Indagan trastornos de las mentes inquietas
Publicado 2003/08/31 23:00:00
- Mayra Madrid
Millones de personas son impulsivas, distraídas o hiperactivas, pero si esos síntomas aparecen juntos puede tratarse del Disturbio de Déficit de Atención (DDA), uno de los problemas mentales "de moda" en el mundo.
Un libro de la psiquiatra brasileña Ana Beatriz Silva, editado en portugués, echa luz sobre este trastorno de conducta que puede explicar muchos dramas personales, afectivos o sociales de millones de seres que ni siquiera sospechan que padecen el DDA y viven atrapados en sus desaciertos.
En tres meses, el libro "Mentes Inquietas" se ha convertido en un fenómeno editorial en Brasil, con siete ediciones de más de 3,000 ejemplares cada una, lo que, según sus editores, significa un verdadero "best seller" para una obra especializada. Los mayores méritos del texto son haber llamado la atención pública y describir en lenguaje llano este drama de dos caras.
Una persona con DDA tiene un cerebro peculiar y un comportamiento atípico, "que puede ser responsable tanto de sus mejores características como de sus mayores angustias y desaciertos vitales", y suele además tener talentos especiales, explica Silva.
Alteraciones de atención, impulsividad e hiperactividad física y mental, en un universo personal que oscila "entre la plenitud creativa y el agotamiento de un cerebro que no para nunca", son los principales síntomas.
En la infancia es más fácil detectarlo. Se refleja en trastornos de aprendizaje y dispersión en las clases, en esos niños "eléctricos" e incansables que mal consiguen mantenerse siquiera sentados. Muchos adultos arrastran el desorden toda la vida como si estuviesen siempre corriendo contra el tiempo para ir a ninguna parte.
Las alteraciones en la capacidad de atención son el rasgo más importante en una persona con DDA, para quien mantenerse concentrado inclusive por poco tiempo puede convertirse en un enorme desafío. Esa dificultad puede acarrear situaciones desagradables y hasta serios problemas laborales, académicos, familiares y sociales. Pero en la mayoría de los casos estas personas también tienen mucho más talento y potencial del que llegan a desarrollar.
Un libro de la psiquiatra brasileña Ana Beatriz Silva, editado en portugués, echa luz sobre este trastorno de conducta que puede explicar muchos dramas personales, afectivos o sociales de millones de seres que ni siquiera sospechan que padecen el DDA y viven atrapados en sus desaciertos.
En tres meses, el libro "Mentes Inquietas" se ha convertido en un fenómeno editorial en Brasil, con siete ediciones de más de 3,000 ejemplares cada una, lo que, según sus editores, significa un verdadero "best seller" para una obra especializada. Los mayores méritos del texto son haber llamado la atención pública y describir en lenguaje llano este drama de dos caras.
Una persona con DDA tiene un cerebro peculiar y un comportamiento atípico, "que puede ser responsable tanto de sus mejores características como de sus mayores angustias y desaciertos vitales", y suele además tener talentos especiales, explica Silva.
Alteraciones de atención, impulsividad e hiperactividad física y mental, en un universo personal que oscila "entre la plenitud creativa y el agotamiento de un cerebro que no para nunca", son los principales síntomas.
En la infancia es más fácil detectarlo. Se refleja en trastornos de aprendizaje y dispersión en las clases, en esos niños "eléctricos" e incansables que mal consiguen mantenerse siquiera sentados. Muchos adultos arrastran el desorden toda la vida como si estuviesen siempre corriendo contra el tiempo para ir a ninguna parte.
Las alteraciones en la capacidad de atención son el rasgo más importante en una persona con DDA, para quien mantenerse concentrado inclusive por poco tiempo puede convertirse en un enorme desafío. Esa dificultad puede acarrear situaciones desagradables y hasta serios problemas laborales, académicos, familiares y sociales. Pero en la mayoría de los casos estas personas también tienen mucho más talento y potencial del que llegan a desarrollar.
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