes y después de nuestra jornada, que sirva como cuento para compartir con los nietos, que les plasme un panorama que les deje absortos y deseosos de recrear lo mismo.
En esta época de la inteligencia artificial, siempre vislumbro lo que es y en lo que se puede transformar nuestro turismo istmeño, tratando de rascar los cerebritos de funcionarios dediparados, que con sus liliputienses libritos escabullen el progreso, rodeados de complacientes botellas quienes aplauden vigorosamente cada uno de sus respiros.
Después de todo, la creatividad forja las disparidades entre las experiencias que subrayamos en los diversos destinos que visitamos. Como ejemplo, hace un par de años durante un crucero desde Seattle a Miami donde cruzamos el canal con la sola intención de transitar sus nuevas esclusas para vivir la majestuosidad de aquella experiencia, durante una escala en Cabo San Lucas, México, participamos en una muy simpática excursión, un cautivador safari sobre los lomos de camellos en las playas del Rancho Tierra Sagrada.
Allí brotó la creatividad del turismo azteca, años luz por delante del nuestro, donde un visionario empresario presenta esta experiencia al turista como alternativa viable a una visita a Egipto. En un artículo fragüé la semilla, aún no germinada, sobre la posibilidad de un emprendimiento similar en las playas de Veracruz, porque aquí concebimos hoteles sin saber a ciencia cierta cómo optimizar sus niveles de ocupación, concibiendo magnetos de turismo que engrosen las actuales raquíticas cifras de visitantes.
Asimismo, como ejemplo, visualizamos la remodelación de Panamá La Vieja para que el turista en vez de visitar unas ruinas hartas en telarañas, puedan concebir la vida durante la colonia, con espectaculares programas de Son et Lumière tal cual se escenifican en los castillos del río Loire, al sur de París, con un trasfondo de galeones como aquellos que transportaban el oro desde el Perú, utilizando uno que otro como restaurante, subrayando la vivencia del visitante, creando una fascinación más allá de Disney o Las Vegas.
La extraordinaria película narrada por Morgan Freeman en el teatro IMax del Centro de Visitantes de Miraflores del canal de Panamá es un vívido ejemplo de un emprendimiento que enaltece su majestuosidad. Pero el canal ha cambiado radicalmente posterior al proyecto de expansión del canal. Entonces hay que cranear el complemento a un Miraflores del siglo gringo hacia un Cocolí que permita al visitante plasmar de cerca el impresionante tránsito de las colosales embarcaciones, los mastodontes de los mares, que resalte nuestra obra, la panameña, hazaña que nos corona como los fenicios del siglo XXI, para acallar de una vez por todas las fanfarronadas de un líder mundial que pretende apoderarse de nuestra razón de ser.
Existen alternativas como el centro de visitantes de Agua Clara y el recién inaugurado mirador de las esclusas de Gatún, pero eso allá a la distancia no se compara, y que nadie me diga lo opuesto, al impacto de Cocolí, que está aquí, cerquitita de todo, y lo digo por experiencia propia y los prolíficos testimonios de cruceristas posterior al tránsito del canal.
Panamá debiese crear un grupo consultivo de mentes creativas que tomen la batuta en emprendimientos turísticos que analicen lo que tenemos y lo que bien podría ser, seleccionados por su savia, por su quijotear el mundo y no por contactos políticos o afectos al poder. ¡Zapatero a tu zapato!
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