De apóstrofos inoportunos
- Ariel Barría Alvarado (Profesor de Lengua y Litera
“Apóstrofo”, nos dice el diccionario, es el “signo ortográfico que indica la elisión de una letra o cifra”. Dicho en otras palabras: marca el lugar en el que se ha suprimido esa letra o cifra; así pues, el apóstrofo se encarga de decirnos que ese es el lugar en que debía ir algo que ahora no está. La manera en que se representa el signo es mediante una especie de tilde, que se coloca entre letras, no sobre ellas (’).
Un apóstrofo no es algo insignificante que se puede obviar porque sí. Hace unas cuantas semanas, la cadena de tiendas Old Navy, en Estados Unidos, debió enfrentar una avalancha de críticas porque alguien olvidó colocar el apóstrofo de la frase “Let’s go X” (en la equis ha de ir el nombre de los equipos de futbol americano auspiciados por la empresa) en cientos de miles de camisetas que se lanzaron al mercado.
En el mismo sentido, varias páginas en Internet se dedican a comentar, o a buscar soluciones, para problemas informáticos relacionados, por ejemplo, con la imposibilidad de procesar una información cuyo texto tenga apóstrofos. Esos errores (“bugs”) son tratados con seriedad por las organizaciones responsables, y se busca cómo arreglarlos.
Es que en inglés el apóstrofo es muy usado. En el caso del español también lo empleamos para indicar la ausencia de algo. Por ejemplo, para escribir ciertas palabras pronunciadas en el registro vulgar: “Él llegó juma’o a la casa”; “Me lo devolvieron to’ golpea’o por la mañana”… En la lengua estándar suelen encontrarse apóstrofos en el contexto de nombres propios provenientes de otras lenguas: “Bernardo O’Higgins”, “El general O’Leary”… pero hasta ahí.
No obstante, a menudo vemos, en diversos documentos, que se usa el apóstrofo de un modo que podríamos considerar insólito. Me refiero a la presunta expresión del plural de ciertas siglas (esto me hace recordar la afirmación que hizo un compañero de la escuela primaria ante nuestra atónita maestra: “Yo escribí ‘veintes’ porque es un número plural”).
Basándose quizás en los textos en inglés, o a lo mejor en la ley “veintes”, algunos insisten en escribir textos tan malhadados como estos: “El famoso cantante Matasiete lleva ya 4 CD’s grabados este año…”; “Mi bufete ha organizado más de 9 ONG’s en este país”; “Las enfermedades de transmisión sexual (ETS’s) afectan la salud de nuestros jóvenes…”; “Nuestra universidad basa sus contenidos en las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC’s)…”
¡Vamos! 1 ONG + 1 ONG ? 2 ONG’s… Dicho en buen cristiano: ¡las siglas no tienen plural! (aparte de que tampoco se acentúan ortográficamente…). Por lo tanto, 1 DVD, 2 DVD, 3 DVD… Sin plurales traídos por los cabellos.
Otro uso inoportuno del apóstrofo se da cuando alguien tiene la brillante idea de referirse a las décadas escribiendo de la siguiente manera: “Me gusta la música de los 80’s…”; “Nací en los 70’s, la era de los combos nacionales…”; “El avance registrado por Internet a partir de los 90’s…”
Solo tendríamos que preguntarnos, ¿qué ausencia está marcando el apóstrofo en esas siglas? ¿La terminación en plural? ¿Qué plural?
Quizás lo que ocurre es que, como el signo parece un ganchito, un anzuelo tal vez, hay ocasiones en que quedamos guindando de él. ¿Será por eso?
Espero que nos podamos ver en este mismo espacio, el próximo domingo. Chao, pescao’.
Que la palabra te acompañe.
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