un trío vil que denigra el debate sano y fiero que se da en las redes sociales.
En cuanto a seudónimos, anónimos y heterónimos
Hoy en día, qué va, los cobardes intelectuales se esconden tras sus vestiduras de nadie para insultar, criticar, vejar y a veces amenazar a alguien que, con su nombre y apellido, ha expresado su opinión.
Seguro que se han fijado en la gran cantidad de obras que firma Anónimo, uno de los artistas más prolíficos y sabios de todos los tiempos y en todas las lenguas. Son increíbles su versatilidad y su capacidad de plegarse hacia cualquier disciplina humana para crear sublimes músicas, grandes poemas épicos, además de ser un excelente pintor y escultor llenando nuestro vasto mundo de arte. Un tipo grande, Anónimo.
Hoy día muchos le están suplantando la identidad a Anónimo y firman con su nombre en las redes sociales. Fuentes de entero crédito me informan de que el equipo de abogados de los herederos del gran Anónimo, van a emprender acciones legales contra aquellos que, escudándose tras el nombre glorioso de su antepasado, calumnie, critique y, sobre todo, contamine el ciberespacio con majaderías, sesudas disquisiciones insultantes y aborregantes intervenciones en foros, blogs y periódicos de toda laya.
Otros, sabiendo lo que preparan los abogados, optan por un heterónimo vulgar al que ni siquiera le crean una buena biografía, ni mucho menos le dotan de un estilo propio. Se les escapa la misma necedad y prosa remilgada y purulenta que a su autor y, al final, se ven descubiertos en su engañifa virtual. Pueden documentarse en las redes sociales y webs que permiten comentarios a noticias y otros contenidos para comprobar este extremo.
Los más vulgares, optan directamente por un seudónimo. El heterónimo requiere de más ingenio, es más rebuscado y, total, se dicen para insultar y criticar biliosamente, no hace falta tanta vaina, con ponerme “criticonvalley22” o “machomanarroba” es suficiente. Se inscriben en los periódicos y webs y se dedican a apedrear a todo el que, con nombre y apellido, expresa sus opiniones más o menos relevantes.
Fui a mi psiquiatra, el doctor Pessoa, por todo este asunto. Me recomendó que me tomara dos pastillas deNicasín 500, una por la mañana y otra por la tarde. Y siempre antes de leer la prensa en internet o exponerme a webs, blogs y demás foros de contenido más o menos literario. Es más, me dijo que con los heteronomistas no asumiera riesgos, son gente muy inestable pero que con los seudonomistas ni hablar, que son peores para la salud y sobre todo para el ciberambiente. Salí con mi receta de su consulta y me compré 100 paquetes de la medicina.
Valoro el debate intelectual. Las viejas retóricas son tratados hermosísimos de cómo tratar al adversario y ganarle la partida. Los grandes oradores de la antigüedad y los modernos (los contemporáneos son muy escasos), llamaban por su nombre y apellido a los que tenían en frente y se enzarzaban en dura lid hasta que uno prevalecía sobre el otro para disfrute de sus oyentes. Los griegos y los romanos sabían mucho del asunto y dejaron escrito cómo era la cosa y siempre, para empezar, debes saber quién es tu adversario.
Se pedía respeto a la persona, escuchar lo que decía y atacar sus argumentos con toda la capacidad intelectual posible. Las burlas y los insultos no se admitían, eso descalificaba al necio que osara pasar de la raya, y se permitía la ironía y hasta el sentido del humor.
Hoy en día, qué va, los cobardes intelectuales se esconden tras sus vestiduras de nadie para insultar, criticar, vejar y muchas veces amenazar a alguien que, con su nombre y apellido, ha expresado su opinión. Una lucha desigual y poco honesta. Las redes sociales dan cabida a los “anónimos, heterónimos y seudónimos”, un trío vil que denigra el debate sano y fiero que se da en las redes sociales y otros reñideros virtuales.
Por eso yo hago caso al Dr. Pessoa: “Nicasín 500” y problema resuelto: es como oír llover, como sacudirse de la nariz un mal olor, o barrer la basura. Sus efectos son casi inmediatos y da la certeza de que, sin nombre ni apellido, cualquier opinión es solo ruido y merece nuestro “delete” y el olvido para siempre.
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