El Gobierno se ha declarado pro minería
- Egbert Lewis (egbert.lewis@epasa.com)
Raisa Banfield no parece tener pretensiones de heroína, a pesar de que su imagen pública la identifica como una luchadora tenaz. Lo que no niega es su compromiso para tratar de dejar un mejor país en términos ambientales y, para ello, matiza que la panameñidad no solo se celebra, sino que se defiende y se ejerce, no cada cinco años, con un voto o vistiéndose de rojo, blanco y azul una vez al año.
Arquitecta de profesión y ambientalista por convicción, Banfield dice que no se hallaría haciendo algo diferente a lo que realiza ahora. Asegura que el Gobierno de Ricardo Martinelli es el que menos bolas les ha parado a los temas ambientales y que, incluso, tiene una tendencia a desafiar. A pesar de las amenazas personales y ambientales, ella no pierde ningún espacio para decir su verdad, verdad que --a su juicio-- todos debieran respaldar, porque al final de lo que se trata es de la vida misma.
¿Usted siente que el panameño ha tomado de conciencia sobre el tema ambiental?
Toda crisis tiene una connotación negativa y una positiva. Lo negativo es la gravedad del problema, lo positivo es que ha captado la atención de la población, ya no solo de campesinos, indígenas o gente que está relacionada directamente con el tema de los recursos naturales, sino de los niveles más altos de la sociedad, que ha empezado a entender el problema como una situación que nos atañe a todos y que tiene un efecto en todo el quehacer y esto ha creado una serie de acciones, tanto de protestas como de campaña, entre otros.
¿Diría que el tema ambiental se ha puesto de moda?
El tema ambiental se ha puesto de moda, lo cual no es la intención del movimiento ambiental que sea un tema solo de moda, pero es uno de los estadios que tiene que pasar para que llegar a calar como un tema de conciencia, de transformación de conciencias. El único lugar donde no ha llegado para quedarse es en el ámbito gubernamental.
¿Y a qué atribuye eso?
Yo lo atribuyo a que tenemos autoridades con un pensamiento desfasado en el que uno ve todavía que hay una mentalidad de los años 50. Primero porque el tema ambiental era casi nulo y segundo porque se veía todo lo que tenía que ver con recursos naturales como un estorbo para el desarrollo.
¿En cuál de los Gobiernos recientes se han sentido más desoídos los ambientalistas?
¡Este, sin duda alguna! Yo soy arquitecta, por lo tanto, no estoy en el tema ambiental de toda la vida. Ha sido un proceso de aprendizaje, de asumir responsabilidades y de actuar, que yo creo que es a lo que estamos llamados todos. Y empecé en este tema durante el Gobierno de Mireya y allí, si bien había un cierto rechazo al tema y mucho desconocimiento, al menos había un respeto por la institucionalidad. Por eso es que tocábamos el tema institucional, porque la ciudadanía no estaba acostumbrada a utilizar las leyes, a defender los reglamentos, a utilizar el sistema en defensa ambiental; no era una práctica común y cuando empezamos a hacerlo con el Gobierno de Mireya y todavía con más insistencia con el de Martín Torrijos, funcionaba. ¿Cuál es la diferencia en este Gobierno? Primero, que los temas ambientales ya son muchos, graves y dispersos en todo el país; segundo, el desconocimiento y la capacidad técnica de los funcionarios que están manejando la cosa pública en materia ambiental es muy dispersa, vaga y tampoco les interesa mejorarla y, tercero, hay una actitud totalmente de “no me interesa” ante los reclamos ambientales y más bien hay una actitud de agresión. Pero lo peor de todo es que la institucionalidad no se está respetando.
Al derogar la Ley 8, el presidente dijo “no me gustan ni los mineros ni las minas”.
¿Ocho meses después, cómo interpreta ese “no me gustan”?
El presidente hizo la de Pedro, negó tres veces antes de que cantara el gallo, y allí negó a los mineros tres veces antes de que derogara la ley. Pero yo pienso que fue una estrategia mediática extraordinaria porque lo hizo el viernes antes de Carnaval y cuando él hace esa negación hay una desestabilización de la Bolsa y empieza o reinicia un proceso de renegociación entre el Estado y las mineras porque después el ministro de Comercio tuvo que ir a calmar a las empresas mineras que estaban preocupadas y luego empieza un silencio absoluto en esta materia, pero las actividades mineras continúan, ahora sin riendas. Ahora sale nuevamente el tema minero porque se aproximaba un feriado largo y muchos escándalos en mesa, así ponen el tema sin que nadie se dé cuenta y si hay un poquito de revuelo, con los días patrios, pasa. Cuando nosotros activamos lo que las leyes nos permiten, le presentamos un proyecto de ley para restaurar un marco jurídico mínimo que reglamentara lo que estaba sucediendo, fue ignorado. Presentamos un proyecto de moratoria para discutir y también fue ignorado.
Sus argumentos se parecen a los que empleó el Gobierno para defender la ley.
¿Si dice que la minería anda sin riendas, por qué se opone a la ley?
Es importante que quede claro que son dos situaciones. Una es que tenemos un código minero que no necesariamente es una política, es una herramienta de aplicación de política. Panamá no tiene una política de aplicación minera porque tiene implicación social, económica, de salud, ambiental; y cuando tú analizas todos estos aspectos, generas planteamientos que deben tener un seguimiento a lo largo de un gobierno y de los que le siguen y las herramientas para aplicar esa política son las leyes y códigos. Ahora mismo tenemos una ley desde 1960. Desde el Gobierno de Martín Torrijos pedimos que se estudiara, analizara y arreglara la situación que estaba pasando en el siglo XXI en materia minera, pero hubo un silencio y el Gobierno de Martinelli se ha declarado pro minería.
¿Si tendría que escoger entre la Ley 8 y lo que se platera ahora, por cuál optaría?
Ninguna de las dos es conveniente, pero la última es peor. Si quieres hablar de qué es más malo, definitivamente que la última es peor.
¿Por qué?
Porque bajo el supuesto de que se anuló, queda y rige indefinidamente; entonces ya rige con una apertura a inversión de Gobiernos extranjeros en nuestros recursos minerales, rige sin ningún condicionamiento ni tutoría de tipo ambiental, rige sin ningún plan de cierre de minas y rige aunado a una ley de asociación público-privada que tiene otras implicaciones. Y si se analiza que hay más de 900 solicitudes de explotaciones mineras a lo largo y ancho del país en proceso de estudio, aprobación, exploración y contratos, estamos hablado de más de 2 millones 300 mil hectáreas del territorio nacional en una situación de incertidumbre, estamos hablando de un cambio climático que estamos sufriendo sus consecuencias en materia del incremento del nivel del mar, desertificación, de incremento de temperatura y estamos hablando de un Gobierno que no está tomando las medidas de adaptación a esa situación, sino que promueve industrias que son altamente lesivas de recursos naturales que nos sirven de mitigación, por lo tanto, estamos ante un escenario preocupante.
¿Cómo es eso de que la nueva ley propiciaría la participación de Estados en la explotación de minerales en Panamá?
Yo no soy abogada ni especialista en ese tema, pero como el tema ambiental es interdisciplinario, eso lo hemos conversado mucho con abogados. Tanto la Constitución como el Código Minero prohibían expresamente la presencia de algún Estado en ninguna forma, ni como persona jurídica ni como Estado en sí mismo, porque no estamos hablando de un Estado que entra a vender un producto o brindar un servicio, estamos hablando de un Estado que entra para acaparar el subsuelo de un terreno ajeno. Le estamos dando cierta soberanía por un periodo determinado en nuestro territorio y no para que lo deje exactamente igual que cuando entró, sino para que lo extraiga. Tanto la Constitución como el Código preveían eso porque la industria minera tiene muchos contratiempos en los países donde se da y tiene daños de los cuales luego nadie se hace responsable. Entonces, cuando estos Estados quieren defender sus intereses, Panamá puede estar en riesgo.
¿Por qué solo ustedes ven eso y no lo ve el Gobierno?
Porque cuando a ti te pagan para ver o no ver lo que no quieren que veas, entonces tú no lo ves. Nosotros sentimos que el Gobierno está actuando de oficio en defensa de una industria y de los intereses de otros Estados, que no son los nuestros. Tanto clamor y tanta pasión de diputados oficialistas como de autoridades del gobierno, como el ministro de Comercio, hoy canciller, es desbalanceada en función de la objetividad que deberían tener para analizar el tema y todas sus aristas. Tenemos dos años de estar clamando que sean jefes de Gobierno de un país y no defensores de oficio de una industria.
¿Cuáles serían las reacciones, si se aprueba el proyecto ley?
Lo que pasa es que la minería sigue porque tenemos un código minero y tenemos un contrato-ley leonino, como el caso de Petaquilla. Después del Hay-Bunau Varilla, es lo peor que hemos tenido. La situación va a seguir igual, lo que nosotros estamos clamando es que aprovechemos esta coyuntura para hacerlo bien, agravar la situación o simplemente cerrar el tema minero no, porque una vez que se aprueba la ley se cierra el tema y todo sigue, el Estado panameño queda en mayor indefensión. Por lo tanto, nosotros tendremos que seguir con los canales nacionales a través de nuestro sistema de justicia que está cada vez más desmejorado, y en los canales internacionales.
¿Cómo hacer para que no se vea el tema ambiental como una película de terror?
Yo creo que de hecho, el tema ambiental entra al pensamiento de los panameños como un problema y hoy día es una película de terror, y la gente rechaza un poco. Pero el tema ambiental --como decía al principio-- tiene dos aristas y yo pienso que es una oportunidad hermosa de mejorar nuestra calidad de vida, de tener un desarrollo más a escala humana, de volver a principios y valores de crecimiento humano que se perdieron con la industrialización, con la tecnificación, con una serie de cosas que nos dan más confort, pero que a largo plazo están perjudicándonos más en calidad de aire, en calidad de espacios y de ambiente. Si nosotros de esta crisis pasamos a entender que definitivamente algo hicimos mal y que tenemos que cambiar de rumbo, la posibilidad que tiene Panamá es hermosa. Somos uno de los 26 puntos de biodiversidad más importantes del planeta, somos el segundo país de la región con más acceso al agua, somos el único país en el mundo que conecta dos océanos biológicamente con bosques, somos un país con una baja densidad de población con un potencial de desarrollo en materia de energía, de turismo ecológico, de desarrollo de medicinas, aprovechamientos de playas y costas, o sea, que tenemos un potencial de crecimiento enorme y si nosotros aplicamos uno de los principios de sostenibilidad real, que es aprovechar los recursos naturales garantizando que sigan para las próximas generaciones, Panamá podría ser el punta de lanza para la región y el mundo, como modelo de desarrollo verde.
¿Cuál es la mejor fórmula para vender su causa:
hablar en positivo o pregonar los peligros?
Esto que preguntas va muy ligado a mi experiencia personal. Yo fui parte de la fundación del Centro de Incidencia Ambiental y la dirigí por 3 años. Fue concebido para denunciar lo que está mal. Después de 3 años comprendí que el panameño lo que necesita es ver las alternativas, entonces es allí donde fundo y comienzo a trabajar en Panamá Sostenible, con la intención de crear los espacios, las sinergias, porque hay mucha gente trabajando en los temas ambientales en todas partes, pero sin apoyo y con mucha incertidumbre. Por lo tanto, nosotros tenemos que abrir los espacios de fortalecimiento de lo poquito que hay, adquirir todo el bagaje internacional que nos viene de afuera y que quisieran poder desarrollarlo como se amerita y cuando el panameño vea que tiene ese potencial de crecimiento en línea, entonces es mucho más atractivo el tema ambiental.
¿Hasta dónde está dispuesta a llegar con todo esto?
Yo no puedo identificar un problema, entenderlo y quedarme con los brazos cruzados. Yo no podría con mi vida. Hoy tengo dos opciones: hacer lo que hacen muchos que es llamar a la radio, tomar un café con un amigo y llorar de la frustración, escribir y mandar papeles a todos lados y esperar que vengan los superamigos a rescatarnos o aportar mi granito de arena en informarme, comunicar y aportar. Escogí esta última opción porque no conozco otra forma de actuar.
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