Ver en todo a Dios
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Hay que acostumbrarse a ver en todo a Dios. En los acontecimientos positivos, en los negativos, en las personas, no importa quiénes sean, en la naturaleza, en las obras de arte, música, escultura, literatura, pintura. Porque Dios está en todo, aunque lo supera y trasciende de manera infinita. Nada ni nadie es Dios, solo Él. Y solo Él se basta a sí mismo, no necesita de nadie, no depende de nadie ni de nada. Él en sí mismo es el Todo, Absoluto, Pleno, Todopoderoso y Eterno. No tiene ni comienzo ni fin. Su sabiduría no tiene límites. Su providencia todo lo tiene fundamentado. Sostiene el universo entero y sigue creando el mundo. Está en todas partes y en cada situación y en el momento más simple y sencillo de la historia. Todo para Él es importante y tiene un sentido en Él.
Es cuestión de tener ojos para ver con la iluminación del Espíritu, y así contemplarlo en toda la manifestación de la naturaleza, desde la hierba que crece, los arbustos y grandes árboles, las montañas más empinadas, los ríos más caudalosos y las quebradas más pequeñas, los mares y las nubes, y en toda especie de animales. Desde un gusano a un leopardo, un elefante y un lobo, un perro y un águila, en todo y en todos hay manifestación divina, está la mano creadora de Dios, su inteligencia suprema, su poder infinito, su grandeza celestial.
Dios está igual presente en la basílica más grande y en la ermita y capilla más pequeña de una montaña, tanto en el Sagrario como en la celebración de la Eucaristía. Su presencia real está de igual manera en el corazón de la viejita analfabeta de un pobre pueblo, como en un santo, o en un Papa. De la misma manera. Dios no puede estar más presente en uno que en otro. Dios es el totalmente pleno, el que es infinitamente el mismo, absolutamente perfecto, completo, y así está en cada uno de nosotros. Otra cosa es que unos lo vivan más conscientemente y otros no. Inclusive que algunos rechacen su presencia.
Dios está en los momentos que sentimos más felicidad igual que en los más tristes. Y en los más negativos está ahí participando de nuestro dolor, llevando con nosotros el peso de la cruz del sufrimiento, purificándonos, fortaleciéndonos. Dios está llevando a la humanidad hacia la plenitud de gozo en el cielo, pasando por este valle de lágrimas, caminando junto a nosotros sin jamás dejarnos. Dios está a nuestro lado. Es cuestión de tener ojos para ver. Eso solo con fe.
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