Escritores suicidas
- Emiliano Pardo-Tristán *
Lugones se mató con cianuro, y el sabor a almendra amarga del veneno, lo disfrazó con una medida de whisky. Tenía 63 años.

Escritores suicidas
En un hospital argentino, sabiendo que la muerte me ronda vestida de cáncer, yo, Horacio Quiroga, con la complicidad de Vicente Batistessa, el hombre elefante, ...
En un hospital argentino, sabiendo que la muerte me ronda vestida de cáncer, yo, Horacio Quiroga, con la complicidad de Vicente Batistessa, el hombre elefante, me tomo un vaso de cianuro para atajar el infortunio. Tengo 58 años. Me casé con dos mujeres jóvenes, casi niña la primera, Ana María Cires, con un poco más de edad la segunda, María Elena Bravo. A ambas las envolví en la bruma alucinante de la selva y ambas se resistieron, la primera se mató y la segunda huyó. La muerte y el suicidio me hostigaron con insistencia, mi padre muere por accidente, mi padrastro por decisión, mi mejor amigo por un descuido mío, mi primera esposa por cianuro y mis tres hijos ?Eglé, Darío y Pitoca?, por suicidio.
Leopoldo Lugones, un escritor que agotó todas las palabras del diccionario y las puso en verso. Conoció a Quiroga y de un viaje que hicieron juntos por Misiones, le quedó al uruguayo el material para sus cuentos de locura y muerte y la obsesión por la selva. Cuando se enteró del suicidio de Quiroga, un año antes de que él mismo tomara la fatal decisión, ya no eran amigos y expresó una frase descarada: "se mató como una sirvienta". El cianuro se conseguía con facilidad en las ferreterías de Buenos Aires y era el medio con el que se quitaban la vida las empleadas domésticas. Así lo obtuvo Lugones, y el sabor a almendra amarga del veneno, lo disfrazó con una medida de whisky. Tenía 63 años.
"Te vas Alfonsina con tu soledad / ¿Qué poemas nuevos fuiste a buscar?", dos versos de una zamba argentina y una de las canciones mejor escritas de América Latina. Ariel Ramírez puso las notas, Félix Luna el texto, Mercedes Sosa la voz y Alfonsina Storni el suicidio. "Me arrojo al mar", escribiste en tinta roja, una nota mortuoria, jisei japonés, como si fueras poeta de haikus antes del harakiri. Decían que no eras bonita, pero Gabriela Mistral te encontró bella por dentro y por fuera. Amiga y amante de Horacio Quiroga, quiso llevarte a su selva de amor y muerte y desististe porque un pintor te dijo que con ese loco no. ¿Qué harían dos suicidas en la selva? Intentaste comprar una pistola antes de arrojarte al mar, pero no te la vendieron por ser mujer. En la selva esa opción no era problema, evocarían a Elvira Madigan y su amante militar, el primer tiro para ella, el segundo para él. Meses después seguirán los catorce versos endecasílabos de un soneto sin rima, 'Voy a dormir', y te lanzaste al mar, tenías 46 años, Alfonsina Storni.
*Compositor y guitarrista
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