Colombia despide a su más querido humorista
Publicado 1999/08/14 23:00:00
- Carlos A López Z
Miles de colombianos dieron ayer el último adiós a su más querido humorista, Jaime Garzón, cuyo asesinato tomó dimensiones de tragedia nacional, e instaron a terminar con la guerra que desangra al país.
El cuerpo de Garzón fue velado en capilla ardiente en el recinto del Congreso de la República, con honores normalmente reservados a destacados políticos y expresidentes.
Al aire libre, en la Plaza de Bolívar en el centro de Bogotá, el obispo de Chiquinquirá, maestro de matemáticas y filosofía de Garzón en el seminario menor de Bogotá, celebró una liturgia de funeral, bajo un cielo encapotado. "Lo peor que podemos hacer en este momento es desesperarnos y pensar que Colombia se está desbaratando y pensar que el andamiaje está crujiendo ... no perdamos la fe", dijo ante la multitud, monseñor Héctor Gutiérrez. Unas 80.000 personas de todas las clases sociales, agitando banderas blancas con un lazo verde entrecruzado, clamaron por "no más guerra, no más muertos". El cuerpo de Garzón fue sepultado en un cementerio del norte de la capital colombiana.
Garzón fue miembro de un grupo de influyentes civiles que buscan mecanismos para relanzar el estancado proceso de paz con la segunda mayor fuerza insurgente del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
En un país curtido por un largo conflicto civil, que ha cobrado más de 35.000 vidas en los últimos 10 años, las masacres de grupos de ultraderecha, ataques guerrilleros y la ola de secuestros rara vez conmocionan masivamente al público.
Pero el asesinato el viernes de Garzón, quien se hizo famoso por sus incisivas parodias políticas, desató expresiones de dolor de parte de acaudalados y pobres, un reflejo del encanto que despertaba el cómico en todos los estratos de una nación profundamente dividida.
Destacados políticos compararon la reacción pública ante el asesinato de Garzón con las posteriores a los asesinatos de los candidatos presidenciales, el liberal Luis Carlos Galán, en 1989, y el ex guerrillero Carlos Pizarro, en 1990.
"Esto es un magnicidio, el magnicidio de un humorista", dijo a Reuters el legislador e ideólogo del disuelto grupo rebelde M-19, Antonio Navarro Wolff, junto al féretro de Garzón.
"La matanza de Galán y Pizrro provocó una reacción así: grande, inmensa ... mataron a Pizarro cuando estaba haciendo la paz, mataron a Garzón cuando estaba haciendo reír", añadió Navarro, entre sollozos.
Durante toda la noche, miles de colombianos ofrecieron sus condolencias en llamadas a la emisora Radionet, donde trabajaba Garzón y a donde iba cuando fue atacado por dos pistoleros.
"Mataron la risa", tituló a todo lo ancho su edición de ayer el influyente diario capitalino, El Tiempo.
Garzón, también periodista y abogado, fue asesinado en la mañana del viernes por dos sicarios que se movilizaban en una motocicleta de alto cilindraje, quienes le asestaron cinco balazos en la cabeza y el tórax. Una fuente de la policía dijo a Reuters que los sicarios usaron un revólver calibre .38, para no dejar casquillos desperdigados que pudieran servir de pista a las autoridades.
El presidente Andrés Pastrana y casi la totalidad de su gabinete agregaron sus voces a las manifestaciones de repudio.
El humorista se hizo muy famoso por su personaje de "Heriberto de la Calle", un humilde lustrabotas que hablaba sin tapujos y hacía chistes irreverentes y hasta irrespetuosos, a destacados personajes de la política a los que entrevistaba mientras les lustraba los zapatos.
Inicialmente, las autoridades acusaron a un escuadrón de la muerte de ultraderecha del asesinato, que previamente había amenazado a Garzón por sus esfuerzos para reactivar el proceso de paz entre el gobierno y el ELN. Pero el grupo paramilitar liderado por Carlos Castaño negó la responsabilidad.
"He enterrado a muchos amigos y reconozco un asesinato profesional ... para mí está claro que la extrema derecha lo mató", afirmó Navarro.
Las fuerzas de seguridad del gobierno habían acusado a Garzón de negociar la liberación de rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y cobrar parte de los rescates. Garzón negó vehementemente tales acusaciones.
El gobierno no ha descartado ninguna hipótesis y ofreció una recompensa de 264.000 dólares para quien dé pistas que conduzcan a la captura de los asesinos.
"Esto es tan triste porque nadie merece morir así, que sea rico o pobre", dijo Edgar Rodríguez, un humilde lustrabotas como el que imitaba Garzón. En un trágico giro, dos personas murieron y otras nueve sufrieron heridas
El cuerpo de Garzón fue velado en capilla ardiente en el recinto del Congreso de la República, con honores normalmente reservados a destacados políticos y expresidentes.
Al aire libre, en la Plaza de Bolívar en el centro de Bogotá, el obispo de Chiquinquirá, maestro de matemáticas y filosofía de Garzón en el seminario menor de Bogotá, celebró una liturgia de funeral, bajo un cielo encapotado. "Lo peor que podemos hacer en este momento es desesperarnos y pensar que Colombia se está desbaratando y pensar que el andamiaje está crujiendo ... no perdamos la fe", dijo ante la multitud, monseñor Héctor Gutiérrez. Unas 80.000 personas de todas las clases sociales, agitando banderas blancas con un lazo verde entrecruzado, clamaron por "no más guerra, no más muertos". El cuerpo de Garzón fue sepultado en un cementerio del norte de la capital colombiana.
Garzón fue miembro de un grupo de influyentes civiles que buscan mecanismos para relanzar el estancado proceso de paz con la segunda mayor fuerza insurgente del país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN).
En un país curtido por un largo conflicto civil, que ha cobrado más de 35.000 vidas en los últimos 10 años, las masacres de grupos de ultraderecha, ataques guerrilleros y la ola de secuestros rara vez conmocionan masivamente al público.
Pero el asesinato el viernes de Garzón, quien se hizo famoso por sus incisivas parodias políticas, desató expresiones de dolor de parte de acaudalados y pobres, un reflejo del encanto que despertaba el cómico en todos los estratos de una nación profundamente dividida.
Destacados políticos compararon la reacción pública ante el asesinato de Garzón con las posteriores a los asesinatos de los candidatos presidenciales, el liberal Luis Carlos Galán, en 1989, y el ex guerrillero Carlos Pizarro, en 1990.
"Esto es un magnicidio, el magnicidio de un humorista", dijo a Reuters el legislador e ideólogo del disuelto grupo rebelde M-19, Antonio Navarro Wolff, junto al féretro de Garzón.
"La matanza de Galán y Pizrro provocó una reacción así: grande, inmensa ... mataron a Pizarro cuando estaba haciendo la paz, mataron a Garzón cuando estaba haciendo reír", añadió Navarro, entre sollozos.
Durante toda la noche, miles de colombianos ofrecieron sus condolencias en llamadas a la emisora Radionet, donde trabajaba Garzón y a donde iba cuando fue atacado por dos pistoleros.
"Mataron la risa", tituló a todo lo ancho su edición de ayer el influyente diario capitalino, El Tiempo.
Garzón, también periodista y abogado, fue asesinado en la mañana del viernes por dos sicarios que se movilizaban en una motocicleta de alto cilindraje, quienes le asestaron cinco balazos en la cabeza y el tórax. Una fuente de la policía dijo a Reuters que los sicarios usaron un revólver calibre .38, para no dejar casquillos desperdigados que pudieran servir de pista a las autoridades.
El presidente Andrés Pastrana y casi la totalidad de su gabinete agregaron sus voces a las manifestaciones de repudio.
El humorista se hizo muy famoso por su personaje de "Heriberto de la Calle", un humilde lustrabotas que hablaba sin tapujos y hacía chistes irreverentes y hasta irrespetuosos, a destacados personajes de la política a los que entrevistaba mientras les lustraba los zapatos.
Inicialmente, las autoridades acusaron a un escuadrón de la muerte de ultraderecha del asesinato, que previamente había amenazado a Garzón por sus esfuerzos para reactivar el proceso de paz entre el gobierno y el ELN. Pero el grupo paramilitar liderado por Carlos Castaño negó la responsabilidad.
"He enterrado a muchos amigos y reconozco un asesinato profesional ... para mí está claro que la extrema derecha lo mató", afirmó Navarro.
Las fuerzas de seguridad del gobierno habían acusado a Garzón de negociar la liberación de rehenes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, FARC, y cobrar parte de los rescates. Garzón negó vehementemente tales acusaciones.
El gobierno no ha descartado ninguna hipótesis y ofreció una recompensa de 264.000 dólares para quien dé pistas que conduzcan a la captura de los asesinos.
"Esto es tan triste porque nadie merece morir así, que sea rico o pobre", dijo Edgar Rodríguez, un humilde lustrabotas como el que imitaba Garzón. En un trágico giro, dos personas murieron y otras nueve sufrieron heridas
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