Opinión
Una advertencia y un deseo
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Nosotros, usted, podemos convertirnos en asesinos de la honra y dañar toda una carrera, profesión, futuro y vida familiar de una persona.

La advertencia tiene que ver con su lengua, que puede convertirse en asesina de la fama y el buen nombre de su próximo, de perjuicios letales para la víctima, y en consecuencias fatales para usted, para cualquiera de nosotros que usemos de manera vil nuestras palabras para destrozar una persona dañándola en su integridad moral.
Así hicieron con nuestro señor Jesucristo, al que acusaron de bebedor y borracho, de subversivo y enemigo del César, blasfemo y el mismo Belcebú en persona, y al que con eso hicieron que el imperio romano lo condenara a muerte.
Nosotros, usted, podemos convertirnos en asesinos de la honra y dañar toda una carrera, profesión, futuro y vida familiar de una persona, si vertemos como vómito podrido nuestras calumnias en la mente de los demás, ocasionando animadversión de las personas contra alguien en particular, ocasionando daños irreparables en su buen nombre.
Esas palabras suyas que distorsionan la verdad, que manchan la imagen pública o privada de una persona, que son como heridas de un puñal en la espalda de alguien, pueden ser mortales. Impiden que la persona se desenvuelva en su trabajo, repercute en sus amistades y aún podrían llegar al círculo íntimo familiar de alguien.
Puede que ocasionen la crisis conyugal de una pareja, creando sospechas en el cónyuge que ocasionen la ruptura de un matrimonio. O que produzcan la división y enemistad de amigos, compañeros o colegas. O que produzcan la caída de un líder, jefe o responsable de gremio, asociación o de cualquier institución.
Cuánto daño se ha hecho en la historia por las lenguas venenosas, envidiosas, vengativas y mediocres que se ensañan en personas inocentes, generalmente muy vulnerables y sin defensa real, y que han sido destruidas en su fama.
Y que inclusive han terminado presas o hasta condenados a muerte por la maldad de gente sin escrúpulos. La mentira se convierte en su arma preferida y el diablo los inspira para crear la historia convincente que provoque la reacción de dañar, de destruir a la víctima de la manera más injusta y despiadada.
Nosotros debemos pensar antes de decir algo. Y si lo que voy a decir puede ocasionar un daño en la fama de otra persona, preguntarme si lo que digo tiene fundamento, pruebas reales y si hará algún bien en decirlo. Preguntarme en las consecuencias de lo que diré.
Y si fuera cierto, lo ideal es acercarme a la persona y conversar sobre el tema para que se corrija. Si la persona no hace caso, entonces se procede a informar a quien pueda hacer algo sobre el asunto. Pero lo que no se puede es andar por ahí de la manera más irresponsable y alegre, hablando mal de las personas. Dios nos juzgará por todo eso.
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