Un yakuza llamado Fujimori

Analista internacional

Al principio Fujimori parecía un fervoroso de la revolución Meiji, un supérstite del movimiento que, a fines del siglo XIX, abolió el feudalismo y fomentó la modernización del Japón. Fue el primer candidato presidencial que en su programa colocó la palabra tecnología. Después, encubriendo su indigencia intelectual, usurpó el programa liberal de Vargas Llosa. Su meta real era tentar un puesto en el Senado y no a la Presidencia de la República. Llegó al cargo por carambola. No por virtudes políticas, sino porque los partidos de oposición - Apra, Izquierda Unida - cometieron la estupidez de darle sus votos en la segunda vuelta electoral, sólo para que no ganara el novelista.
A menudo oposición es antónimo de raciocinio. Debo reconocer, como comentarista político, que me fue difícil, al principio, definir un patrón de análisis sobre Fujimori.
Hijo de japoneses por padre y madre, el lugar preciso de su nacimiento no es un enigma. Su progenitora lo alumbró en el barco en que viajó la familia del Japón al Perú. ¿ En qué punto exacto del Océano Pacífico? ¿ Dentro del radio de las 200 millas reconocido como zona territorial por el Perú? En el año en el que él nació, no se había declarado el mar territorial de 200 millas. Sin esa precisión territorial, indudablemente el capitán del barco japonés inscribió al niño de altamar como hijo de japoneses.
Hoy, él ha reconocido la versión que negó maliciosamente: tiene nacionalidad japonesa debido a que sus padres lo inscribieron en el registro de las familias de su pueblo natal, Kanamoto, y no hizo en la mayoría de edad ningún trámite para optar por la nacionalidad peruana.
Hoy advierto que si se ubica a Fujimori en el contexto japonés, todo se aclara. Insertar a Fujimori en la historia política peruana es reducir al absurdo la proposición. Carece de antecedentes republicanos; nunca firmó una declaración de contenido político ni como estudiante ni como docente; no militó en partidos políticos. Jamás dio indicios de la más tenue preocupación ciudadana.
Poco antes de aparecer en el escenario, convenció al presidente Alan García para que le dieran un programa en el canal del estado en horario estelar, en donde peroró en forma insignificante. Conozco el episodio: por coincidencia yo estaba en la oficina de Alfredo Schiantarelli, director del Canal 7, cuando García llamó por teléfono y le ordenó que incluyeran aquel olvidable programa. Al finalizar la llamada desde palacio de gobierno, el perplejo Schiantarelli me preguntó: "¿Quién es Fujimori? Me ordenan que le dé un espacio en hora estelar".
La historia, en realidad, ha regresado al punto de partida. Japonés por nacimiento, nacionalidad e idiosincrasia, Fujimori ha vuelto a su hogar ancestral. No puede negarse que, aplicando el oportunismo que identifica su existencia, se ha refugiado en Kanamoto para que no lo extradite la justicia peruana y responda por sus versátiles fechorías.
El es nipón por los cuatro costados. Pero su visión del mundo no es la de un japonés del siglo XX, honorable, imaginativo y tecnofílico, sino la de un turbio campesino feudal de horca y cuchillo, anterior a la Revolución Meiji. Su concepción mafiosa de la vida y la política lo identifican como un yakuza, adepto al soborno, la extorsión, el crimen, el deshonor. ¿Qué impide que un yakuza militante, sin patria ni principios morales, tenga un lugarteniente corrupto a la máxima potencia, compre armamento chatarresco a precio inflado con el país en estado bélico, dilapide el producto de la venta de las empresas del Estado, organice escuadrones de asesinos con uniforme, ordene la ejecución extrajudicial de guerrilleros que se rindieron en la toma de la embajada de Japón, envilezca las fuerzas armadas con coimas y crímenes, pignore legisladores, ponga a precio las sentencias de jueces y magistrados, enfangue, en definitiva, a un país que no es el suyo?
Yerran los peruanos en exigir su retorno al país. Déjenlo en su pueblo. El ha cumplido como un fiel yakuza. Tiene derecho a reintegrarse a la banda que por una década desmanteló al Perú.