Escuchando el Fin de los Tiempos
El Cuarteto para el Fin de los Tiempos no es música para mover la cabeza al son de lo que muchos llaman “ritmo,” definición equivocada que tanto irritaba a Olivier Messiaen, y que en la mayoría de las veces no es más que un vulgar sonsonete.
Panamá se ha saltado los acontecimientos musicales más importantes del siglo XX. El ciudadano "moderno" panameño puede tener acceso a música de concierto que normalmente llega hasta el siglo XIX. Quiere decir, que llevamos más de un siglo de retraso si nos comparamos con países que viven una modernidad real. Clásicos de la música contemporánea como: Pierrot Lunaire de Arnold Schoenberg, La Historia del Soldado de Igor Stravinsky, el Cuarteto para el Fin de los Tiempos de Olivier Messiaen, las Sequenzas de Luciano Berio, Contrastes de Béla Bartók o El Martillo sin Maestro de Pierre Boulez, por mencionar sólo algunos, jamás han sido presentados en nuestro país. El "Ciclo Musical de Vanguardia" SONANCIAS tiene como objetivo acercar estos trabajos a la audiencia panameña, por medio de conciertos, conferencias que sirvan de guía auditiva y seminarios especializados para estudiantes y profesionales de la música. Con el apoyo de la biblioteca nacional Ernesto J. Castillero R., una institución de avanzada, contribuimos a la educación musical del panameño por medio de la difusión de un repertorio injustificadamente ausente en las ofertas musicales del país, y al que los panameños tenemos todo el derecho a ser expuestos.
Siento curiosidad por saber los resultados de una posible encuesta en Panamá. Si le preguntáramos a personas con una educación superior, universitaria o de postgrado: ¿Conoce usted el Cuarteto para el Fin de los Tiempos de Olivier Messiaen?, ¿qué responderían? No me extrañaría que la mayoría contestara con otra pregunta: ¿Quién es ese señor?, o quizás negarían con el humor criollo del panameño diciendo: no, yo nunca he visto esa película, ¿adónde la están dando? Conocer el Cuarteto para el Fin de los Tiempos equivale en literatura a conocer Rayuela de Julio Cortázar, El Túnel de Ernesto Sábato o El Extranjero de Albert Camus; estas dos últimas novelas escritas, como el Cuarteto..., en los años cuarenta. Las comparaciones que hago no tienen como objetivo ser necias o pretensiosas, sólo equiparo los trabajos literarios con el musical para llamar la atención sobre la importancia de la obra que tuvimos el privilegio de escuchar, por primera vez en Panamá, el pasado domingo 13 de julio, en una sala del museo de Arte Contemporáneo, abarrotada de entusiastas asistentes.
He dicho en otras ocasiones, que la culpa de que en Panamá se desconozca la literatura musical relevante del siglo XX no es toda del panameño que consume actividades artísticas, sino de las entidades culturales del Gobierno que las deberían proporcionar, si cumplieran con sus roles de forma satisfactoria. ¿Cuáles son las oportunidades que tenemos de escuchar una obra como el Cuarteto para el Fin de los Tiempos en Panamá? Veamos, en 67 años (la obra fue compuesta en 1941), esta es la primera vez que se presenta en nuestro país. Si usamos un razonamiento matemático simple, quiere decir que, los acontecimientos musicales importantes que se están dando ahora mismo en algunas partes del mundo, y que son los que marcarán la historia de la música, aquí en Panamá nuestra generación no los llegará a conocer. Y a los que son más jóvenes, quizás les llegará esa sabiduría, como dice Gabriel García Márquez, "cuando ya no sirve para nada". Estas son las inquietudes que hacen que un ciclo como SONANCIAS aparezca de repente en nuestro entorno. De repente y con urgencia, porque creemos que ya es hora de ir despertando del letargo musical panameño las obras maestras del siglo pasado que, como el Cuarteto para el Fin de los Tiempos, ya ni siquiera se les puede llamar nuevas, sino, más atinadamente, clásicos. Ese mismo interés fue el que hizo que un grupo de músicos profesionales y osados aceptara el reto de estudiar una obra tan compleja, que por haber sido compuesta en el siglo XX, época de continuas innovaciones para la música de arte, exige una preparación musical y técnica rigurosa, que es necesaria para poder hacer una interpretación a la altura de la obra y de la ocasión. María Inés Rodríguez, Graciela Núñez, Yumiko Tokumoto y Reinaldo Álvarez conocían las dificultades de la obra y aun así aceptaron el reto de la forma más noble: sin siquiera pensar en remuneraciones. Han sacado el tiempo, de un tiempo ya de sobra comprometido con sus múltiples trabajos y con sus familias, y sólo porque entienden la importancia de su aporte a nuestro exiguo entorno cultural, se aventuraron con decisión y esmero.
El Cuarteto para el Fin de los Tiempos no es música para mover la cabeza al son de lo que muchos llaman "ritmo," definición equivocada que tanto irritaba a Olivier Messiaen, y que en la mayoría de las veces no es más que un vulgar sonsonete. Esta música, aunque convoca a la emoción, también va dirigida al intelecto y no lo hace precisamente por la letra, porque no tiene letra alguna, sino por su discurso sonoro, que es en lo que necesita destacar una obra para tener un valor musical. Es importante hacer distinciones, porque de nuestro noble arte se dicen muchas barbaridades, y cualquiera se cree con derecho a opinar con cierta autoridad lo que le venga en gana. ¿Cuántas veces he leído o escuchado comentarios que se refieren al "gran compositor", cuando en realidad todo lo que hacen es hablar de la letra de determinada canción, sin decir nada de la música, quizás porque en realidad no hay nada que decir de esta? El año pasado, en la conferencia "La Música para Guitarra de Roque Cordero" dije: "Si las denuncias de plagio en la música popular se basaran en las progresiones armónicas o los patrones rítmicos, muchas personas irían presas, y nosotros nos asombraríamos de que nos corroboraran legalmente que nos hemos pasado la vida escuchando la misma música, repetida una y otra vez, pero con diferentes textos. El montuno de la salsa y los 12 compases del blues estadounidense son claros ejemplos de música compuesta con tres acordes y patrones rítmicos repetidos hasta la saciedad". El Cuarteto para el Fin de los Tiempos está muy lejos de todo eso. No es música de moda de dos o tres meses en las emisoras de radio, sino música para escuchar con los oídos bien abiertos y libres de prejuicios. Música que al principio nos sonará rara, pero esas rarezas, que no son más que recursos técnicos de composición, son las que debemos hacer familiares para expandir nuestras facultades perceptivas. El Cuarteto para el Fin de los Tiempos es música a la que hay que regresar cada vez que sea posible, ya sea por medio de grabaciones o por las menos probables ejecuciones en vivo. Debemos siempre tratar de descubrirle algo nuevo, hasta hacerlo nuestro, porque por su condición de clásico nos pertenece. Sólo así lo disfrutaremos más y seremos capaces de crear nuestros propios juicios.
En 1992, hace 16 años, cuando andaba en mis planes de irme del país por segunda vez, hice una serie de tres conciertos de despedida junto a la bailarina Tina Justavino y al músico Leonardo Durham. Presentamos en una de las galerías de Las Bóvedas un concierto multimedia en donde cerrábamos el evento con música concreta o música que utiliza sonidos grabados del ambiente para luego manejarlos de forma electrónica. Enrnesto Crouch, que en aquel entonces tenía un programa de jazz en Canal 11, se enteró de nuestra presentación, y aunque lo que mostrábamos no se ajustaba a la temática de su programa, de una vez nos llamó por la novedad que tenía el asunto: ¡música concreta en Panamá por primera vez! Fuimos a Canal 11 y en la entrevista hablamos del evento. La idea nació de mi inquietud por llevar al escenario los sonidos que me rodeaban al estudiar la guitarra cuando vivía en uno de los multifamiliares de Paraíso, San Miguelito, que era donde vivía cuando trabajaba como profesor de escuela secundaria en el instituto Ángel Rubio. Por un lado, tenía a los "diablos rojos" que pitaban desde lejos imitaciones desafinadas de canciones conocidas, y que al acercarse reventaban en las paredes del apartamento su barullo sonoro y despiadado. Por el otro, a los niños, ingenuos, pero no menos diablos, jugando a un juego que debería de llamarse algo así como: "a ver quién se desgalilla primero". Tal vez la situación de esos niños era más tétrica, porque a lo mejor los pobres no se podían escuchar a un volumen normal por haber perdido ya parte del sentido auditivo. Y en el medio de todo ese alboroto me encontraba yo, tratando de resolver problemas complejos de interpretación en mi instrumento: la articulación en un vals de Lauro, el mejor fraseo para un preludio de Villa-Lobos o diferentes formas de hacer el rubato en una obra de Tárrega. Pues bien, decidí llevarle a la audiencia no sólo los sonidos de la guitarra, sino acompañarlos de los ruiditos con los que se habían fraguado estos. Fue así como decidí grabar buses y niños gritando a todo pulmón. Leonardo por su cuenta grabó otros ruidos y los trabajó electrónicamente. El día del concierto, a la última pieza que interpretaba en la guitarra, se le iban sumando los sonidos grabados, hasta que ya la guitarra no se oía, la ahogaba aquella barahúnda electrónica, la gente empezaba a incomodarse, yo me levantaba del escenario, las luces se apagaban y el público quedaba solo y a oscuras, enfrentado a la música concreta. Era un grito de rebeldía, si se quiere, que en realidad llevaba un mensaje claro y simple que decía: así trabajamos algunos músicos en Panamá la música clásica, refinada y elegante que tanto les gusta. Los conciertos se llenaron; el último día no cabía la gente. Bien, al terminar las presentaciones un buen amigo se me acercó y me dijo:
??"Oye, Emiliano, las piezas para guitarra y la danza moderna, muy bien; pero esa vaina de la música concreta, la verdad es que a mí no me gustó.
Aquellas palabras me dieron mucha satisfacción, porque me llevaba de Panamá la dicha de haber recreado un concepto totalmente ausente del panorama artístico panameño, que ya en Francia, donde había sido creado, llevaba casi medio siglo. Ese amigo que me hizo el comentario, por lo menos, ahora sabía lo que era la música concreta. Había añadido un concepto nuevo a su vocabulario, no porque lo había leído en un libro, sino porque había sido directamente expuesto a él, y esas vivencias perduran. Aunque dijera en el momento que no le gustaba, por lo menos su desagrado estaba respaldado por un criterio basado en la experiencia, y tal vez, por pura curiosidad, volverá a escuchar música concreta de dársele la oportunidad. ¿No se dice que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? Quién sabe si tropezamos a propósito, para poco a poco irnos desprendiendo, a punta de golpe y curiosidad, de nuestra parte más animal y entonces transformarnos, con cada nueva experiencia, en seres más cultos.
El Cuarteto para el Fin de los Tiempos se escuchó por primera vez el 15 de enero de 1941 en un campo de prisioneros de Görlitz, entonces Alemania y ahora parte de Polonia. La obra fue compuesta, casi en su totalidad, en las letrinas de una de las barracas del Stalag VIIIA. Olivier Messiaen (1908-1992), a quien este año se le está celebrando el centenario de su nacimiento en todo el mundo, se inspiró en una cita del capítulo X del Apocalipsis según San Juan, que dice textualmente: "Vi un ángel lleno de fuerza, descendiendo del cielo, revestido de una nube, con un arco iris sobre la cabeza. Su rostro era como el sol, sus pies como columnas de fuego. Puso su pie derecho sobre el mar y su pie izquierdo sobre la tierra, elevó la mano hacia el cielo y juró por Él, que vive en los siglos de los siglos diciendo: No habrá más tiempo; pero el día del ángel de la séptima trompeta, el misterio de Dios se consumará". En entrevistas realizadas más tarde, el compositor dirá: "Yo compuse este cuarteto, para escapar de la nieve, de la guerra, de la cautividad y de mí mismo. El beneficio más grande que obtuve fue que, entre los más de 300,000 prisioneros, yo era probablemente el único que estaba libre". El compositor negó que el título de la obra era un juego de palabras para significar la cita apocalíptica y el "fin del tiempo" de su cautividad. Sin embargo, admitía que lo que sí quería era acabar con el "tiempo musical". El compositor deseaba con su música acabar con los ritmos regulares de la música clásica. Esto lo logra por medio de sus valores añadidos (influenciados por la música hindú), sus tiempos extremadamente lentos y la superposición de eventos o mezcla de diferentes técnicas. La forma de componer de Messiaen en esta obra se asemeja a la técnica del collage, debido a que los materiales usados para cada instrumento son incrustados con independencia para entonces formar un todo. Pareciera como si las piezas del "collage" se pudieran mover caprichosamente sin afectar en extremo la composición. Pero, no nos engañemos, en este caso es el ingenio y el talento del compositor los que determinan el resultado sonoro final, y por consiguiente, las brillantes consecuencias musicales del Cuarteto para el Fin de los Tiempos. No deja de sorprender que un movimiento como Liturgia de Cristal funcione musicalmente, a pesar de la autonomía de sus partes instrumentales. Un ejemplo único de una masa sonora que se nutre de los engranajes estéticos de la individualidad. Los elementos que edifican Liturgia de Cristal, aunque independientes unos de otros ??"cantos de pájaros, isorritmia, modos de transposición limitada, ritmos contradictorios, misticismos y alegorías ??"también necesitan ocurrir de forma simultánea; y esto es, sin ir muy lejos, el más auténtico reflejo de lo que es la vida misma.
Y después de dicho todo esto, ¿cómo suena el Fin de los Tiempos? Lo más probable es que el Fin de los Tiempos suene a esperanza. La esperanza de que en nuestro país no tengan que pasar 67 años para poder apreciar una obra que en el mundo desarrollado ya no sorprende por su novedad, sino por su permanente valor estético.
(Este artículo es parte de una conferencia leída el 12 de julio de 2008 en la Biblioteca Nacional de Panamá).
Nota: He donado a la Biblioteca Nacional un disco compacto y la partitura de la obra para que todo el que esté interesado tenga acceso a ella. Una de las intenciones de SONANCIAS es ir nutriendo la sección musical de la Biblioteca Nacional con obras que consideramos imprescindibles en los archivos de una Institución Nacional de este tipo.
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