Historias de 'El extranjero'
- Emiliano Pardo-Tristán (Compositor y guitarrista)
Cantus Interruptus El animal substituye a la esposa y continua los hábitos de convivencia e infelicidad de la antigua pareja.

Las frases hechas en la escritura son un fallo, mejor evitarlas, son de mal gusto, débiles, vulgares, abundan en lo que se lee y no merece ser leído. Son tan vulgares como la reiteración de ritmos y de progresiones de acordes en 'composiciones nuevas'. Amplío la comparación. Las frases, ritmos y acordes ordinarios, denotan, en el mejor de los casos, pereza creativa, en el peor, ineptitud. La ineptitud se corrige estudiando las obras relevantes. ¿Cómo tomar en serio a quien se autoproclama compositor y no conoce la obra de Bach, Beethoven y Stravinsky, es decir, contrapunto barroco, armonía tonal y técnicas de composición moderna? ¿Acaso se llega a novelista sin estudiar a los clásicos del género? Hecha la salvedad, me permito la insolencia: «Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde».
Hurgué en las otras historias de 'El extranjero' de Albert Camus. La del viejo Salamano y su perro sarnoso, una relación de ocho años que reemplaza a la conyugal. El animal substituye a la esposa y continua los hábitos de convivencia e infelicidad de la antigua pareja. Vínculo que oscila entre amor y odio, una fluctuación que se extraña si falta y que la rutina consolida. «¡Cochino! ¡Carroña!», Salamano insulta al perro cada día y lo arrastra sin dejar que haga sus necesidades. Cuando el animal desaparece, mientras Salamano observa a unos saltimbanquis representar 'El rey de la evasión' —coincidencia afable y burlona—, el viejo llora desconsolado. «Espero que los perros no ladrarán esta noche. Siempre me parece que es el mío».
Otra historia, la del checoslovaco, la lee Meursault en un periódico que encuentra en su celda. Un hombre que trabaja veinticinco años fuera de su pueblo, regresa rico y decide sorprender a su madre y a su hermana, propietarias de un hotel. Deja a su mujer e hijo en otro albergue del pueblo y toma una habitación en el hotel de la madre que no le reconoce. Muestra su fortuna y el acto basta para que la madre y la hermana lo asesinen para robarle. Al día siguiente, la esposa del checoslovaco revela la identidad y el parentesco, la madre se ahorca y la hermana se tira a un pozo. «De todos modos —dice Meursault—, me parecía que el viajero lo había merecido en parte y que nunca se debe jugar».
Las otras historias de El extranjero —el chulo Raimundo, amigo de Meursault por interés, la mujercita autómata, María Cardona, la amante risueña, Celeste, el dueño del restaurante— son historias dentro de la historia, «un artificio —dice Borges— que todas las literaturas conocen».
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