El Discípulo
Publicado 2003/04/04 00:00:00
- REDACCION
"El Discípulo" pone en escena a Walter Burke (Al Pacino), un head-hunter de "talentos" que trabaja para la CIA, en la búsqueda del espía ideal para su Agencia. Su búsqueda rinde frutos cuando encuentra a James Clayton (Colin Farrell), quien no cuenta con la actitud propia del recluta típico, pero es un brillante y súper genio egresado del mismísimo MIT, la escuela líder en matemáticas y desarrollo de tecnología en Estados Unidos.
James considera la misión de la CIA como una alternativa interesante a una vida ordinaria, pero antes de convertirse en un Oficial de Operaciones, debe sobrevivir a el entrenamiento secreto de la Agencia, donde los reclutas novatos se transforman en veteranos expertos.
El entrenamiento inicia: éste es físico, pero sobre todo emocional, aunque no necesariamente moral. El asunto está más o menos bajo control hasta que Clayton se enreda con Layla Moore (Bridget Moynahan), que resulta ser una espía dentro de la escuela de espías. Ahora el recluta deberá hacer el trabajo sucio dentro de la institución cuya especialidad es hacer el trabajo más asqueroso.
Pero entonces, justo cuando empieza a cuestionarse su papel y su relación problemática con su instructor, Burke lo llama para una tarea específica que consiste en separar a un espía. Y en tanto el suspenso crece hacia un clímax sobrecogedor, empieza a quedar claro que las viejas máximas de la CIA son definitivamente ciertas: "no confíes en nadie" y "nada es lo que parece ser".
James considera la misión de la CIA como una alternativa interesante a una vida ordinaria, pero antes de convertirse en un Oficial de Operaciones, debe sobrevivir a el entrenamiento secreto de la Agencia, donde los reclutas novatos se transforman en veteranos expertos.
El entrenamiento inicia: éste es físico, pero sobre todo emocional, aunque no necesariamente moral. El asunto está más o menos bajo control hasta que Clayton se enreda con Layla Moore (Bridget Moynahan), que resulta ser una espía dentro de la escuela de espías. Ahora el recluta deberá hacer el trabajo sucio dentro de la institución cuya especialidad es hacer el trabajo más asqueroso.
Pero entonces, justo cuando empieza a cuestionarse su papel y su relación problemática con su instructor, Burke lo llama para una tarea específica que consiste en separar a un espía. Y en tanto el suspenso crece hacia un clímax sobrecogedor, empieza a quedar claro que las viejas máximas de la CIA son definitivamente ciertas: "no confíes en nadie" y "nada es lo que parece ser".
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