¿Y la modernidad educativa?
Publicado 2001/08/09 23:00:00
- Pablo Antonio Thalassinos
Al igual que el resto de las naciones, creemos firmemente que la Educación es la base del Desarrollo Nacional y que es el medio por el cual modernizamos la sociedad y el Estado. También es la vía para formar los recursos humanos que se requieren para alcanzar las metas económicas y sociales que debe satisfacer todo gobierno. Además y principalmente, es el instrumento esencial para la superación continua de las personas y el recurso por excelencia de las instituciones y las organizaciones, que conforman la República.
Que la educación sea un factor esencial, es sabido desde antaño. Sin embargo, las características del nuevo orden internacional y los nuevos paradigmas en lo científico y lo tecnológico, han generado importantes transformaciones, en la producción y el intercambio, lo que han implicado que en materia de competitividad, eficiencia y eficacia, el recurso humano debe ser objeto de nuevas perspectivas en su formación y en la calidad de su hacer y pensar.
Como parte de los hechos históricos que caracterizan los actuales momentos, los países industrializados y los países en vía de desarrollo, han articulado estrategias para elevar la calidad de sus sistemas educativos, lo que han configurado en el ámbito mundial, una ideología de gobierno que prioriza el mejoramiento de la educación, como tarea inmediata y fundamental. Así mismo, los organismos internacionales, muestran gran interés por los cambios educativos y favorables posturas hacia las inversiones en este sector.
Hoy la sociedad plena siente que si cambiamos la Educación, podemos cambiar el futuro. Lo tenemos que hacer, porque es inocultable que existe inequidad educativa, lo que permite que la educación que recibe parte de nuestra niñez y juventud sea superior a la que reciben otros niños y jóvenes, también panameños.
Existe una débil calidad de la educación, que se da como consecuencia de una estructura académica disfuncional, que tenemos que modificar, si queremos dar los pasos necesarios para avanzar en el siglo XXI.
Conscientes de esta situación, durante nuestra gestión al frente del Ministerio de Educación, en el quinquenio pasado, elaboramos un Proyecto Decenal de la Modernización de la Educación Panameña, cuya importancia fue plasmada en la firma del Gran Pacto Nacional, en donde luego de intensas consultas, sectores representativos de la sociedad se comprometieron a "tomar parte en la consulta y someter a discusión pública la Estrategia Decenal de Modernización de la Educación Panameña". ¿Qué hemos seguido haciendo como sociedad y Gobierno durante estos dos años? Hoy urge que retomemos la gran tarea de modernizar la Educación de nuestro país.
Las políticas para modernizar la Educación, requieren como estrategia, democratizar el acceso y la permanencia de la población en el sistema educativo, mejorar continuamente la calidad de la educación, atender las necesidades e intereses de la niñez y la juventud e impulsar una gestión moderna, basada en la planificación y en la toma de decisiones descentralizadas, que permitan la desconcentración del sistema. Debemos promover la participación y la concertación educativa, porque la educación es un problema de todos y entre todos tenemos que encontrar las soluciones.
Los procesos que el mundo han vivido en las últimas décadas, han impactado nuestras sociedades, con extraordinaria fuerza y a velocidades tales, que los hechos no han dado tiempo para discernir la esencia de su naturaleza y hemos caminado, hacia la consecución de fines, sin la debida y pausada meditación que su trascendencia amerita.
La globalización de la economía, la regionalización de los mercados, la insurgencia de nuevos mecanismos internacionales de cooperación y coordinación, la nueva configuración geopolítica, conjuntamente con el enorme avance científico y tecnológico, se constituyen en elementos de gran trascendencia en la forma en que debemos enfrentar este nuevo siglo XXI.
El mundo sin fronteras está exigiendo calidad y la competitividad y la eficiencia, está creando parámetros que toman cada vez más difícil la valoración de los productos y reconocimiento de nuestros recursos. En algunos casos, hemos entendido que no podremos hacer frente a los nuevos retos, si no consolidamos bloques de intereses comunes o nos agrupamos para cubrir las debilidades propias mediante una asociación que auspicie el intercambio de riquezas y de bienes y servicios, sobre la base de normas de equidad y solidaridad.
Muchas de nuestras sociedades son vulnerables. Poseen economías débiles, dependientes, demasiado abiertas, como para poder protegerse de los nuevos mecanismos internacionales de interacción económica y política.
Por años, hemos afincado, de buena fe, la defensa del nacionalismo como vía para proteger la autonomía, la identidad y la cultura de nuestras repúblicas. Fuertes políticas de seguridad nacional, crearon la concepción de que eran necesarias fronteras bien delimitadas, con severos controles en el flujo de mercancías y personas. Hoy nuevos esquemas delinean nuevos modelos, la preocupación parece desplazarse de la seguridad humana y tal como dice el Informe sobre Desarrollo Humano de 1994 (PNUD): "La misma velocidad con que se han unificado el mundo también ha traído, en forma desvastadoramente repentina, muchos problemas hasta el umbral de nuestras puertas". Estamos frente a la necesidad de disponer de un nuevo paradigma de desarrollo y de un nuevo modelo de interrelación entre los Estados.
El paradigma de desarrollo debe, a nuestro entender, centrar la atención en los seres humanos, más que en los indicadores económicos. Debe fomentar un desarrollo sostenible que promueva la equidad social, que garantice una mejor distribución de los beneficios de la producción, que promueva el empleo, la educación y la salud. Que garantice el respeto de los derechos humanos y establezca mecanismos que preserven los ecosistemas. Una sociedad que excluya por principio cualquier forma de racismo, sexismo y cualquier forma de discriminación a las potencialidades del ser humano.
Desde el punto de vista de la nueva relación que debe configurar la interacción entre los Estados, compartimos el criterio expresado por el PNUD, al señalar que debemos establecer nuevas pautas de cooperación, y: "En esa nueva concepción, la coparticipación económica se basará en los intereses compartidos y no en la caridad, se entablarán relaciones de cooperación en lugar de crearse enfrentamientos; se compartirán equitativamente las oportunidades de los mercados y no se establecerán medidas proteccionistas. Se adoptará un internacionalismo de vastos alcance y no un nacionalismo recalcitrante".
En principio diríamos que sólo será posible integrarnos, si somos conscientes de nuestras coincidencias y también de nuestras diferencias.
El conocimiento y el aprendizaje tienen nuevas características. Las redes de información, las autopistas del conocimiento, las tecnologías y los nuevos procesos interactivos, abren un panorama cuya característica fundamental es el flujo continuo de ideas, conceptos y datos. Es en verdad un mundo sin fronteras, donde la presencia y los aportes de cada uno de nosotros puede enriquecer el mundo de los otros. Los avances que logremos en la enseñanza, en los contenidos, en los métodos, servirán sin lugar a dudas de elemento integrador. La educación puede hoy en día, nutrirnos de experiencias comunes, pues los éxitos y beneficios pueden, con las restricciones propias de cada sociedad, enriquecer los universos nacionales, sin alterar las identidades que le son propias. Los métodos de enseñanza, la planificación, la elaboración curricular, la modernización y la búsqueda de calidad, son todos temas que podemos compartir y servir a los objetivos de integrarnos.
Si la educación, tal como la estamos concibiendo, está abandonando los mecanismos repetitivos y los procesos memoristas, por modelos donde aspiramos a generar conocimientos; y buscamos la formación de actitudes, de valores y estamos de acuerdo en éstos, la educación sin duda, debe en los próximos lustros, contribuir a la formación de un hombre con mayor sentido de identidad nacional y autonomía. Creemos fehacientemente, que de darse estos procesos, el reforzamiento de nuestros elementos comunes, propiciará el desarrollo de una nueva generación, más abierta, más interesada en el diálogo y en el internacionalismo, y en consecuencia mucho más proclive el cultivo de acciones integracionistas.
El mundo tiene un nuevo perfil y también nuevos paradigmas orientan las relaciones de la aldea global. En este marco, la educación de los recursos humanos, se ha constituido en el objetivo esencial de casi todos los países. Esta educación, a la par de exigir elevadas calidades en la instrucción científica y tecnológica, reconoce la necesidad de que la misma sea acompañada de una sólida y vigorosa formación axiológica.
Valores, ciencia, vocación social, sentimiento de respeto, dignidad, amor por las cosas nuestras, constancia en la lucha por ideales, perseverancia por alcanzar metas, son componentes esenciales del curriculum vital que necesitamos, para lograr consolidar un ser humano, que además de capaz y eficiente, sea fuente de riqueza espiritual.
Estamos viviendo experiencias sorprendentemente comunes. Grandes masas ven los mismos programas de televisión, escuchan la misma música, cantan las mismas canciones, juegan con los mismos puntos de vista que les llegan de los dominios de las grandes empresas informativas. El balance final del impacto que esto significa en nuestras sociedades aún está por verse. Quizás hemos estado desprevenidos y ocasiones como éstas nos permiten el tiempo y la oportunidad para reflexionar, o al menos mencionar algunos aspectos cuya vigencia se nos precipita cada día con mayor fuerza.
Es difícil, en tan breve espacio, ir más allá de presentar consideraciones generales. Al final nuestro máximo interés es expresar nuestro nivel de preocupación sobre la forma como debemos enfrentar situaciones que son el pan de cada día, en el mundo de los problemas que viven nuestras naciones. Pero para llevarlo adelante, es necesario que hagamos nuestro, nuevamente, un proyecto educativo que sea re-diseñado, si se quiere, por el Gobierno y la sociedad civil, pero apto para este siglo veintiuno. Si cambiamos la Educación, cambiamos el futuro.
El futuro, como he expresado en otras ocasiones, se construye. Para lograr que sea así, es necesario que todos participemos. Pero especialmente los docentes porque la educación es su campo de acción y de vida. Maestros y profesores no pueden sustraer su necesaria presencia de los debates que se realizan en torno a los asuntos educativos.
La aparente apatía, o la focalización de las acciones de los gremios de maestros y profesores, sólo en algunos temas coyunturales, debe ser superada por una actitud generalizada de compromiso consistente con una concepción holística de nuestra problemática educativa.
Este es el tipo de docente que la sociedad panameña desea tener. Por eso solicito a todos los educadores panameños a que asumamos la responsabilidad histórica que nos compete, y que nos pongamos a la vanguardia de las transformaciones educativas del país. También anhelamos, que los jóvenes que vivirán en este nuevo milenio encuentren en los procesos educativos, un espacio natural para la formación ciudadana, el desarrollo del espíritu crítico, la imaginación y la creatividad; la apropiación del conocimiento científico y tecnológico, así como para que incorporen los valores, el respeto a nuestras tradiciones y costumbres y una conducta ética y moral socialmente aceptable.
Como ex ministro de Educación y educador le pido a los jóvenes estudiantes de mi país, que no declinen su idealismo, ni pierdan su capacidad de motivarse con las causas justas; pero a la vez que no olviden que su participación debe ser responsable y manifestarse dentro del respeto que merecen los otros; con la convicción de que lo que hacen, es el resultado de un análisis sereno e ilustrado de la situación y que sus acciones están encaminadas a ofrecer aportes importantes para lograr la modernización del sistema educativo.
Que la educación sea un factor esencial, es sabido desde antaño. Sin embargo, las características del nuevo orden internacional y los nuevos paradigmas en lo científico y lo tecnológico, han generado importantes transformaciones, en la producción y el intercambio, lo que han implicado que en materia de competitividad, eficiencia y eficacia, el recurso humano debe ser objeto de nuevas perspectivas en su formación y en la calidad de su hacer y pensar.
Como parte de los hechos históricos que caracterizan los actuales momentos, los países industrializados y los países en vía de desarrollo, han articulado estrategias para elevar la calidad de sus sistemas educativos, lo que han configurado en el ámbito mundial, una ideología de gobierno que prioriza el mejoramiento de la educación, como tarea inmediata y fundamental. Así mismo, los organismos internacionales, muestran gran interés por los cambios educativos y favorables posturas hacia las inversiones en este sector.
Hoy la sociedad plena siente que si cambiamos la Educación, podemos cambiar el futuro. Lo tenemos que hacer, porque es inocultable que existe inequidad educativa, lo que permite que la educación que recibe parte de nuestra niñez y juventud sea superior a la que reciben otros niños y jóvenes, también panameños.
Existe una débil calidad de la educación, que se da como consecuencia de una estructura académica disfuncional, que tenemos que modificar, si queremos dar los pasos necesarios para avanzar en el siglo XXI.
Conscientes de esta situación, durante nuestra gestión al frente del Ministerio de Educación, en el quinquenio pasado, elaboramos un Proyecto Decenal de la Modernización de la Educación Panameña, cuya importancia fue plasmada en la firma del Gran Pacto Nacional, en donde luego de intensas consultas, sectores representativos de la sociedad se comprometieron a "tomar parte en la consulta y someter a discusión pública la Estrategia Decenal de Modernización de la Educación Panameña". ¿Qué hemos seguido haciendo como sociedad y Gobierno durante estos dos años? Hoy urge que retomemos la gran tarea de modernizar la Educación de nuestro país.
Las políticas para modernizar la Educación, requieren como estrategia, democratizar el acceso y la permanencia de la población en el sistema educativo, mejorar continuamente la calidad de la educación, atender las necesidades e intereses de la niñez y la juventud e impulsar una gestión moderna, basada en la planificación y en la toma de decisiones descentralizadas, que permitan la desconcentración del sistema. Debemos promover la participación y la concertación educativa, porque la educación es un problema de todos y entre todos tenemos que encontrar las soluciones.
Los procesos que el mundo han vivido en las últimas décadas, han impactado nuestras sociedades, con extraordinaria fuerza y a velocidades tales, que los hechos no han dado tiempo para discernir la esencia de su naturaleza y hemos caminado, hacia la consecución de fines, sin la debida y pausada meditación que su trascendencia amerita.
La globalización de la economía, la regionalización de los mercados, la insurgencia de nuevos mecanismos internacionales de cooperación y coordinación, la nueva configuración geopolítica, conjuntamente con el enorme avance científico y tecnológico, se constituyen en elementos de gran trascendencia en la forma en que debemos enfrentar este nuevo siglo XXI.
El mundo sin fronteras está exigiendo calidad y la competitividad y la eficiencia, está creando parámetros que toman cada vez más difícil la valoración de los productos y reconocimiento de nuestros recursos. En algunos casos, hemos entendido que no podremos hacer frente a los nuevos retos, si no consolidamos bloques de intereses comunes o nos agrupamos para cubrir las debilidades propias mediante una asociación que auspicie el intercambio de riquezas y de bienes y servicios, sobre la base de normas de equidad y solidaridad.
Muchas de nuestras sociedades son vulnerables. Poseen economías débiles, dependientes, demasiado abiertas, como para poder protegerse de los nuevos mecanismos internacionales de interacción económica y política.
Por años, hemos afincado, de buena fe, la defensa del nacionalismo como vía para proteger la autonomía, la identidad y la cultura de nuestras repúblicas. Fuertes políticas de seguridad nacional, crearon la concepción de que eran necesarias fronteras bien delimitadas, con severos controles en el flujo de mercancías y personas. Hoy nuevos esquemas delinean nuevos modelos, la preocupación parece desplazarse de la seguridad humana y tal como dice el Informe sobre Desarrollo Humano de 1994 (PNUD): "La misma velocidad con que se han unificado el mundo también ha traído, en forma desvastadoramente repentina, muchos problemas hasta el umbral de nuestras puertas". Estamos frente a la necesidad de disponer de un nuevo paradigma de desarrollo y de un nuevo modelo de interrelación entre los Estados.
El paradigma de desarrollo debe, a nuestro entender, centrar la atención en los seres humanos, más que en los indicadores económicos. Debe fomentar un desarrollo sostenible que promueva la equidad social, que garantice una mejor distribución de los beneficios de la producción, que promueva el empleo, la educación y la salud. Que garantice el respeto de los derechos humanos y establezca mecanismos que preserven los ecosistemas. Una sociedad que excluya por principio cualquier forma de racismo, sexismo y cualquier forma de discriminación a las potencialidades del ser humano.
Desde el punto de vista de la nueva relación que debe configurar la interacción entre los Estados, compartimos el criterio expresado por el PNUD, al señalar que debemos establecer nuevas pautas de cooperación, y: "En esa nueva concepción, la coparticipación económica se basará en los intereses compartidos y no en la caridad, se entablarán relaciones de cooperación en lugar de crearse enfrentamientos; se compartirán equitativamente las oportunidades de los mercados y no se establecerán medidas proteccionistas. Se adoptará un internacionalismo de vastos alcance y no un nacionalismo recalcitrante".
En principio diríamos que sólo será posible integrarnos, si somos conscientes de nuestras coincidencias y también de nuestras diferencias.
El conocimiento y el aprendizaje tienen nuevas características. Las redes de información, las autopistas del conocimiento, las tecnologías y los nuevos procesos interactivos, abren un panorama cuya característica fundamental es el flujo continuo de ideas, conceptos y datos. Es en verdad un mundo sin fronteras, donde la presencia y los aportes de cada uno de nosotros puede enriquecer el mundo de los otros. Los avances que logremos en la enseñanza, en los contenidos, en los métodos, servirán sin lugar a dudas de elemento integrador. La educación puede hoy en día, nutrirnos de experiencias comunes, pues los éxitos y beneficios pueden, con las restricciones propias de cada sociedad, enriquecer los universos nacionales, sin alterar las identidades que le son propias. Los métodos de enseñanza, la planificación, la elaboración curricular, la modernización y la búsqueda de calidad, son todos temas que podemos compartir y servir a los objetivos de integrarnos.
Si la educación, tal como la estamos concibiendo, está abandonando los mecanismos repetitivos y los procesos memoristas, por modelos donde aspiramos a generar conocimientos; y buscamos la formación de actitudes, de valores y estamos de acuerdo en éstos, la educación sin duda, debe en los próximos lustros, contribuir a la formación de un hombre con mayor sentido de identidad nacional y autonomía. Creemos fehacientemente, que de darse estos procesos, el reforzamiento de nuestros elementos comunes, propiciará el desarrollo de una nueva generación, más abierta, más interesada en el diálogo y en el internacionalismo, y en consecuencia mucho más proclive el cultivo de acciones integracionistas.
El mundo tiene un nuevo perfil y también nuevos paradigmas orientan las relaciones de la aldea global. En este marco, la educación de los recursos humanos, se ha constituido en el objetivo esencial de casi todos los países. Esta educación, a la par de exigir elevadas calidades en la instrucción científica y tecnológica, reconoce la necesidad de que la misma sea acompañada de una sólida y vigorosa formación axiológica.
Valores, ciencia, vocación social, sentimiento de respeto, dignidad, amor por las cosas nuestras, constancia en la lucha por ideales, perseverancia por alcanzar metas, son componentes esenciales del curriculum vital que necesitamos, para lograr consolidar un ser humano, que además de capaz y eficiente, sea fuente de riqueza espiritual.
Estamos viviendo experiencias sorprendentemente comunes. Grandes masas ven los mismos programas de televisión, escuchan la misma música, cantan las mismas canciones, juegan con los mismos puntos de vista que les llegan de los dominios de las grandes empresas informativas. El balance final del impacto que esto significa en nuestras sociedades aún está por verse. Quizás hemos estado desprevenidos y ocasiones como éstas nos permiten el tiempo y la oportunidad para reflexionar, o al menos mencionar algunos aspectos cuya vigencia se nos precipita cada día con mayor fuerza.
Es difícil, en tan breve espacio, ir más allá de presentar consideraciones generales. Al final nuestro máximo interés es expresar nuestro nivel de preocupación sobre la forma como debemos enfrentar situaciones que son el pan de cada día, en el mundo de los problemas que viven nuestras naciones. Pero para llevarlo adelante, es necesario que hagamos nuestro, nuevamente, un proyecto educativo que sea re-diseñado, si se quiere, por el Gobierno y la sociedad civil, pero apto para este siglo veintiuno. Si cambiamos la Educación, cambiamos el futuro.
El futuro, como he expresado en otras ocasiones, se construye. Para lograr que sea así, es necesario que todos participemos. Pero especialmente los docentes porque la educación es su campo de acción y de vida. Maestros y profesores no pueden sustraer su necesaria presencia de los debates que se realizan en torno a los asuntos educativos.
La aparente apatía, o la focalización de las acciones de los gremios de maestros y profesores, sólo en algunos temas coyunturales, debe ser superada por una actitud generalizada de compromiso consistente con una concepción holística de nuestra problemática educativa.
Este es el tipo de docente que la sociedad panameña desea tener. Por eso solicito a todos los educadores panameños a que asumamos la responsabilidad histórica que nos compete, y que nos pongamos a la vanguardia de las transformaciones educativas del país. También anhelamos, que los jóvenes que vivirán en este nuevo milenio encuentren en los procesos educativos, un espacio natural para la formación ciudadana, el desarrollo del espíritu crítico, la imaginación y la creatividad; la apropiación del conocimiento científico y tecnológico, así como para que incorporen los valores, el respeto a nuestras tradiciones y costumbres y una conducta ética y moral socialmente aceptable.
Como ex ministro de Educación y educador le pido a los jóvenes estudiantes de mi país, que no declinen su idealismo, ni pierdan su capacidad de motivarse con las causas justas; pero a la vez que no olviden que su participación debe ser responsable y manifestarse dentro del respeto que merecen los otros; con la convicción de que lo que hacen, es el resultado de un análisis sereno e ilustrado de la situación y que sus acciones están encaminadas a ofrecer aportes importantes para lograr la modernización del sistema educativo.
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