Catarsis del Zahorí
Publicado 2005/12/04 00:00:00
En este país en el que todos nos conocemos, el autor con solvencia literaria, no requiere mencionar nombres. Basta y sobra con los retratos hablados que producto de sus minuciosas investigaciones y vivencias, nos describen las actuaciones dolosas de estos personajes.
NO TENGAIS miedo" fueron las primeras palabras que Karol Wojtila (el Papa bueno) pronunció como Juan Pablo II, el 22 de octubre de 1978 ante miles de jóvenes católicos reunidos en la plaza de San Pedro.
Con este paternal saludo, quien conoció en el fragor de la batalla de su vida, el origen del miedo y el daño que esta emoción le ocasiona al ser humano, pareció anticiparse sabiamente a la inminente llegada de este flagelo globalizante que tipifica hoy a las sociedades modernas de todo el planeta.
Vivimos en efecto el tiempo del miedo. Miedo al terrorismo, miedo a los supuestos defensores del mundo. Miedo a los ladrones, miedo a los policías.
Miedo a la delincuencia, miedo a la puerta sin cerradura. Miedo a perder el trabajo, miedo de no encontrarlo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre, miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la multitud, miedo a la soledad. Miedo de vivir, miedo de morir.
En el contexto de esta realidad mundial, que por supuesto, también vivimos en nuestro país, este 3 de noviembre decidí dedicarme a leer bajo la cálida y segura protección de mi hogar, teniendo como música de fondo esta vez, los distantes acordes patrióticos de las bandas estudiantiles en los desfiles patrios.
Empecé y terminé de leer de un tirón la obra: "El país de las Maravillas" del abogado y escritor chiricano Rodrigo Miranda Morales.
A guisa de primer comentario empiezo por mencionar lo obvio. Salta a la vista, al iniciar la lectura de este libro que fue escrito por alguien que de manera efectiva ha sabido exorcizar sus miedos.
Mientras leía, recordé de paso, un interesante pasaje de una excelente novela de Irving Wallace que leí hace mucho, en el que un novato aterrado por el presagio de la batalla y un fogueado soldado conversan dentro de la trinchera. El soldado le pregunta al curtido guerrero: ¿Qué tengo que hacer para ser un buen soldado y vencer el pánico que me paraliza antes de entrar en acción? El veterano le contestó: Tienes que perder la esperanza y entablar la batalla como si ya hubieras muerto, solo así podrás vivir sin temor ni miedo en la guerra y llegarás a ser un buen soldado".
En el caso de "El país de las Maravillas" (Anatema contra la Corrupción), una actitud similar parece sugerir el autor al lector, por el hecho de documentar exhaustivamente un pesimismo recalcitrante sobre el futuro del país nulificando las posibilidades y esperanzas de cambio, especialmente en lo tocante a la corrupción de la justicia panameña.
Resulta algo así como empujemos hacia el fondo al que se está ahogando, a ver si de una vez por todas, al hacerlo logra impulsarse de vuelta hacia la superficie en lugar de quedarse tragando agua acalambrado por el miedo.
Este libro constituye, además; un valiente y contundente testimonio que pone a parir (o al menos romper fuentes) a los corruptos panameños de ayer, de hoy e incluso a los que están pensando serlo.
En este país en el que todos nos conocemos, el autor con solvencia literaria, no requiere mencionar nombres. Basta y sobra con los retratos hablados que producto de sus minuciosas investigaciones y vivencias, nos describen las actuaciones dolosas de estos personajes.
"El país de las Maravillas" es un espectacular "strip tease" de la corrupción panameña narrada con la solvencia literaria de quien conoce cabalmente el oficio de escribir. El autor mantiene como hilo conductor de la obra, la trama de un juicio, el más importante noble y culminante de su carrera como abogado.
Es muy probable que la decisión del autor de imponerse la arriesgada tarea de escribir esta obra haya sido el deseo íntimo de conjurar cual chamán mediante un despojo sin saumerios, el cúmulo de resentimientos, injusticias recibidas y sinsabores acumulados a lo largo de su vida, para que no intoxiquen su espíritu ni contaminen su alma. La catarsis del zahorí, sospecho que ha revitalizado sus fuerzas para seguir siendo el guerrero solitario de siempre, aunque mucho mas temible y seguro.
El libro definitivamente es bueno y constituye un valioso aporte al país. La obra reta a los panameños a no quedarse arrinconados por el miedo rumiando sus rencores, ni lamiendo sus heridas hasta morir. Nos da la receta para perderle el miedo a los corruptos y nos exhorta a poncharlos en lugar de seguir dándoles la base por bolas.
Confieso que me emocioné como panameño al confirmar en la obra, que Rodrigo era el informante de Guillermo Sánchez Borbón en aquella extraordinaria serie de columnas que publicará diariamente en la Prensa bajo el titulo de: "En pocas palabras", a raíz de la decapitación de Hugo Spadafora. Yo conservo con respeto y admiración los recortes de periódico de cada una de las columnas escritas por Sánchez Borbón en aquella época.
Finalmente, en honor a la verdad y a fuerza de ser sincero debo decir también, que es una lástima que la catarsis del zahorí, no haya incluido liberar al escritor Miranda Morales de seguir cargando en la basta de sus pantalones las pequeñas semillas del "pega-pega" de la vanidad y el egocentrismo durante su tránsito por la llanura.
En la elevada cumbre en que se encuentra, no suelen sobrevivir estas malezas.
Usted, apreciado y valiente hombre de bien, no necesita repetirse ante el espejo, ni enrostrarle a los demás que virtudes ciudadanas le adornan.
Su desempeño como abogado, su calidad de escritor, su valentía a toda prueba, hablan por Usted.
Yo comparto con el escritor su tesis sobre la falsa modestia y la convicción de ser usada por hipócritas. Sin embargo creo que la vanidad y el egocentrismo son igualmente aberrantes y es necesario atreverse a exorcizarlas también, respetado y valiente guerrero zahorí.
Con este paternal saludo, quien conoció en el fragor de la batalla de su vida, el origen del miedo y el daño que esta emoción le ocasiona al ser humano, pareció anticiparse sabiamente a la inminente llegada de este flagelo globalizante que tipifica hoy a las sociedades modernas de todo el planeta.
Vivimos en efecto el tiempo del miedo. Miedo al terrorismo, miedo a los supuestos defensores del mundo. Miedo a los ladrones, miedo a los policías.
Miedo a la delincuencia, miedo a la puerta sin cerradura. Miedo a perder el trabajo, miedo de no encontrarlo. Miedo de la mujer a la violencia del hombre, miedo del hombre a la mujer sin miedo. Miedo a la multitud, miedo a la soledad. Miedo de vivir, miedo de morir.
En el contexto de esta realidad mundial, que por supuesto, también vivimos en nuestro país, este 3 de noviembre decidí dedicarme a leer bajo la cálida y segura protección de mi hogar, teniendo como música de fondo esta vez, los distantes acordes patrióticos de las bandas estudiantiles en los desfiles patrios.
Empecé y terminé de leer de un tirón la obra: "El país de las Maravillas" del abogado y escritor chiricano Rodrigo Miranda Morales.
A guisa de primer comentario empiezo por mencionar lo obvio. Salta a la vista, al iniciar la lectura de este libro que fue escrito por alguien que de manera efectiva ha sabido exorcizar sus miedos.
Mientras leía, recordé de paso, un interesante pasaje de una excelente novela de Irving Wallace que leí hace mucho, en el que un novato aterrado por el presagio de la batalla y un fogueado soldado conversan dentro de la trinchera. El soldado le pregunta al curtido guerrero: ¿Qué tengo que hacer para ser un buen soldado y vencer el pánico que me paraliza antes de entrar en acción? El veterano le contestó: Tienes que perder la esperanza y entablar la batalla como si ya hubieras muerto, solo así podrás vivir sin temor ni miedo en la guerra y llegarás a ser un buen soldado".
En el caso de "El país de las Maravillas" (Anatema contra la Corrupción), una actitud similar parece sugerir el autor al lector, por el hecho de documentar exhaustivamente un pesimismo recalcitrante sobre el futuro del país nulificando las posibilidades y esperanzas de cambio, especialmente en lo tocante a la corrupción de la justicia panameña.
Resulta algo así como empujemos hacia el fondo al que se está ahogando, a ver si de una vez por todas, al hacerlo logra impulsarse de vuelta hacia la superficie en lugar de quedarse tragando agua acalambrado por el miedo.
Este libro constituye, además; un valiente y contundente testimonio que pone a parir (o al menos romper fuentes) a los corruptos panameños de ayer, de hoy e incluso a los que están pensando serlo.
En este país en el que todos nos conocemos, el autor con solvencia literaria, no requiere mencionar nombres. Basta y sobra con los retratos hablados que producto de sus minuciosas investigaciones y vivencias, nos describen las actuaciones dolosas de estos personajes.
"El país de las Maravillas" es un espectacular "strip tease" de la corrupción panameña narrada con la solvencia literaria de quien conoce cabalmente el oficio de escribir. El autor mantiene como hilo conductor de la obra, la trama de un juicio, el más importante noble y culminante de su carrera como abogado.
Es muy probable que la decisión del autor de imponerse la arriesgada tarea de escribir esta obra haya sido el deseo íntimo de conjurar cual chamán mediante un despojo sin saumerios, el cúmulo de resentimientos, injusticias recibidas y sinsabores acumulados a lo largo de su vida, para que no intoxiquen su espíritu ni contaminen su alma. La catarsis del zahorí, sospecho que ha revitalizado sus fuerzas para seguir siendo el guerrero solitario de siempre, aunque mucho mas temible y seguro.
El libro definitivamente es bueno y constituye un valioso aporte al país. La obra reta a los panameños a no quedarse arrinconados por el miedo rumiando sus rencores, ni lamiendo sus heridas hasta morir. Nos da la receta para perderle el miedo a los corruptos y nos exhorta a poncharlos en lugar de seguir dándoles la base por bolas.
Confieso que me emocioné como panameño al confirmar en la obra, que Rodrigo era el informante de Guillermo Sánchez Borbón en aquella extraordinaria serie de columnas que publicará diariamente en la Prensa bajo el titulo de: "En pocas palabras", a raíz de la decapitación de Hugo Spadafora. Yo conservo con respeto y admiración los recortes de periódico de cada una de las columnas escritas por Sánchez Borbón en aquella época.
Finalmente, en honor a la verdad y a fuerza de ser sincero debo decir también, que es una lástima que la catarsis del zahorí, no haya incluido liberar al escritor Miranda Morales de seguir cargando en la basta de sus pantalones las pequeñas semillas del "pega-pega" de la vanidad y el egocentrismo durante su tránsito por la llanura.
En la elevada cumbre en que se encuentra, no suelen sobrevivir estas malezas.
Usted, apreciado y valiente hombre de bien, no necesita repetirse ante el espejo, ni enrostrarle a los demás que virtudes ciudadanas le adornan.
Su desempeño como abogado, su calidad de escritor, su valentía a toda prueba, hablan por Usted.
Yo comparto con el escritor su tesis sobre la falsa modestia y la convicción de ser usada por hipócritas. Sin embargo creo que la vanidad y el egocentrismo son igualmente aberrantes y es necesario atreverse a exorcizarlas también, respetado y valiente guerrero zahorí.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.