Aullido de loba
Bromas pesadas
- Mónica Miguel Franco (Antropóloga)
Trato de no enfangarme en dimes y diretes porque en realidad, tal y como ya dije al principio me parecen todos exactamente iguales. Lo he dicho muchas veces y lo repito, igual de ladrón es el que roba mil como el que roba un millón. Robar es robar en cualquier lao' pelao'.
La verdad señores, cada vez los políticos del patio logran dejarme más y más estupefacta. Yo he llegado a creer que, en realidad, lo de los pactos éticos y todas esas zarandajas no son más que bombas de humo y en realidad se reúnen, ora en casa de uno, ora en casa de otro, para carcajearse de todos los votantes y reír hasta llorar de las ocurrencias mutuas: ¡Mira que cara pusieron!. Juas, juas. No soy capaz de entender de otro modo los exabruptos y los absurdos que son capaces de pretender que la ciudadanía digiramos así, de golpe y sin anestesia.
Porque una de dos, creemos esa hipótesis de ser los pendejos a los que nos están gastando una inmensa broma, o creemos que se ha producido un brote de locura colectiva, a la manera de las crisis en los conventos medievales en los que, por obra y gracia del pequeño y nunca bien ponderado cornezuelo, las monjas enloquecían e igual les daba por ver en el refectorio a San Miguel que al Maligno. Y eso me da más miedo, porque lo malo de estas vesanias gregarias es que nunca sabes dónde van a parar.
O sí, en realidad sí lo sabemos, o conocemos, por lo menos, unos cuantos escenarios posibles a los que todo esto puede ir a parar. Pero no importa, como cafres cerriles que solemos ser los seres humanos, seguimos adelante contra viento y marea.
Miren que trato de no enfangarme en dimes y diretes porque en realidad, tal y como ya dije al principio me parecen todos exactamente iguales, los de un color que los del otro, los que regalan dinero y los que ofrecen esperanzas vanas. Pero hay un momento en el cual el raciocinio se impone y empiezas a preguntarte si eres la única persona razonable. Si el resto de los que te rodean no se dan cuenta de que estamos inmersos en un circo de fenómenos. O será que sí se dan cuenta de que todo es una inmensa farsa y lo aceptan. Quizás sea eso.
Hace unos días leí en la página de una red social de una candidata a diputada una frase que reproduzco: Pueblo que elige a corruptos no es víctima sino cómplice. Y es una verdad como una casa. Aquellos que se llenan la boca de honradez y dan consejos del tipo: Agarra tu salve y luego vota a conciencia no se dan cuenta de que son iguales que los que pagan y los que reciben. O no, perdón, no son iguales, son peores, porque creyéndose la divina pomada incitan a la corrupción. Corromper es un verbo que se construye en oraciones reflexivas: tú me corrompes y yo me dejo corromper. Al final vivimos en medio del estiércol.
No me cuenten historias, no me vengan con milongas. Lo he dicho muchas veces y lo repito, igual de ladrón es el que roba mil como el que roba un millón. Robar es robar en cualquier lao' pelao'. Y si has pagado a un policía para que hiciera la vista gorda eres un corrupto. Los pueblos tienen lo que se merecen. No se engañen, a primeros de mayo de las elecciones surgirá el candidato que la mayoría elija. Y los demás, corruptos también pero en minoría, tendrán que aguantarse cinco años hasta que les llegue el turno. Si seguimos votando por un tipo que aparece en televisión con el fruto de su corrupción nos merecemos, como sociedad, todas y cada una de las cosas que nos pasan. Al fin y al cabo, eso es la democracia, ¿o no?
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