Intimidades de un stripper
Publicado 2004/01/26 00:00:00
- Daschenka Chong
Cuando está en el escenario J. R. piensa que es más grande que cualquiera, en ese momento el sentirse superior le permite dar al público una buen presentación.
Cuando las luces se apagan y el sonido cesa, esos símbolos del erotismo vuelven a ser lo que son en esencia: hombres, personas con vida, sueños y necesidades que van más allá del escenario. Conversamos con dos "stripper" y descubrimos luego de hablar con ellos que tienen vidas similares, pero su forma de pensar es muy diferente.
J.R. empezó su carrera en el "show business" a los 18 años. Le gustaba el gimnasio y vio en el escenario una forma de ganarse la vida. Hoy doce años después, hacer "streaptease" es un pasatiempo que le reporta beneficios. "Me divierto y gano dinero a al vez", manifiesta. Durante el día J.R. es chef de su propio negocio de catering en su natal Puerto Rico.
Por su parte, José, un panameño, lleva sólo cinco meses haciendo presentaciones. Su grupo de amigos del gimnasio bromearon un día con la posibilidad de ser strippers, no le resultó del todo descabellada la idea y aquí está . La primera vez que bailó quedó impresionado por la receptividad de las mujeres, al principio estuvo un poco nervioso, pero ya se le ha ido el miedo.
Cuando está en el escenario J. R. piensa que es más grande que cualquiera, en ese momento el sentirse superior le permite dar al público una buen presentación. Le satisface cuando el lugar donde se presenta está lleno y el público pide más; lo peor que puede ocurrir es algún incidente de mal gusto que arruine la actividad.
Preguntamos a J.R. si alguna vez ha tenido una erección durante su número, a lo que respondió que él no se fija con quien interactua; puede contonearse frente a una mujer y minutos después cuando vuelve al mismo lugar no puede decir con quien bailó, sencillamente no se fija. Si empieza a tener deseos procura alejarse para no perder el control de su cuerpo.
Al novato las reacciones de su cuerpo con el roce de una mujer a veces le juega malas pasadas. "Una vez trabajando le bailé a una señora de 35, ellas (refiriéndose a las mujeres maduras) tienen más experiencias que las pelas. Yo estaba sobre ella y me acariciaba de una manera, entonces comenzó la erección. Tuve que soltarla por pena. Seguí bailando desde lejos y me reía solito, porque no lo podía creer", nos confesó José.
Lo peor que le ha pasado a este joven de 22 años fue durante una presentación en la que una chica apretó sus partes íntimas, el dolor fue tan fuerte que no pudo salir nuevamente al escenario. En otra ocasión le rompieron el hilo dental que usaba, por suerte, tenía un sombrero vaquero con el que cubrió en salva sea la parte.
Para el cumpleaños de Madonna y el aniversario de Gianni Versace J. R. bailó en una discoteca donde había toda clase de personas: homosexuales y heterosexuales. "Cuando uno es artista nos debemos al público que pagó por verte y te aprecia igual o más que una mujer. Yo no busco intimidad o enamorarme de nadie, yo vine a complacer a un público y si en ese público hay un hombre y se lo disfruta no hay problema", agregó el bien formado hombre.
En su vida cotidiana J.R. asegura que es un tipo del montón, nada que ver con la ropa sugestiva que usa en los shows. "Tengo mis chancletas, mis "shorts", voy al supermercado y nadie se entera de lo hago, a no ser que me hayan visto en una revista de Puerto Rico o porque yo se lo diga, no se enteran, porque no soy exhibicionista".
Va de cuatro a cinco veces por semana al gimnasio, cuando no puede asistir siempre busca la forma de mantenerse: con pesas, corriendo o haciendo pechadas. Cree que se puede comer de todo sin caer en excesos. "Cuando quiero competir me cuido, cuando no como comida rápida y arroz, habichuelas y carne sin ningún problema", señala.
Tanto J.R. como José están casados. El primero tiene una hija y el otro espera, dentro de poco, la visita de la cigüeña. Para el boricua su "preciosa niña" es su razón de vivir y despertar todos los días. Cada momento con su esposa lo hace especial, "un minuto puede ser más intenso e interesante que la media hora que estemos juntos". En sus diez años de matrimonio han sabido superar la rutina. "Ella me baila a mí, yo le bailó a ella", explicó.
¿Hasta cuando vas a hacer esto?, preguntamos. "Ya el tiempo se me está acabando, no quiero mi hija me conozca como un stripper; cuando pueda afectar mi trabajo, el de mi esposa o el crecimiento de mi hija, ese va a ser el día en que yo termine. Mi esposa trabaja en una empresa muy importante y no quiero que una compañera o alguien de alto rango le vaya a decir: vi a tu esposo desnudo; no es justo para ella pasar por eso", respondió.
Por el contrario, el anhelo de José es mostrarle a su hijo, si es varón, lo que hizo en su juventud. A veces su pareja le reclama que él baila para otras mujeres y no para ella, entonces el se pone su "hilo" y la complace. Ella es la persona que ama y habrá algo más que baile. Él piensa dedicarse al "streaptease" tres años más.
J.R. empezó su carrera en el "show business" a los 18 años. Le gustaba el gimnasio y vio en el escenario una forma de ganarse la vida. Hoy doce años después, hacer "streaptease" es un pasatiempo que le reporta beneficios. "Me divierto y gano dinero a al vez", manifiesta. Durante el día J.R. es chef de su propio negocio de catering en su natal Puerto Rico.
Por su parte, José, un panameño, lleva sólo cinco meses haciendo presentaciones. Su grupo de amigos del gimnasio bromearon un día con la posibilidad de ser strippers, no le resultó del todo descabellada la idea y aquí está . La primera vez que bailó quedó impresionado por la receptividad de las mujeres, al principio estuvo un poco nervioso, pero ya se le ha ido el miedo.
Cuando está en el escenario J. R. piensa que es más grande que cualquiera, en ese momento el sentirse superior le permite dar al público una buen presentación. Le satisface cuando el lugar donde se presenta está lleno y el público pide más; lo peor que puede ocurrir es algún incidente de mal gusto que arruine la actividad.
Preguntamos a J.R. si alguna vez ha tenido una erección durante su número, a lo que respondió que él no se fija con quien interactua; puede contonearse frente a una mujer y minutos después cuando vuelve al mismo lugar no puede decir con quien bailó, sencillamente no se fija. Si empieza a tener deseos procura alejarse para no perder el control de su cuerpo.
Al novato las reacciones de su cuerpo con el roce de una mujer a veces le juega malas pasadas. "Una vez trabajando le bailé a una señora de 35, ellas (refiriéndose a las mujeres maduras) tienen más experiencias que las pelas. Yo estaba sobre ella y me acariciaba de una manera, entonces comenzó la erección. Tuve que soltarla por pena. Seguí bailando desde lejos y me reía solito, porque no lo podía creer", nos confesó José.
Lo peor que le ha pasado a este joven de 22 años fue durante una presentación en la que una chica apretó sus partes íntimas, el dolor fue tan fuerte que no pudo salir nuevamente al escenario. En otra ocasión le rompieron el hilo dental que usaba, por suerte, tenía un sombrero vaquero con el que cubrió en salva sea la parte.
Para el cumpleaños de Madonna y el aniversario de Gianni Versace J. R. bailó en una discoteca donde había toda clase de personas: homosexuales y heterosexuales. "Cuando uno es artista nos debemos al público que pagó por verte y te aprecia igual o más que una mujer. Yo no busco intimidad o enamorarme de nadie, yo vine a complacer a un público y si en ese público hay un hombre y se lo disfruta no hay problema", agregó el bien formado hombre.
En su vida cotidiana J.R. asegura que es un tipo del montón, nada que ver con la ropa sugestiva que usa en los shows. "Tengo mis chancletas, mis "shorts", voy al supermercado y nadie se entera de lo hago, a no ser que me hayan visto en una revista de Puerto Rico o porque yo se lo diga, no se enteran, porque no soy exhibicionista".
Va de cuatro a cinco veces por semana al gimnasio, cuando no puede asistir siempre busca la forma de mantenerse: con pesas, corriendo o haciendo pechadas. Cree que se puede comer de todo sin caer en excesos. "Cuando quiero competir me cuido, cuando no como comida rápida y arroz, habichuelas y carne sin ningún problema", señala.
Tanto J.R. como José están casados. El primero tiene una hija y el otro espera, dentro de poco, la visita de la cigüeña. Para el boricua su "preciosa niña" es su razón de vivir y despertar todos los días. Cada momento con su esposa lo hace especial, "un minuto puede ser más intenso e interesante que la media hora que estemos juntos". En sus diez años de matrimonio han sabido superar la rutina. "Ella me baila a mí, yo le bailó a ella", explicó.
¿Hasta cuando vas a hacer esto?, preguntamos. "Ya el tiempo se me está acabando, no quiero mi hija me conozca como un stripper; cuando pueda afectar mi trabajo, el de mi esposa o el crecimiento de mi hija, ese va a ser el día en que yo termine. Mi esposa trabaja en una empresa muy importante y no quiero que una compañera o alguien de alto rango le vaya a decir: vi a tu esposo desnudo; no es justo para ella pasar por eso", respondió.
Por el contrario, el anhelo de José es mostrarle a su hijo, si es varón, lo que hizo en su juventud. A veces su pareja le reclama que él baila para otras mujeres y no para ella, entonces el se pone su "hilo" y la complace. Ella es la persona que ama y habrá algo más que baile. Él piensa dedicarse al "streaptease" tres años más.
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