Soliloquios
El goloso
“ A los tibios, como se sabe, Dios los vomita” cita de Mariano Dupont Me relamo. Es clásica esta costumbre de nosotros los
“A los tibios, como se sabe, Dios los vomita” cita de Mariano Dupont
Me relamo. Es clásica esta costumbre de nosotros los golosos, sacar la lengua y pasearla por los labios a la vista de algo que nos gusta o con sólo recordar algo que nos gustó.
Ahora mismo, por ejemplo, soy un micifúz goloso de gata. Soy un gato, si no, no estaría meneando la cola para atraer a esa gata callejera pisasuave, que pasea como reina sin corte por el techo de mi vecina. Es amarilla, de ojos verdes (parece una china-gringa). Ni siquiera me voltea a ver; pero, por si las moscas, limpio mis uñas en la palmera de Mili aunque me gane un insulto.
Soy goloso. Dame dulce y obtendrás acciones gratis sobre mi corazón. La culpa es de Jilma Cecilia, que desde los cuatro años me acostumbró al “refresco” de leche condensada con cerezas (con todo y jugo almibarado). Cómo no ser goloso, con tanto dulce que hay en Panamá: sobre todo el de macute, ¿qué digo? el de camote, una convolvulácea que no puedo ver en persona pero me seduce como dulce. Se me hace agua la boca fácil. Con sólo ver, aunque sea de lejos, una mariposa azul o un atardecer de guayaba, comienzan mis neuronas a remar en góndolas sobre nubes, y vuelvo y me relamo.
Soy goloso de sopa de pivá, y, claro que lo saben, de arroz con coco (no dejen el concolón en la paila), de carne entomatada, de tortillas del Delirys y del chicheme de Chorrera.
Soy goloso de besos y abrazos, de piña y caramelo, de poemas y caracoles, de gatas y libélulas (¿habrá animal volador más bello que ese?); de guayacanes en flor y de panquecas con buco mantequilla y miel de abeja.
Soy goloso y no tengo ni intención ni ganas de cambiar. Me dejo tentar fácil, es más, no estoy hecho para resistir tentaciones... de las buenas, las sabrosas. Nada de trácala. Suficiente con las que hice en mi decena de los veinte.
Soy goloso. No cortes a jugar a “matatúz” conmigo. No te dejaré comer en paz si es algo que me gusta. Ser goloso no es pecado es darle luz verde a las ganas, ¿para qué las recoges y aprisionas? Sufrirás una oscura melancolía si dejas que tus ganas se evaporen sin intentar tragártelas.
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