Panamá
¿Y qué vas a regalar?
- Mons. Rómulo Emiliani cmf
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Cada vez que aparece una fiesta como la Navidad viene la pregunta: ¿Y qué le voy a regalar? Es una vieja costumbre y se hace obligatoria cuando hay niños en la casa. Y hay casos donde se gasta mucho dinero comprando valiosos y caros regalos. Los niños aprecian a su manera los juguetes, terminando algunos jugando con las grandes cajas de cartón de los mismos, pensando dentro de ellas que están en una cueva huyendo de los dragones, o navegando una nave espacial. Y los juguetes quedan en una esquina olvidados. Pero permítame decirle que en la Navidad es Dios quien nos hace el regalo más grande: Él mismo en la segunda persona de la Santísima Trinidad se hace hombre y se queda con nosotros para siempre. Es el Dios con nosotros, el Enmanuel, que vive como nosotros todo menos el pecado, y en nosotros carga con nuestros pecados, muere en una cruz pagando el precio de nuestro rescate y resucita llevándonos con nosotros al cielo. Por su gracia hemos sido salvados, aunque el mal uso de nuestra libertad puede impedir nuestra redención.
Y al primero que debemos regalar en la Navidad es al mismo Dios, quien está en el niño Jesús y celebra su cumpleaños. Él es el homenajeado, el festejado. Y el mejor regalo nuestro es ser el mejor hijo de Dios posible, viviendo las bienaventuranzas, cumpliendo su divina voluntad, siendo testigos del Reino, construyendo un mundo nuevo. Y al segundo a quien debemos regalar es a nuestra familia, y el mejor regalo es ser el mejor padre o madre, esposa o esposo, hijo o hija; ser lo mejor de uno mismo para todos ellos. ¿De qué vale dar regalos si somos pésimas personas, haciendo sufrir a los demás, dejando de cumplir con nuestras obligaciones familiares y dañando toda relación interpersonal?
El mundo le regala a Dios en esta navidad guerras que no acaban, consumo de licor y drogas que hacen tanto estrago, hambre provocada por las injusticias, ruptura de lazos conyugales y familiares, inmoralidad y desenfreno sexual con sus desviaciones más depravadas y una indiferencia a todas las cosas de Dios. El mundo sigue su camino hacia el abismo, con la loca idea de que tiene el dominio de todo, ya sea por su avance tecnológico o porque tiene la ilusión de estar creando un superhombre. Cuando la tecnología viene de la inteligencia del hombre creado por Dios y del tal superhombre la muerte al final le enseña que polvo es y en nada se convierte. Sólo Dios es el que es y nos da como regalo su propio ser.

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