¿Cuánto vale el marfil?
Publicado 2000/12/02 00:00:00
- VÃctor A. Santos J.
Cuando Aníbal desafío al ejército romano en el siglo III a.E.C., contaba con una recua de elefantes africanos domesticados. En aquel entonces, probablemente decenas de millones de elefantes africanos pululaban por el continente, desde el cabo de Buena Esperanza hasta El Cairo.
La situación cambió. Un observador dijo: "Las islas de seres humanos en mar de elefantes se convirtieron en islas de elefantes cada vez más pequeñas en un mar de personas". Con el crecimiento de la población humana, los elefantes perdieron la batalla por la tierra. Otro factor que incidió en su descenso fue la extensión hacia el sur del desierto del Sahara.
No obstante, un elemento que eclipsó a los anteriores fue la demanda de marfil. A diferencia del hueso de tigre y del cuerno de rinoceronte, al marfil no se le atribuyen supuestas virtudes medicinales, con todo, es un material suntuoso, bello, durable y fácil de tallar. El marfil de los colmillos de elefante figura desde antiguo entre los objetos valiosos y atractivos.
Cuatrocientos años después de Aníbal, el Impero Romano diezmó la población de elefantes de Africa, septentrional para satisfacer la pasión por el marfil. Tal pasión aún pervive, sobre todo en mundo occidental. A principios de siglo se intensificó la demanda de marfil, no tanto para elaborar objetos artísticos my religiosos como en el pasado, sino para fabricar teclas de piano. Según el libro Battle for the Elephants (La batalla en favor de los elefantes), tan sólo en 1910 se usaron en Estados Unidos cerca de 700 toneladas de marfil (lo que representa el sacrificio de 13.000 elefantes) para elaborar 350.000 teclados.
FURTIVISMO DESENFRENADO
Al finalizar la primera guerra mundial disminuyó la demanda de marfil, se aprobaron nuevas leyes para la conservación de las especies salvajes y el número de elefantes empezó a aumentar. Sin embargo, a principios de los años setenta se reanudaron las matanzas incontroladas, esta vez para satisfacer la demanda procedentes de los países asiáticos recientemente prósperos.
Dos factores auguraron entonces desastre para los elefantes africanos. Primero, la facilidad para conseguir armas livianas y ultramodernas. De repente se hizo fácil no sólo abatir individuos, sino también manadas enteras. Segundo, las herramientas eléctricas para tallar permitieron transformar rápidamente el marfil en bruto en artículos listos para el mercado. Antiguamente, un tallador japonés podía pasar un año esculpiendo un sólo colmillo, pero con la herramientas eléctricas, en una sola semana un taller de joyas y hanko (sellos con nombres grabados, populares en Japón), de ocho operarios podía consumir los colmillos de 300 elefantes. La creciente demanda de marfil elevó los precios de forma espectacular. Por supuesto, las ganancias mayores no fueron para los furtivos, sino para los intermediarios y traficantes, muchos de los cuales se enriquecieron fabulosamente.
El costo en vidas de elefantes fue terrible En aproximadamente dos decenios, Tanzania perdió el 80 por ciento de sus elefantes, la mayoría a manos de cazadores furtivos; Kenia perdió el 85 por ciento y Uganda el 95 por ciento. Al principio, los furtivos disparaban principalmente a los animales adultos porque tenían los colmillos más largos; pero al disminuir la población adulta, empezaron a disparar incluso a las crías para arrancarles los endebles colmillos. Es probable que en ese período se hayan sacrificado más de un millón de elefantes por su marfil, lo que redujo la población de paquidermos de Africa a 625.000 cabezas.
PROHIBICION MUNDIAL
Las medidas encaminadas a controlar el tráfico de marfil y detener la caza encarnizada fallaron de manera lamentable. Finalmente, en una conferencia que tuvo lugar en octubre de 1989 en Suiza, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES, por su sigla inglesa) prohibió entre sus naciones miembros. La prohibición fue reforzada con cuantiosos fondos para proteger a los elefantes en su hábitat.
Algunos vaticinaron que la prohibición del tráfico de marfil dispararía los precios en el mercado negro y fomentaría la caza ilegal. Sucedió lo contrario. Los precios se desplomaron, y lo que en su día constituyó un mercado lucrativo, decayó. En la India, por ejemplo, las ventas al por menor descendieron en un 85 por ciento, y la mayoría de los talladores tuvieron que buscar otro trabajo. El furtivismo disminuyó drásticamente. En Kenia, antes de la prohibición, los furtivos mataban un mínimo de 2.000 elefantes cada año; para 1995, la cifra se había reducido a 35. Además, la población de elefantes del país aumentó de 19.000 en 1989 a acerca de 26.000 en la actualidad.
Por tales razones, la Agencia de Investigación del Museo Ambiente, con sede en Londres, aclamó la prohibición del tráfico de marfil como "uno de los grandes logros en la historia reciente del conservacionismo". Sin embargo, no todos comparten este entusiasmo, particularmente en Africa austral.
LOS ELEFANTES DE AFRICA AUSTRAL
Los países de Africa austral cuentan con más de doscientos mil elefantes, casi un tercio de la población total de paquidermos de Africa. Ello se debe, por una parte, al éxito que han tenido las iniciativas conservacionistas y, por otra, al hecho de que tales países escaparon de las militancias fuertemente armadas que abatieron las manadas de Africa central y oriental.
No obstante, el crecimiento de las poblaciones de elefantes produce conflictos entre estos y los habitantes de las zonas rurales. Después de todo, un elefante adulto posee un apetito voraz., y es capaz de ingerir más de 300 kilogramos diarios de vegetación, como bien sabrá usted si hay un elefante en sus cercanía.
La Africa Resoures Trust (Fundación para los recursos de Africa), con sede en Zimbabue, declara: "La mayoría de los africanos que viven en las zonas rurales ven a los elefantes con temor y recelo y hostilidad. En pocas horas, estos son capaces de arruinar los medios de vida de la gente al comerse las cosechas y aplastar el ganado. Así mismo ocasionan daños a las casas, escuelas, establos, árboles frutales, embalses y a la topografía del terreno. Todos los días los periódicos informan de estragos causados por elefantes.
RESERVAS DE MARFIL
El marfil se acumula en los países donde deambulan los elefantes. Procede de los animales sacrificados en matanzas selectivas, de os que mueren por causas naturales y de los cargamentos ilegales confiscados. ¿Qué se hace con él?
Kenia quema su marfil. Desde julio de 1989, este país ha quemado públicamente sus reservas de marfil en bruto valoradas en millones de dólares, sin que haya recibido compensación directa de fuentes externas. En 1992, Zambia también quemó sus reservas. El mensaje era claro: Kenia y Zambia no deseaban tener parte en el tráfico de marfil.
PERSISTE LA PREOCUPACION
Mientras que algunas naciones africanas sostienen que el relajamiento de la prohibición del comercial de marfil contribuirá a la conservación del elefante, otras defienden apasionadamente la idea de que la prohibición total ese la única forma de evitar que resurja el furtivismo desenfrenado. La preocupación gira en torno a la rigurosidad del control del comercio. ¿Encontrarán escapatorias los sistemas de mercadeo para introducir en el comercio legalizado el marfil obtenido mediante el furtivismo? ¿Significará el relajamiento de la prohibición que quienes esperan que esta se relaje aún más en el futuro matarán a los elefantes y aceptarán el marfil?
¿QUE FUTURO LE AGUARDA AL ELEFANTE?
Las consecuencias de la decisión de relajar la prohibición del comercio de marfil aún están por verse. Sin embargo, incluso si todo sale bien, la amenaza al elefante no desaparecerá. El número creciente de las personas que necesitan la tierra para la agricultura y otros propósitos también constituye una amenaza. Tan sólo en Africa austral se talen todos los años, principalmente con fines agrícolas, alrededor de 850.000 hectáreas de bosque, lo que equivale a la mitad de la superficie de Israel. A medida que el mar de gente siga creciendo, de seguro las islas de elefantes se reducirán cada vez más.
La revista World Watch declara: "Hay un punto en el que todos los estudiosos del problema coinciden: el elefante africano encara un futuro difícil. La crisis del hábitat (debido al constante aumento de la población humana) significa que muchos elefantes morirán prematuramente, de uno u otro modo. Si no mueren a manos de los cazadores con licencia - o de los furtivos-, muchos más morirán súbitamente a consecuencia del hambre".
Este futuro nada halagüeño no toma en cuenta el punto de vista ni el propósito del Creador del elefante, Jehová Dios. El interés de Dios por sus criaturas se evidencia en las siguientes palabras de Jesucristo: "Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios" (Lucas 12:6). Si Dios no olvida al diminuto gorrión, podemos estar seguros de que no pasará por alto la difícil situación del corpulento elefante.
La situación cambió. Un observador dijo: "Las islas de seres humanos en mar de elefantes se convirtieron en islas de elefantes cada vez más pequeñas en un mar de personas". Con el crecimiento de la población humana, los elefantes perdieron la batalla por la tierra. Otro factor que incidió en su descenso fue la extensión hacia el sur del desierto del Sahara.
No obstante, un elemento que eclipsó a los anteriores fue la demanda de marfil. A diferencia del hueso de tigre y del cuerno de rinoceronte, al marfil no se le atribuyen supuestas virtudes medicinales, con todo, es un material suntuoso, bello, durable y fácil de tallar. El marfil de los colmillos de elefante figura desde antiguo entre los objetos valiosos y atractivos.
Cuatrocientos años después de Aníbal, el Impero Romano diezmó la población de elefantes de Africa, septentrional para satisfacer la pasión por el marfil. Tal pasión aún pervive, sobre todo en mundo occidental. A principios de siglo se intensificó la demanda de marfil, no tanto para elaborar objetos artísticos my religiosos como en el pasado, sino para fabricar teclas de piano. Según el libro Battle for the Elephants (La batalla en favor de los elefantes), tan sólo en 1910 se usaron en Estados Unidos cerca de 700 toneladas de marfil (lo que representa el sacrificio de 13.000 elefantes) para elaborar 350.000 teclados.
FURTIVISMO DESENFRENADO
Al finalizar la primera guerra mundial disminuyó la demanda de marfil, se aprobaron nuevas leyes para la conservación de las especies salvajes y el número de elefantes empezó a aumentar. Sin embargo, a principios de los años setenta se reanudaron las matanzas incontroladas, esta vez para satisfacer la demanda procedentes de los países asiáticos recientemente prósperos.
Dos factores auguraron entonces desastre para los elefantes africanos. Primero, la facilidad para conseguir armas livianas y ultramodernas. De repente se hizo fácil no sólo abatir individuos, sino también manadas enteras. Segundo, las herramientas eléctricas para tallar permitieron transformar rápidamente el marfil en bruto en artículos listos para el mercado. Antiguamente, un tallador japonés podía pasar un año esculpiendo un sólo colmillo, pero con la herramientas eléctricas, en una sola semana un taller de joyas y hanko (sellos con nombres grabados, populares en Japón), de ocho operarios podía consumir los colmillos de 300 elefantes. La creciente demanda de marfil elevó los precios de forma espectacular. Por supuesto, las ganancias mayores no fueron para los furtivos, sino para los intermediarios y traficantes, muchos de los cuales se enriquecieron fabulosamente.
El costo en vidas de elefantes fue terrible En aproximadamente dos decenios, Tanzania perdió el 80 por ciento de sus elefantes, la mayoría a manos de cazadores furtivos; Kenia perdió el 85 por ciento y Uganda el 95 por ciento. Al principio, los furtivos disparaban principalmente a los animales adultos porque tenían los colmillos más largos; pero al disminuir la población adulta, empezaron a disparar incluso a las crías para arrancarles los endebles colmillos. Es probable que en ese período se hayan sacrificado más de un millón de elefantes por su marfil, lo que redujo la población de paquidermos de Africa a 625.000 cabezas.
PROHIBICION MUNDIAL
Las medidas encaminadas a controlar el tráfico de marfil y detener la caza encarnizada fallaron de manera lamentable. Finalmente, en una conferencia que tuvo lugar en octubre de 1989 en Suiza, la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies en Peligro (CITES, por su sigla inglesa) prohibió entre sus naciones miembros. La prohibición fue reforzada con cuantiosos fondos para proteger a los elefantes en su hábitat.
Algunos vaticinaron que la prohibición del tráfico de marfil dispararía los precios en el mercado negro y fomentaría la caza ilegal. Sucedió lo contrario. Los precios se desplomaron, y lo que en su día constituyó un mercado lucrativo, decayó. En la India, por ejemplo, las ventas al por menor descendieron en un 85 por ciento, y la mayoría de los talladores tuvieron que buscar otro trabajo. El furtivismo disminuyó drásticamente. En Kenia, antes de la prohibición, los furtivos mataban un mínimo de 2.000 elefantes cada año; para 1995, la cifra se había reducido a 35. Además, la población de elefantes del país aumentó de 19.000 en 1989 a acerca de 26.000 en la actualidad.
Por tales razones, la Agencia de Investigación del Museo Ambiente, con sede en Londres, aclamó la prohibición del tráfico de marfil como "uno de los grandes logros en la historia reciente del conservacionismo". Sin embargo, no todos comparten este entusiasmo, particularmente en Africa austral.
LOS ELEFANTES DE AFRICA AUSTRAL
Los países de Africa austral cuentan con más de doscientos mil elefantes, casi un tercio de la población total de paquidermos de Africa. Ello se debe, por una parte, al éxito que han tenido las iniciativas conservacionistas y, por otra, al hecho de que tales países escaparon de las militancias fuertemente armadas que abatieron las manadas de Africa central y oriental.
No obstante, el crecimiento de las poblaciones de elefantes produce conflictos entre estos y los habitantes de las zonas rurales. Después de todo, un elefante adulto posee un apetito voraz., y es capaz de ingerir más de 300 kilogramos diarios de vegetación, como bien sabrá usted si hay un elefante en sus cercanía.
La Africa Resoures Trust (Fundación para los recursos de Africa), con sede en Zimbabue, declara: "La mayoría de los africanos que viven en las zonas rurales ven a los elefantes con temor y recelo y hostilidad. En pocas horas, estos son capaces de arruinar los medios de vida de la gente al comerse las cosechas y aplastar el ganado. Así mismo ocasionan daños a las casas, escuelas, establos, árboles frutales, embalses y a la topografía del terreno. Todos los días los periódicos informan de estragos causados por elefantes.
RESERVAS DE MARFIL
El marfil se acumula en los países donde deambulan los elefantes. Procede de los animales sacrificados en matanzas selectivas, de os que mueren por causas naturales y de los cargamentos ilegales confiscados. ¿Qué se hace con él?
Kenia quema su marfil. Desde julio de 1989, este país ha quemado públicamente sus reservas de marfil en bruto valoradas en millones de dólares, sin que haya recibido compensación directa de fuentes externas. En 1992, Zambia también quemó sus reservas. El mensaje era claro: Kenia y Zambia no deseaban tener parte en el tráfico de marfil.
PERSISTE LA PREOCUPACION
Mientras que algunas naciones africanas sostienen que el relajamiento de la prohibición del comercial de marfil contribuirá a la conservación del elefante, otras defienden apasionadamente la idea de que la prohibición total ese la única forma de evitar que resurja el furtivismo desenfrenado. La preocupación gira en torno a la rigurosidad del control del comercio. ¿Encontrarán escapatorias los sistemas de mercadeo para introducir en el comercio legalizado el marfil obtenido mediante el furtivismo? ¿Significará el relajamiento de la prohibición que quienes esperan que esta se relaje aún más en el futuro matarán a los elefantes y aceptarán el marfil?
¿QUE FUTURO LE AGUARDA AL ELEFANTE?
Las consecuencias de la decisión de relajar la prohibición del comercio de marfil aún están por verse. Sin embargo, incluso si todo sale bien, la amenaza al elefante no desaparecerá. El número creciente de las personas que necesitan la tierra para la agricultura y otros propósitos también constituye una amenaza. Tan sólo en Africa austral se talen todos los años, principalmente con fines agrícolas, alrededor de 850.000 hectáreas de bosque, lo que equivale a la mitad de la superficie de Israel. A medida que el mar de gente siga creciendo, de seguro las islas de elefantes se reducirán cada vez más.
La revista World Watch declara: "Hay un punto en el que todos los estudiosos del problema coinciden: el elefante africano encara un futuro difícil. La crisis del hábitat (debido al constante aumento de la población humana) significa que muchos elefantes morirán prematuramente, de uno u otro modo. Si no mueren a manos de los cazadores con licencia - o de los furtivos-, muchos más morirán súbitamente a consecuencia del hambre".
Este futuro nada halagüeño no toma en cuenta el punto de vista ni el propósito del Creador del elefante, Jehová Dios. El interés de Dios por sus criaturas se evidencia en las siguientes palabras de Jesucristo: "Se venden cinco gorriones por dos monedas de poco valor, ¿no es verdad? Sin embargo, ni uno de ellos está olvidado delante de Dios" (Lucas 12:6). Si Dios no olvida al diminuto gorrión, podemos estar seguros de que no pasará por alto la difícil situación del corpulento elefante.
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