Bob Baffert llora tras pérdida de War Emblem en el Belmont
Publicado 2002/06/10 23:00:00
- Redacción
Bob Baffert sabía que podía llorar por su tercer intento de obtención de la Triple Corona. Sólo que él no sabía exactamente por qué y por cuánto, si sería en celebración o en sufrimiento. Lo supo cuando War Emblem se fue de rodillas a su salida de la portezuela en el Belmont Stakes del sábado, le cayó arena pateada por otros caballos en su cara, y perdió una oportunidad de hacer historia en los mismos primeros pasos.
Era imposible ver las lágrimas detrás de las gafas azul oscuro que Baffert siempre lleva puestas, en interiores y exteriores. Pero no era difícil leer las emociones de su rostro y sus gestos o escuchar su voz entrecortada.
"Esto duele", dijo. "Desde la salida sabía que estábamos condenados. Fue un buen tropezón a la vista... Es una dura pérdida, puesto que realmente esperaba que este caballo lo lograra".
Junto a una multitud récord de 103,222 personas que hicieron de War Emblem favorito 6-5, Baffert tuvo que soportar una carrera que su caballo nunca tuvo realmente la oportunidad de ganar, ni con un corajudo esfuerzo.
Por unos instantes War Emblem pareció poder superar su temprano tropezón. Fue a la carga y avanzó desde el noveno en un grupo de 11 hasta el tercero en el primer cuarto de milla, luego se deslizó hasta el segundo a la altura de la marca de la milla. Pero el esfuerzo lo agotó.
Cuando War Emblem atravesó la meta octavo bajo Víctor Espinoza, casi a 20 cuerpos detrás de Sarava, eventual campeón de la carrera, una arriesgada apuesta 70-1, Baffert estaba apenas aliviado de que su caballo no luciera herido.
"Víctor hizo lo mejor que pudo" dijo Baffert. "Si hubiera tenido un radio comunicador, le hubiera dicho que lo detuviera allí mismo. No lo quería corriendo una milla y media de esa forma".
Baffert no es el más querido de los entrenadores de caballos de carreras. Es demasiado brusco según algunos de sus colegas, demasiado confiado. Quizás sean sus ironías, quizás su imagen de estrella de Hollywood con esas gafas oscuras y sus poco convencionales cabellos blancos. Pero aunque no lo quieran y se alegren de ganarle, también tienen que respetarlo.
Ningún otro entrenador ha perdido el Belmont tres veces con caballos que habían ganado el Kentucky Derby y el Preakness. Es la clase de distinción dudosa que puede apreciar Marv Levy, entrenador de los Buffalo Bills, cuatro veces perdedores del Super Bowl. Una broma exquisita y torturadora.
Sin embargo, hay mucho más orgullo en llegar a la posición de poder ganar una Triple Corona o un Super Bowl, que la vergüenza que pueda haber en perder cualquiera de los dos. Baffert ni siquiera tenía este caballo hace dos meses, pero él vio en War Emblem a un espigado corcel negro que tenía potencial y en el que valía la pena que el príncipe saudí para el que Baffert trabajaba invirtiera $900,000. "Me siento vacío", dijo Baffert. "Siento que decepcioné a los fanáticos. Los fanáticos no tuvieron oportunidad de ver al verdadero War Emblem".
Era imposible ver las lágrimas detrás de las gafas azul oscuro que Baffert siempre lleva puestas, en interiores y exteriores. Pero no era difícil leer las emociones de su rostro y sus gestos o escuchar su voz entrecortada.
"Esto duele", dijo. "Desde la salida sabía que estábamos condenados. Fue un buen tropezón a la vista... Es una dura pérdida, puesto que realmente esperaba que este caballo lo lograra".
Junto a una multitud récord de 103,222 personas que hicieron de War Emblem favorito 6-5, Baffert tuvo que soportar una carrera que su caballo nunca tuvo realmente la oportunidad de ganar, ni con un corajudo esfuerzo.
Por unos instantes War Emblem pareció poder superar su temprano tropezón. Fue a la carga y avanzó desde el noveno en un grupo de 11 hasta el tercero en el primer cuarto de milla, luego se deslizó hasta el segundo a la altura de la marca de la milla. Pero el esfuerzo lo agotó.
Cuando War Emblem atravesó la meta octavo bajo Víctor Espinoza, casi a 20 cuerpos detrás de Sarava, eventual campeón de la carrera, una arriesgada apuesta 70-1, Baffert estaba apenas aliviado de que su caballo no luciera herido.
"Víctor hizo lo mejor que pudo" dijo Baffert. "Si hubiera tenido un radio comunicador, le hubiera dicho que lo detuviera allí mismo. No lo quería corriendo una milla y media de esa forma".
Baffert no es el más querido de los entrenadores de caballos de carreras. Es demasiado brusco según algunos de sus colegas, demasiado confiado. Quizás sean sus ironías, quizás su imagen de estrella de Hollywood con esas gafas oscuras y sus poco convencionales cabellos blancos. Pero aunque no lo quieran y se alegren de ganarle, también tienen que respetarlo.
Ningún otro entrenador ha perdido el Belmont tres veces con caballos que habían ganado el Kentucky Derby y el Preakness. Es la clase de distinción dudosa que puede apreciar Marv Levy, entrenador de los Buffalo Bills, cuatro veces perdedores del Super Bowl. Una broma exquisita y torturadora.
Sin embargo, hay mucho más orgullo en llegar a la posición de poder ganar una Triple Corona o un Super Bowl, que la vergüenza que pueda haber en perder cualquiera de los dos. Baffert ni siquiera tenía este caballo hace dos meses, pero él vio en War Emblem a un espigado corcel negro que tenía potencial y en el que valía la pena que el príncipe saudí para el que Baffert trabajaba invirtiera $900,000. "Me siento vacío", dijo Baffert. "Siento que decepcioné a los fanáticos. Los fanáticos no tuvieron oportunidad de ver al verdadero War Emblem".
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