¡Que mal hábito!
Publicado 2005/10/13 23:00:00
- Lidia E. Otero A.
En niños, adolescentes y adultos maduros, el comerse las uñas es una recreación. No obstante los psicólogos recomiendan controlarse y no dejarse dominar.
Por qué nos comemos las uñas? Realmente es curioso y en cierto modo es tedioso para algunos abordar el tema, porque en gran medida este mal hábito ocurre en personas que presentan cierto grado de inseguridad, tensión ante cualquier acontecimiento porque les provoca nerviosismo, pánico y los desestabiliza emocionalmente.
Las personas enfrentamos estas situaciones a diario. Fabio Betancourt, psicólogo clínico, recalcó que hay dos teorías que posiblemente responden a tal interrogante.
Una de ellas es la teoría de corte analítico o psicodinámico, que plantea que meterse los dedos en la boca y comerse las uñas, corresponde a una fijación que el individuo tiene al no haber culminado adecuadamente la etapa psico-sexual oral.
Por ejemplo, esto ocurre cuando los pequeños, de una manera u otra, quedan con el deseo de succionar más leche del pezón de la madre, pero falta el líquidos, entonces esa hambre afectiva, de satisfacer por medio de la boca, la mitiga al meterse los dedos a la boca y al comerse las uñas.
En niños, adolescentes y adultos maduros el comerse las uñas es una recreación, después de la etapa de apego oral en los primeros años de vida, recalcó Bethancourt.
En cuanto a la segunda etapa, el psicólogo explicó que se trata del aprendizaje de tipo conductual, porque comerse las uñas es un reforzador, que se manifiesta como recompensa, reduce la ansiedad, el estrés que percibe la persona en un momento determinado. Esta situación suele suceder consciente o inconscientemente y de esta manera el individuo se siente más aliviado y gratificado para continuar.
Esta situación pecaminosa es vista como un enfrentamiento inadecuado, ya que si bien es cierto llegamos a comernos hasta la piel que se encuentra debajo de las uñas, provocando daños en los dedos, que más tarde ocasiona infecciones en la garganta, boca o en la epidermis.
Esta situación tiende a pasar cuando el individuo se siente presionado en el trabajo, durante los exámenes escolares, conflictos maritales, deprimido o con ansiedad. Una vez terminada esta etapa de tensión dejan de comerse las uñas, pero con el tiempo éstas crecen y son llevadas inconscientemente a la boca.
Todo depende de las etapas de desarrollo biológico, psicológico y social del individuo.
Si se trata de un niño, usted puede colocarle crema adhesiva en las uñas, reforzadores y recompensarlo por no hacerlo con frecuencia.
Otros de los tips sería mantener las manos ocupadas, presionar objetos. También es recomendable premiarlo durante el tiempo que no esté en el acto.
No obstante, comenta el psicólogo, es un error por parte de los padres decirle "no te comas las uñas", porque lo que hace es fijar la atención y reforzar el momento que lo hacen. Por lo tanto, es recomendable estimularlo de esta forma: ¡Hay que bien Carlos, tenías las manos en el bolsillo, más no en la boca!
En cuanto a los adolescentes deben practicar el autocontrol, porque en el caso de las adolescentes femeninas se acostumbra a que lleven las uñas largas, bien presentadas y en el caso del hombre esta situación pasa inadvertida.
Sin embargo, es importante que se domine en la etapa adulta porque el individuo puede ser evaluado con problemas de control de impulso.
Betancourt recomienda que se practique la meditación, relajación, las técnicas de autocontrol y la modificación del pensamiento, porque son excelentes argumentos para combatir este hábito.
Al adulto se le recomienda tomar conciencia en dos aspectos: la conducta automática, que es un proceso que indica que las manos no se mandan solas y segundo, hay que tomar en cuenta las técnicas de manejo del estrés para que esté preparado en un momento dado que le provoque llevar las manos a la boca.
Evite comerse las uñas cuando tiene conflictos interpersonales, fuertes presiones, exigencias en las escuelas, cuando ocurren separaciones de los padres, tensiones de cualquier índole.
"El adolescente y el adulto debe comprender el valor que tiene lo antes expuesto; de no tomarle importancia entonces se refleja la inseguridad, falta de control de los impulsos, además desfavorece la estética personal", dijo Betancourt.
El hábito de comerse las uñas es conocido como onicofagia y es considerado una autoagresión producto de la ansiedad, estrés y depresiones por lo que no se cura con castigos físicos sino con terapia psicológica, aseguran especialistas
El 45 por ciento de los niños durante la pubertad, alrededor del 25 por ciento de los universitarios y más o menos el 10 por ciento de las adultos mayores de 35 años se comen las uñas.
La Academia Norteamericana de Odontología General anota que el 41% de los niños con onicofagia presentan daño en los dientes y encías por el "trauma" constante.
Los bordes de los dientes frontales pueden "gastarse" y el esmalte se pude quebrar, produciendo fracturas lineares por la presión ejercida a este nivel. El daño puede llegar a ser tan severo, que será necesario restaurar el esmalte o colocar "coronas" en los dientes frontales.
Los pacientes con onicofagia que tienen frenillos o frenos, están en un riesgo particular de desarrollar una condición muy delicada, que es la reabsorción de la raíz del diente. Ya que los dientes están bajo la presión de los frenillos y se les agrega mas presión, al comerse las uñas. El proceso puede tomar mucho tiempo, pero si la raíz del diente se acorta, el diente puede perderse y el paciente necesitar un "puente" o un implante para reponerlo.
La onicofagia, puede acompañarse a menudo de ulceraciones de las encías, causadas al morder "pedasitos" puntiagudos de las uñas. Además, las bacterias presentes en la boca, pueden producir infecciones en la matriz de las uñas, que está "abierta" o dañada por el trauma constante.
Las personas enfrentamos estas situaciones a diario. Fabio Betancourt, psicólogo clínico, recalcó que hay dos teorías que posiblemente responden a tal interrogante.
Una de ellas es la teoría de corte analítico o psicodinámico, que plantea que meterse los dedos en la boca y comerse las uñas, corresponde a una fijación que el individuo tiene al no haber culminado adecuadamente la etapa psico-sexual oral.
Por ejemplo, esto ocurre cuando los pequeños, de una manera u otra, quedan con el deseo de succionar más leche del pezón de la madre, pero falta el líquidos, entonces esa hambre afectiva, de satisfacer por medio de la boca, la mitiga al meterse los dedos a la boca y al comerse las uñas.
En niños, adolescentes y adultos maduros el comerse las uñas es una recreación, después de la etapa de apego oral en los primeros años de vida, recalcó Bethancourt.
En cuanto a la segunda etapa, el psicólogo explicó que se trata del aprendizaje de tipo conductual, porque comerse las uñas es un reforzador, que se manifiesta como recompensa, reduce la ansiedad, el estrés que percibe la persona en un momento determinado. Esta situación suele suceder consciente o inconscientemente y de esta manera el individuo se siente más aliviado y gratificado para continuar.
Esta situación pecaminosa es vista como un enfrentamiento inadecuado, ya que si bien es cierto llegamos a comernos hasta la piel que se encuentra debajo de las uñas, provocando daños en los dedos, que más tarde ocasiona infecciones en la garganta, boca o en la epidermis.
Esta situación tiende a pasar cuando el individuo se siente presionado en el trabajo, durante los exámenes escolares, conflictos maritales, deprimido o con ansiedad. Una vez terminada esta etapa de tensión dejan de comerse las uñas, pero con el tiempo éstas crecen y son llevadas inconscientemente a la boca.
Todo depende de las etapas de desarrollo biológico, psicológico y social del individuo.
Si se trata de un niño, usted puede colocarle crema adhesiva en las uñas, reforzadores y recompensarlo por no hacerlo con frecuencia.
Otros de los tips sería mantener las manos ocupadas, presionar objetos. También es recomendable premiarlo durante el tiempo que no esté en el acto.
No obstante, comenta el psicólogo, es un error por parte de los padres decirle "no te comas las uñas", porque lo que hace es fijar la atención y reforzar el momento que lo hacen. Por lo tanto, es recomendable estimularlo de esta forma: ¡Hay que bien Carlos, tenías las manos en el bolsillo, más no en la boca!
En cuanto a los adolescentes deben practicar el autocontrol, porque en el caso de las adolescentes femeninas se acostumbra a que lleven las uñas largas, bien presentadas y en el caso del hombre esta situación pasa inadvertida.
Sin embargo, es importante que se domine en la etapa adulta porque el individuo puede ser evaluado con problemas de control de impulso.
Betancourt recomienda que se practique la meditación, relajación, las técnicas de autocontrol y la modificación del pensamiento, porque son excelentes argumentos para combatir este hábito.
Al adulto se le recomienda tomar conciencia en dos aspectos: la conducta automática, que es un proceso que indica que las manos no se mandan solas y segundo, hay que tomar en cuenta las técnicas de manejo del estrés para que esté preparado en un momento dado que le provoque llevar las manos a la boca.
Evite comerse las uñas cuando tiene conflictos interpersonales, fuertes presiones, exigencias en las escuelas, cuando ocurren separaciones de los padres, tensiones de cualquier índole.
"El adolescente y el adulto debe comprender el valor que tiene lo antes expuesto; de no tomarle importancia entonces se refleja la inseguridad, falta de control de los impulsos, además desfavorece la estética personal", dijo Betancourt.
El hábito de comerse las uñas es conocido como onicofagia y es considerado una autoagresión producto de la ansiedad, estrés y depresiones por lo que no se cura con castigos físicos sino con terapia psicológica, aseguran especialistas
El 45 por ciento de los niños durante la pubertad, alrededor del 25 por ciento de los universitarios y más o menos el 10 por ciento de las adultos mayores de 35 años se comen las uñas.
La Academia Norteamericana de Odontología General anota que el 41% de los niños con onicofagia presentan daño en los dientes y encías por el "trauma" constante.
Los bordes de los dientes frontales pueden "gastarse" y el esmalte se pude quebrar, produciendo fracturas lineares por la presión ejercida a este nivel. El daño puede llegar a ser tan severo, que será necesario restaurar el esmalte o colocar "coronas" en los dientes frontales.
Los pacientes con onicofagia que tienen frenillos o frenos, están en un riesgo particular de desarrollar una condición muy delicada, que es la reabsorción de la raíz del diente. Ya que los dientes están bajo la presión de los frenillos y se les agrega mas presión, al comerse las uñas. El proceso puede tomar mucho tiempo, pero si la raíz del diente se acorta, el diente puede perderse y el paciente necesitar un "puente" o un implante para reponerlo.
La onicofagia, puede acompañarse a menudo de ulceraciones de las encías, causadas al morder "pedasitos" puntiagudos de las uñas. Además, las bacterias presentes en la boca, pueden producir infecciones en la matriz de las uñas, que está "abierta" o dañada por el trauma constante.
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