Aullido de loba
Después de pasar el tsunami
La Navidad es un engaño, todo es falso. El belén es erróneo, el Niño no nació en diciembre, el árbol de Navidad es un símbolo pagano. El maquillaje tapa la objetividad de las arrugas, las fajas ocultan las lorzas, las sonrisas falsas disimulan el odio.
Me siento a teclear estas líneas en la mañana de Navidad y a reflexionar un año sobre la estupidez. La ciudad se siente hoy exactamente igual que si hubiera caído sobre ella una ola gigante. En las aceras se encuentran montones de desechos dejados por la marea, restos desangelados del temporal.
La gente anda por la calle con los ojos enrojecidos y los rostros desencajados, con cara de buscar desesperadamente a alguien o algo, y yo, mirándolos, pienso que quizás lo que están buscando es su cordura, que en algún momento del año se les perdió, o se les adormeció. Y este despelote colectivo, este gigantesco maremágnum de atontamiento sensorial, un año más, se los llevó por delante.
Pasó ya el tiempo de la hipnosis generalizada a base del soniquete cruel de los villancicos, que con su ruido blanco anestesian cerebros y conciencias. Las garras de la felicidad por decreto están liberando, poco a poco, a los ciudadanos. Aquello que los retenía en su poder comienza a soltar su presa y ellos, parpadeando despacio, miran alrededor y se preguntan ‘¿Qué pasó?’. Sí, igualito que el pobre pendejo borracho de la canción de Blades después de que el camión se lo llevara por delante. Ya no hay lucecitas estroboscópicas que se prenden, se apagan, se prenden, se apagan, ocultando con su brillo los confines duros de la realidad. Hoy, con un vaso burbujeante de bicarbonato entre las manos, tratando de neutralizar el dolor provocado por las otras burbujas que tenían ayer en sus copas, sacuden la cabeza y regresan a la realidad.
La Navidad es un engaño, todo en la Navidad es falso. El belén es históricamente erróneo, el Niño no nació en diciembre, el árbol de Navidad es un símbolo pagano. La gente no es tan feliz como aparenta y los que donan en vivo y en directo a la Teletón lo hacen por afán de protagonismo y no por un deseo real de ayudar. Los parabienes de buena voluntad, en su mayor parte, son palabras vacías, y los regalos y los detalles que te dan se han comprado sin pensar en ti, en lo que deseas, en lo que quieres o en lo que esperas.
La realidad es una hija de puta muy cruel. El maquillaje tapa la objetividad de las arrugas, las fajas ocultan las lorzas, las sonrisas falsas disimulan el odio. Los regalos caros esconden el poco cariño real que hay para ofrecer. Los papeles de colores, los lazos y las luces no dejan que veamos los cadáveres putrefactos que hay detrás, y las velas y los aromatizadores con olor a pino canadiense, o a manzana y canela, nos enmascaran el olor a descomposición.
Lo malo viene después, cuando al día siguiente la luz del sol rompe el encantamiento y caes en cuenta de que la belleza era falsa, que el oro era oropel, tú eres feo y la gente no te quiere tanto como dice.
Ahora ya sacaste del horno, con fanfarrias, el jamón que el politicastro de turno te regaló. Te bebiste todas las botellas que los que están esperando que los sigas ayudando el año que viene desde tu puesto te mandaron. Y abriste los regalos que en muchos casos has pagado tú mismo. ¿Qué queda por hacer? Pues mira a ver, mientras masticas despacio el sándwich hecho con las sobras de la cena, si aprendes para el año que viene a no ser tan pendejo, a pensar un poco más y a dejarte llevar por la corriente un poco menos.
Pero claro, si pensáramos un poco más, no seríamos humanos.
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