Teatro para predicar el Evangelio
- Rosalina Orocú Mojica (rosalina.orocu@epasa.com)
Todos, hasta el propio Jesucristo, deben alabar a Dios. Unos lo hacen. Otros, no.
Estamos en el mundo por una razón que Él conoce. Nadie hace nada sin que Él se percate.
Somos responsables de cada pensamiento, sentimiento y acción. Administradores de nuestro tiempo y dueños de nuestras decisiones.
Unos reniegan de su suerte. Otros dan las gracias por las pruebas cotidianas, que ayudan a crecer.
Todos estamos a prueba en el mundo. Todos tenemos cuentas que rendir, más tarde o más temprano.
Todos tenemos una misión. Es una eterna búsqueda. Es un reto. Es un compromiso. Es la voluntad de Dios, que se cumple en nosotros. Cada día.
Hacer que tomemos conciencia de esto y de la necesidad de propiciar una metamorfosis social, con miras al cumplimiento de las profecías, es una de las tareas con las que se ha comprometido desde hace casi dos décadas el Centro de la Divina Misericordia, que lidera su párroco, el padre David Cosca, y un grupo de colaboradores, entre los cuales podemos mencionar al actor, productor y director teatral Alberto González, y los feligreses.
Este Viernes Santo queremos compartir parte de una entrevista con González, respecto de la obra “Jesús, el Hijo del Hombre”, en la que participó un elenco de más de 150 personas, la mayoría sin experiencia teatral.
Antes de dar más detalles sobre la obra y lo que significa para Alberto González ser instrumento de Dios, conozcamos más acerca de nuestro interlocutor.
Nació en El Carate, Las Tablas, un sector del país donde hay apego a las raíces.
“Soy patirajao, buchí”, comenta y se ríe.
Viene de una familia cultora del folclor. Él estudió danza.
Cruzó el océano para perfeccionarse en la danza y el teatro, que tanto disfruta.
En 1969 viajó a Estados Unidos, donde estudió con renombrados maestros de las artes escénicas. Luego siguió Europa, donde bailó flamenco, hizo teatro, televisión y cine. Compartió escenario con Ornella Muti y Lola Flores.
Hizo teatro en Madrid, Barcelona, París, Kenia, Bélgica, Francia, Portugal y Cuba. Tiene un premio mundial de coreografía, otorgado en Praga hace 3 o 4 años. Trabaja con el INAC, con el Ballet Nacional de Panamá, donde ha participado en unas 18 a 20 obras.
Desde hace 18 años es parte de la enriquecedora experiencia de llevar al tablado obras sobre la vida de Jesús. Él se inició como asistente de los directores anteriores. Hace 14 dirige los montajes, lo cual es un gran gozo para él.
“He visto que este trabajo de evangelización cambia vidas. Ha habido hasta conversiones, gente que ha sentido el toque del Espíritu Santo, y eso es muy alentador”, expresa.
Explica que al Centro la Divina Misericordia vienen personas con muchos problemas y cuando hacen teatro son como una gran familia, es como un convivio.
Además de seguir evangelizando, se desea crear un gran coro polifónico.
“En el 2013 pensamos ir con todos los hierros, con un súper espectáculo, que romperá todos los cánones que existen en cuanto a teatro ‘amateur’, popular, sin ningún tipo de pretensión de competir con el teatro profesional”, concluyó.
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