Alteraciones del Dariel es un tesoro literario de los hijos autóctonos del istmo de Panamá
Publicado 1999/07/09 23:00:00
- Yessika Valdés
"....desde el primer canto de ALTERACIONES DEL DARIEL, el lector advierte que cuando Páramo y Cepeda se inicia en la escritura del poema, hace rato se ha acriollado y, en esa medida, ha reconocido la diferencia profunda que hay entre los nativos americanos, los invasores -ya sean españoles, ya piratas al servicio de la Corona inglesa o francesa-, y los colonizadores. Por eso, es digno de reflexión observar cómo el autor escruta, en su profundidad, la geografía panameña y reconoce, además, la importancia de la biodiversidad del territorio y de las peculiaridades de las costumbres y creencias de los diversos grupos étnicos que ahí habitan: los indígenas (cunas y emberás), los mestizos y los descendientes de africanos (cimarrones y zambúes)", expresó la escritora panameña Gloria Guardia.
Las palabras de Gloria Guardia, de la Academia Panameña de la Lengua, Correspondiente de la Real Española y de la Colombiana de la Lengua, escritora panameña radicada en Bogotá, Colombia, se dieron durante conferencia que dictó el jueves de esta semana en el marco del Primer Congreso Internacional de Literatura Panameña: Literatura y Nación que se celebra hasta hoy sábado en nuestro país con la participación de connotados/as escritores/as y críticos/as literarios/as locales, de los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica.
ESCRUTANDO NUESTROS ORIGENES
Guardia siguió diciendo en su conferencia "Alteraciones del Dariel: poema fundacional de una realidad nueva", que: "Es así, pues, muy respetuosamente, casi amorosamente, como el poeta desvela un universo ante los ojos pasmados del lector, a medida que lo va fundando, que lo va eternizando con la palabra dándole las características que hoy definen la identidad panameña. Y es que el poeta hace surgir, convoca ante nosotros, árboles, ríos, frutos, aves, deidades, seres mágicos: un universo, en pocas palabras, que a fines de 1600 tal vez no detentaba aún su nombre en castellano y que Páramo y Cepeda se obstina en calificar, en bautizar, en denominar, forzando al lenguaje a americanizarse, a atrapar la turbulencia propia de la realidad de este inmenso continente, de esa tierra nuestra fecunda, donde él observa cómo, dentro de una naturaleza desmesurada, conviven mito y realidad, mudez y palabra, seres reales y seres fantásticos, divinidades y monstruos y donde los modelos estéticos europeos se van fundiendo con los americanos porque las mentes de los conquistadores, acostumbradas al exclusivismo, tienen que expandirse al verse obligadas a medírsela, a diario, con ríos de oro, perlas gigantescas, deslumbrantes plumajes, reptiles descomunales, mujeres indígenas de gran desenvoltura y belleza, hechiceros, caciques indígenas, además de una gran diversidad de flora y fauna: nuevas verdades, en fin, cuya extrañeza misma y múltiples aspectos sorprenden al poeta: un clérigo y militar cautivado por el paisaje y por sus habitantes; un artista que no pierde oportunidad para grabarlos en la memoria de nuestra identidad cultural, donde han quedado con los nombres que él los invocara hace un poco más de tres siglos y que fueran estudiados con esmero por el poeta e investigador nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez en su ensayo "Un vocabulario de indigenismos americanos".
En la obra, Juan Francisco de Páramo y Cepeda, jesuita español y comisario del Santo Oficio de la Inquisición del Siglo XVII, descubre a los/las lectores/as del Siglo XX "la importancia, la hermosura y la dignidad del legado del negro, del indio y del mestrizo; sí, de los habitantes que integran el cimiento donde descansa esa pirámide social que es esta tierra nuestra americana".
COSMOVISION DIALOGICA
"Se trata, pues, con Páramo y Cepeda, de un poeta decantado que ha llegado, a través de la convivencia con el otro, a una cosmovisión dialógica, tal como siglos más tarde la denominaría Bajtín. En efecto, estamos ante un hombre que se ha forjado, durante el transcurso de su vida en América, una percepción múltiple y dialogante de la alteridad y que no titubea en plasmarla a través de la yuxtaposición y de la contraposición de los nombres y de los atributos del mundo español y del americano. Y, así, este poeta español, tal como lo hiciera Juan de Castellanos en el Siglo XVI cuando redactara su magistral poemario ELEGIA DE VALORES ILUSTRES, no sólo modifica el destino del español, del criollo, del indio, del mestizo y del descendiente de africanos, sino altera y enriquece también la lengua española y la de indígena y la del negro al españolizar términos que él escucha, atento, y que transcribe fonéticamente en el poema, dando fe, una vez más, de lo dicho por Heidegger en su obra EL SER Y EL TIEMPO: "Allí donde hay lenguaje hay mundo". Porque la palabra poética -que es la palabra esencial- tiene en este libro (de esto no cabe la menor duda), el efecto de crear un nuevo mundo o de abrir una nueva dimensión del mundo".
EMPATIA LITERARIA
Según puntualizó la escritora, en la obra de Páramo y Cepeda hay otro aspecto que llama la atención, el coloquio cultural, "porque descubrimos que ahí, en el discurso poético, hay entendimiento, "no solamente entre los hablantes, sino también sobre aquello a lo que la palabra se refiere". Aquí y con Páramo y Cepeda se cumplen, pues, de manera cabal, las palabras de Hölderlin, retomada con lucidez por Heidegger, en el siglo XX. "Somos diálogo" insiste el filósofo alemán y es en esa unidad cuando y donde se cumple el llamado del lenguaje que "es perceptible solamente cuando los dioses salen de su mutismo y un mundo se revela.
TESORO LITERARIO
"Ahora bien", añade, "creo interesante resaltar en esta instancia el hecho de que el mundo que en este poemario nos confían los dioses -o sea, los amos de la poesía, tal como los califica Heidegger-, no es únicamente el de la mitología clásica o el de los conquistadores y guerreros españoles, o el de los piratas ingleses y franceses (a los que Páramo y Cepeda les concede, por cierto, un generoso espacio), sino también el de las divinidades indígenas: el de ese mundo mágico donde habitan los "leres" o hechiceros que controlan las fuerzas de la naturaleza, señoreando, así, sobre el firmamento de "lo real maravilloso"; esa piedra preciosa donde se sienta y se fundamenta lo más original y propio de la literatura iberoamericana".
Más adelante, en su intervención, Gloria Guardia manifestó que en este poemario "se ha fundado la intrahistoria panameña al nombrarse y así convocarse, en un mismo texto, el cruzamiento de etnias y creencias diferentes, del mito clásico y del legendario indígena. Porque es en este libro de Páramo y Cepeda donde, por ejemplo, un "lere" y una deidad cuna -Francisco y Alcidonio-, conviven por primera vez y con absoluta naturalidad con las divinidades del mundo clásico: con Apolo, con Marte y con Jano. Sí, a unos y a otros los vemos desplazarse, sin tropiezos, por el paisaje de la jungla darienita, donde una naturaleza exuberante actúa como trasfondo y es el hechizo que enciende la imaginación de lectores y actores; y donde la poesía -mejor dicho, la característica ambigüedad de ésta-, es lo que todo lo permite y al no establecer distinción entre lo real y lo imaginario, lo sensible y lo inteligible, lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo universal, lo europeo y lo americano. Porque no olvidemos: en el mundo poético, las leyes inexorables de la lógica y de la ciencia -las leyes cientificistas de la Modernidad logocéntrica-, no tienen vigencia y ahí se suprime, de una vez y para siempre, la tiranía del principio de la no -contradicción propia de los platónicos y de los cartesianos"
TIEMPOS DORADOS
Alteraciones del Dariel, puntualizó la escritora panameña, "permite mirar a Panamá en los tiempos verdes y dorados de su aurora y vislumbrar los innumerables hechos y personajes que tejieron aquel momento original: el más abigarrado, asombroso y vistoso de la reciente historia del mundo. Porque más allá de la epopeya, o del poema épico que tiene como trasfondo un hecho histórico, más allá de una estructura y escritura poética propia de un Barroco que linda ya en el Rococó, y más allá de las repeticiones tópicas de los lances de amor y de los desafíos que se perciben en la obra, lo que queda, en mi opinión, es el prodigio de la palabra auténtica, no utilizada como herramienta de representación, sino como elemento convocatorio de la verdad del Ser. Porque Páramo y Cepeda trae hacia nosotros con su verbo y con su pensamiento poético la verdad original, armoniosa y resonante del hombre y de la tierra panameña. Y lo hace, además, prodigiosamente, como memorial que se orienta hacia lo que invita a reflexionar".
Para concluir, la reconocida escritora, quien pertenece al Pen Club de Panamá, expresó su agradecimiento a Carlos Manuel Gasteazoro, Antonio Serrano de Haro y Héctor Orjuela, investigadores y críticos literarios que han hecho interesantes y profundos análisis de esta obra que permanecía enterrada en el olvido y constituye un importante documento histórico-literario que permite conocer y comprender nuestras raíces e idiosincracia como nación. Documento que gana importancia "este año de 1999 cuando concluye el milenio que transformó al mundo con el hallazgo, en 1492, de un continente que había pasado inadvertido por navegantes y cartógrafos de Occidente; cuando el canal interoceánico revierte a la tierra panameña que abrió sus entrañas para beneficiar al mundo".
Las palabras de Gloria Guardia, de la Academia Panameña de la Lengua, Correspondiente de la Real Española y de la Colombiana de la Lengua, escritora panameña radicada en Bogotá, Colombia, se dieron durante conferencia que dictó el jueves de esta semana en el marco del Primer Congreso Internacional de Literatura Panameña: Literatura y Nación que se celebra hasta hoy sábado en nuestro país con la participación de connotados/as escritores/as y críticos/as literarios/as locales, de los Estados Unidos, Europa y Latinoamérica.
ESCRUTANDO NUESTROS ORIGENES
Guardia siguió diciendo en su conferencia "Alteraciones del Dariel: poema fundacional de una realidad nueva", que: "Es así, pues, muy respetuosamente, casi amorosamente, como el poeta desvela un universo ante los ojos pasmados del lector, a medida que lo va fundando, que lo va eternizando con la palabra dándole las características que hoy definen la identidad panameña. Y es que el poeta hace surgir, convoca ante nosotros, árboles, ríos, frutos, aves, deidades, seres mágicos: un universo, en pocas palabras, que a fines de 1600 tal vez no detentaba aún su nombre en castellano y que Páramo y Cepeda se obstina en calificar, en bautizar, en denominar, forzando al lenguaje a americanizarse, a atrapar la turbulencia propia de la realidad de este inmenso continente, de esa tierra nuestra fecunda, donde él observa cómo, dentro de una naturaleza desmesurada, conviven mito y realidad, mudez y palabra, seres reales y seres fantásticos, divinidades y monstruos y donde los modelos estéticos europeos se van fundiendo con los americanos porque las mentes de los conquistadores, acostumbradas al exclusivismo, tienen que expandirse al verse obligadas a medírsela, a diario, con ríos de oro, perlas gigantescas, deslumbrantes plumajes, reptiles descomunales, mujeres indígenas de gran desenvoltura y belleza, hechiceros, caciques indígenas, además de una gran diversidad de flora y fauna: nuevas verdades, en fin, cuya extrañeza misma y múltiples aspectos sorprenden al poeta: un clérigo y militar cautivado por el paisaje y por sus habitantes; un artista que no pierde oportunidad para grabarlos en la memoria de nuestra identidad cultural, donde han quedado con los nombres que él los invocara hace un poco más de tres siglos y que fueran estudiados con esmero por el poeta e investigador nicaragüense Ernesto Mejía Sánchez en su ensayo "Un vocabulario de indigenismos americanos".
En la obra, Juan Francisco de Páramo y Cepeda, jesuita español y comisario del Santo Oficio de la Inquisición del Siglo XVII, descubre a los/las lectores/as del Siglo XX "la importancia, la hermosura y la dignidad del legado del negro, del indio y del mestrizo; sí, de los habitantes que integran el cimiento donde descansa esa pirámide social que es esta tierra nuestra americana".
COSMOVISION DIALOGICA
"Se trata, pues, con Páramo y Cepeda, de un poeta decantado que ha llegado, a través de la convivencia con el otro, a una cosmovisión dialógica, tal como siglos más tarde la denominaría Bajtín. En efecto, estamos ante un hombre que se ha forjado, durante el transcurso de su vida en América, una percepción múltiple y dialogante de la alteridad y que no titubea en plasmarla a través de la yuxtaposición y de la contraposición de los nombres y de los atributos del mundo español y del americano. Y, así, este poeta español, tal como lo hiciera Juan de Castellanos en el Siglo XVI cuando redactara su magistral poemario ELEGIA DE VALORES ILUSTRES, no sólo modifica el destino del español, del criollo, del indio, del mestizo y del descendiente de africanos, sino altera y enriquece también la lengua española y la de indígena y la del negro al españolizar términos que él escucha, atento, y que transcribe fonéticamente en el poema, dando fe, una vez más, de lo dicho por Heidegger en su obra EL SER Y EL TIEMPO: "Allí donde hay lenguaje hay mundo". Porque la palabra poética -que es la palabra esencial- tiene en este libro (de esto no cabe la menor duda), el efecto de crear un nuevo mundo o de abrir una nueva dimensión del mundo".
EMPATIA LITERARIA
Según puntualizó la escritora, en la obra de Páramo y Cepeda hay otro aspecto que llama la atención, el coloquio cultural, "porque descubrimos que ahí, en el discurso poético, hay entendimiento, "no solamente entre los hablantes, sino también sobre aquello a lo que la palabra se refiere". Aquí y con Páramo y Cepeda se cumplen, pues, de manera cabal, las palabras de Hölderlin, retomada con lucidez por Heidegger, en el siglo XX. "Somos diálogo" insiste el filósofo alemán y es en esa unidad cuando y donde se cumple el llamado del lenguaje que "es perceptible solamente cuando los dioses salen de su mutismo y un mundo se revela.
TESORO LITERARIO
"Ahora bien", añade, "creo interesante resaltar en esta instancia el hecho de que el mundo que en este poemario nos confían los dioses -o sea, los amos de la poesía, tal como los califica Heidegger-, no es únicamente el de la mitología clásica o el de los conquistadores y guerreros españoles, o el de los piratas ingleses y franceses (a los que Páramo y Cepeda les concede, por cierto, un generoso espacio), sino también el de las divinidades indígenas: el de ese mundo mágico donde habitan los "leres" o hechiceros que controlan las fuerzas de la naturaleza, señoreando, así, sobre el firmamento de "lo real maravilloso"; esa piedra preciosa donde se sienta y se fundamenta lo más original y propio de la literatura iberoamericana".
Más adelante, en su intervención, Gloria Guardia manifestó que en este poemario "se ha fundado la intrahistoria panameña al nombrarse y así convocarse, en un mismo texto, el cruzamiento de etnias y creencias diferentes, del mito clásico y del legendario indígena. Porque es en este libro de Páramo y Cepeda donde, por ejemplo, un "lere" y una deidad cuna -Francisco y Alcidonio-, conviven por primera vez y con absoluta naturalidad con las divinidades del mundo clásico: con Apolo, con Marte y con Jano. Sí, a unos y a otros los vemos desplazarse, sin tropiezos, por el paisaje de la jungla darienita, donde una naturaleza exuberante actúa como trasfondo y es el hechizo que enciende la imaginación de lectores y actores; y donde la poesía -mejor dicho, la característica ambigüedad de ésta-, es lo que todo lo permite y al no establecer distinción entre lo real y lo imaginario, lo sensible y lo inteligible, lo subjetivo y lo objetivo, lo individual y lo universal, lo europeo y lo americano. Porque no olvidemos: en el mundo poético, las leyes inexorables de la lógica y de la ciencia -las leyes cientificistas de la Modernidad logocéntrica-, no tienen vigencia y ahí se suprime, de una vez y para siempre, la tiranía del principio de la no -contradicción propia de los platónicos y de los cartesianos"
TIEMPOS DORADOS
Alteraciones del Dariel, puntualizó la escritora panameña, "permite mirar a Panamá en los tiempos verdes y dorados de su aurora y vislumbrar los innumerables hechos y personajes que tejieron aquel momento original: el más abigarrado, asombroso y vistoso de la reciente historia del mundo. Porque más allá de la epopeya, o del poema épico que tiene como trasfondo un hecho histórico, más allá de una estructura y escritura poética propia de un Barroco que linda ya en el Rococó, y más allá de las repeticiones tópicas de los lances de amor y de los desafíos que se perciben en la obra, lo que queda, en mi opinión, es el prodigio de la palabra auténtica, no utilizada como herramienta de representación, sino como elemento convocatorio de la verdad del Ser. Porque Páramo y Cepeda trae hacia nosotros con su verbo y con su pensamiento poético la verdad original, armoniosa y resonante del hombre y de la tierra panameña. Y lo hace, además, prodigiosamente, como memorial que se orienta hacia lo que invita a reflexionar".
Para concluir, la reconocida escritora, quien pertenece al Pen Club de Panamá, expresó su agradecimiento a Carlos Manuel Gasteazoro, Antonio Serrano de Haro y Héctor Orjuela, investigadores y críticos literarios que han hecho interesantes y profundos análisis de esta obra que permanecía enterrada en el olvido y constituye un importante documento histórico-literario que permite conocer y comprender nuestras raíces e idiosincracia como nación. Documento que gana importancia "este año de 1999 cuando concluye el milenio que transformó al mundo con el hallazgo, en 1492, de un continente que había pasado inadvertido por navegantes y cartógrafos de Occidente; cuando el canal interoceánico revierte a la tierra panameña que abrió sus entrañas para beneficiar al mundo".
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