El imbécil creído y sus circunstancias
- Mónica Miguel Franco (Antropóloga)
Desde ahora informo que los blandos de corazón no deberían seguir leyendo esto. El que avisa no es traidor.
Ellos deseaban huir de su vida común y pedestre, la comodidad de su existencia los sofocaba y buscaron en las lejanas tierras un bálsamo para su tedio vital. Decidieron lanzarse a la aventura. Todo el mundo es bueno, el mito del buen salvaje permeó sus corazones. La belleza del mundo nos sanará. Decían.
Las lianas lo rodeaban, colgando amenazadoras de la copa de los inmensos árboles de la Polinesia Francesa, el calor sofocante y húmedo hacía que la ropa carísima y ad hoc comprada en la tienda Sargento Cigala se le pegara a la piel, a pesar de que el dependiente le prometió, nein, nein, que nunca le iba a pasar. Los crujidos que marcaban el ritmo de su caminar por el sendero apenas abierto a machetazos señalaban que pisaba algo más que hojas muertas y la cacofonía de sonidos selváticos no bastaba para hacer que desistiera en su empeño de continuar un poco más allá. Tampoco las miradas torvas de su guía lo hicieron, craso error, hasta que llegó al claro, claro, eso fue lo último que vio, el claro y el brillo del machete acercándose peligrosamente a su yugular. Digo yo, que no estuve allí, pero que puedo imaginarme la escena. La cosa es que al turista alemán, que iba de sobrado, en su ropa de turista en una remota isla de la Polinesia Francesa lo tasajearon bonito. Y a su novia, rubia y rozagante ella, cuando preguntó que qué le había pasado a su querido medio limón, la ataron a un árbol y la violaron, ya me decía mi abuela que la curiosidad mató al gato.
¿A que viene todo esto dirán ustedes? Pues este caso ha sido noticia en casi todos los periódicos del mundo mundial (sí, hay vida más allá de Juan Hombrón). La discusión ahora es, si además de cargárselo y quemarlo, como demuestran las pruebas forenses halladas, al imbécil se lo comieron, en un ritual caníbal que en aquellas partes del mundo ha perdurado hasta hace relativamente poco tiempo. Los defensores de los indígenas alegan que hoy en día el canibalismo no existe y que los que hacen esas acusaciones atacan a los indígenas y los tildan de salvajes. En primer lugar, el uso o no del canibalismo, como otras costumbres culturales como el incesto, o la poligamia, son rechazadas o aceptadas como parte de un imaginario social que no es entendible desde fuera. No nos echemos las manos a la cabeza y dejémonos de creer los puros y santos, además, seamos serios, si el canibalismo existe, los católicos no estamos tan lejanos a él. O si no, piensen los creyentes en la transubstanciación en la eucaristía, si creen en ella a pies juntillas ustedes, cada vez que comulgan están comiendo carne y bebiendo sangre, literalmente. Pero ese no es el punto, traigo a colación esta historia para mostrar lo payasos que podemos llegar a ser los seres humanos, nos pensamos que la civilización nos protege de todos los males, los derechos humanos nos protegen y creemos que con que en los aeropuertos nos decomisen las pinzas de depilar ya tenemos la vida asegurada, y entonces viene la vida y nos da sorpresas, sorpresas nos da la vida. Que cosas, ¿eh?
P.S.¿No habría alguna agencia de viajes que quiera organizar una excursión a la Polinesia Francesa para políticos panameños? Si no se los comen, podríamos tener suerte y a lo mejor se pierden en alguna isla desierta,
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