De sexo y de género
- Ariel Barría Alvarado
Si dijese: “La columna de hoy trata sobre sexo”, es muy probable que las connotaciones con las que reciba el receptor este mensaje estarán en orden inversamente proporcional, en cuanto a relevancia, al que corresponde a la última palabra de la oración. Aclaro: “sexo”, según el Diccionario de la Real Academia, en primer lugar es la “condición orgánica, masculina o femenina, de los animales y las plantas”; solo en cuarto puesto aparece el “placer venéreo”.
Este modo determinado de asumir la palabra hace que, instintivamente, el hablante busque en su carcaj léxico un vocablo sustituto que le asegure que su mensaje no sufrirá transformaciones en el camino. Aunque son pulgas de distintos canes, creo que esa misma es la razón por la que seguimos viendo en las fachadas de los comercios la expresión: “Estamos abierto” (pésimo calco del inglés “We are open”), que por concordancia exige una s final en el adjetivo (para una frase igual de calcada y horrorosa, pero al menos concordante). El presentido riesgo de la procacidad lleva a algunos a machacar en el error, obviando la expresión más nuestra, más clara: “Ya abrimos”.
El pasado 25 de noviembre se conmemoró el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Con motivo de la ocasión, recibí varias consultas relacionadas con el uso adecuado de los términos “sexo” y “género” en tal contexto.
Siempre de acuerdo con el DRAE, el sustantivo “género”, en lo pertinente al ámbito que nos ocupa (contraposición con “sexo”), solo se refiere a las distinciones sexuales cuando se aplica al campo gramatical y a la necesidad de establecer concordancias en la expresión, reconociendo así los géneros masculino (“Este libro es aleccionador”), femenino (“Esta lectura es aleccionadora”) y neutro (“Esto es aleccionador”). El decir, por ejemplo: “Cifra de agresiones reportadas según género”, conduciría a pensar en el género de la agresión (tipo de arma empleada, modo del ataque) y no en el sexo de la víctima; el expositor, en tal caso debería decir: “Cifra de agresiones reportadas según sexo”.
No puede negarse la enorme influencia del inglés sobre nuestra lengua, aparte de que muchas veces es el propio hablante quien coquetea con las cuñas foráneas, por una mal entendida noción de status; de este modo ha ido avanzando la sustitución de “género” por “sexo”, como si fueran sinónimos. Género, o mejor: “gender”, según el diccionario Merriam Webster, es “the behavioral, cultural, or psychological traits typically associated with one sex”, es decir: “los rasgos de comportamiento cultural o psicológico típicamente asociados con un sexo”, lo que sí encajaría con el uso que se le pretende dar en español; pero da la casualidad de que no se define así en nuestra lengua.
Ahora bien, el idioma es de los hablantes, no de los diccionarios. El auge de estudios psicológicos, sociológicos, criminológicos, sobre los fenómenos de la violencia ejercida por hombres contra mujeres (o viceversa, que de todo hay) extenderá cada vez más la costumbre de traslapar uno y otro término, como ha sucedido antes. Pero, mientras tanto, usemos las palabras cabales, empleando el sustantivo “sexo” cuando corresponda (“Ambos sexos están representados equitativamente”, “Cómo prevenir y denunciar la violencia por razones de sexo”...).
A propósito, cerca ya del 8 de diciembre: ¡Bendiciones a las siempre hermosas mujeres que son veneradas como madres!; bien dice Amelia Denis, refiriéndose a ustedes: “Amor que nada pide, nada espera, / que de sí mismo satisfecho vive”. Reciban tales parabienes, en particular, las lectoras de Día D, entre ellas mi madre, María Alvarado de Barría, en Las Lajas, Chiriquí. ¡Salud!
Que la palabra te acompañe.
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