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Día D / La abolición de la esclavitud en Colombia y Panam

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La abolición de la esclavitud en Colombia y Panam

Publicado 2007/08/04 23:00:00
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Para Panamá América
Sumario: I. Aniversario de libertad. II. Bolívar contra la esclavitud. III. La Revolución Liberal. IV. La manumisión de los esclavos. V. La proscripción de la esclavitud en las constituciones colombianas e istmeñas. VI. Agradecimiento de las dos naciones. Bibliografía consultada.
o fuesino hasta treinta años después de celebrado el Congreso de Cúcuta, durante la Revolución Liberal, conducida por los radicales, (1) los progresistas y los artesanos, especialmente los bogotanos congregados en la Sociedad Democrática, (2) que elevó al general José Hilario López al solio presidencial y al abogado panameño José de Obaldía a la Vicepresidencia de la República, cuando se logró la promulgación de la norma jurídica encargada de liquidar realmente en todos los confines del territorio colombiano y panameño ese abominable sistema de sumisión y vasallaje.
Esta llamada Revolución Liberal, realizada básicamente entre 1849 y 1853 e inspirada en los ideales liberales y socialistas (3) de la Revolución Francesa de 1848, que derrocó al rey Luis Felipe de Orleans, adoptó medidas que dieron un vuelco significativo a la vida neogranadina porque sepultaron finalmente la herencia colonial en el aspecto económico y en el social y produjeron una seria reacción por parte de los sectores conservadores, que incluso los llevó, después de la ley antiesclavista, a tomar las armas en contra del Gobierno y desatar una cruenta guerra civil; pero fueron derrotados en los campos de batalla por los combatientes gubernamentales dirigidos por Tomás Herrera, recién ascendido al grado de General, a quien se le asignó el comando de las compañías de guardias nacionales y artesanos voluntarios, y por los generales José María Obando y José María Melo.
En este orden de ideas, el Congreso Nacional de 1849 abolió la pena de muerte y los trabajos forzados para delitos políticos, protegió los grados académicos, estableció la franquicia completa del Istmo de Panamá, mejoró el régimen municipal, reorganizó la hacienda nacional, incrementó los derechos de importación y disminuyó el ejército en más de una tercera parte, entre otras leyes.
El Congreso de 1850 eliminó del monopolio del tabaco, descentralizó las rentas y los gastos (se suprimió el impuesto de diezmos), consagró la libertad de enseñanza, disolvió los resguardos, y reformó el régimen político y el municipal.
Empero, el proyecto de ley presentado por el doctor Francisco Javier Zaldúa, Secretario de Gobierno, quien mucho tiempo después fue elegido Presidente de la República, creando los Talleres Industriales para la protección de los artesanos y las clases trabajadoras, fue rechazado por el Senado, pues la mayoría lo consideró de tinte demasiado socialista. Estos talleres estaban inspirados en los Talleres Nacionales instaurados en Francia a instancias de la Comisión de Luxemburgo, creada a raíz de dicha Revolución de 1848 y presidida por Louis Blanc, escritor, economista y político progresista, para brindarles ocupación a los obreros y los artesanos desocupados.
El Poder Ejecutivo, por su lado, en esa dinámica político-revolucionaria, ante el júbilo de la Sociedad Democrática y el repudio de la Sociedad Católica Popular, integrada por artesanos conservadores, decretó la expulsión de los jesuitas y la remoción de los funcionarios públicos conservadores.
La Sociedad Democrática abogaba por la abolición de la esclavitud y por eso censuró al Congreso de 1850, toda vez que se abstuvo de votar la ley correspondiente. Para esa organización, había que acabar con esa oprobiosa práctica, pues "Los hombres filántropos y pensadores de la Nueva Granada han clamado ya mil veces contra la esclavitud han probado que el derecho de propiedad sobre los negros es antinatural, antirreligioso, antirrepublicano, demostrando a la vez que el derecho de un hombre a la libertad es más grande, más noble y mejor que el de los amos sobre los siervos.."(4)
Esta Sociedad Democrática mostraba así su solidaridad con "Los negros esclavos (que) lucharon en el siglo XIX por alcanzar en forma definitiva la abolición de la esclavitud en Colombia, en un movimiento social que tiene antecedentes en las tensiones sociales de los cimarrones y pueblos de palenques en la segunda mitad del siglo XVIII".(5)
El Congreso de 1851 estuvo formado por 23 senadores liberales, 10 conservadores y 1 neutral, así como por 45 representantes liberales y 15 conservadores. De este modo, el liberalismo lo controlaba con la mayoría de 60 congresistas.(6)
El entonces coronel Tomás Herrera, quien había sido el primer Secretario de Guerra y Marina del presidente López, fue elegido senador por la nueva provincia panameña de Azuero creada en 1850 y la representó dignamente en ese Congreso. Los otros senadores istmeños fueron los señores José de Obaldía, por la provincia de Panamá; Antonio Villeros por la provincia de Fábrega (creada en 1849 con el nombre de Chiriquí) y José Fábrega de la Barrera por la provincia de Veraguas. En tanto, los Representantes a la Cámara fueron los señores Lucas Angulo, por la provincia de Panamá; José Antonio Castro por la provincia de Azuero; Domingo Arosemena, por la provincia de Fábrega y Luis de Fábrega, por la provincia de Veraguas.(7)
Este Parlamento eliminó el fuero eclesiástico, estableció la libertad de prensa, aprobó el juicio criminal por jurados, instituyó la justicia gratuita, transformó el sistema judicial, el penitenciario y el municipal; permitió la excarcelación por delitos no graves, emancipó las comunidades religiosas, estableció las bases de la libertad de sufragio y, al tenor de las luchas históricas de los afectados, del ideario de los artesanos y a la apertura comercial del país, (8) redimió a los esclavos.(9)
A Jaime Jaramillo Uribe le impresiona que el pathos romántico no impregnara "La Generación Romántica de 1850", es decir, el pensamiento colombiano de la época en el enfoque del problema de la esclavitud, pues si bien echaron a andar la rueda de su abolición definitiva, "los argumentos teóricos que se esgrimen en pro y en contra de la situación del esclavo, son los mismos que habían apoyado la lucha de la generación de la independencia en pro de la abolición".
Este autor se atreve a aventurar dos hipótesis acerca de esa falencia, a saber:
1. "Por una parte, la conciencia de la imposibilidad de mantenerla había llegado a su grado absoluto de saturación. Defenderla era una osadía impermisible. A lo sumo podían discutirse los caminos prácticos para eliminarla y el derecho que tenían los propietarios a recibir una indemnización del Estado. Solo voces aisladas y anacrónicas, como fue en el caso de Colombia de algunos propietarios de la ciudad de Cali, se atrevían a justificarla(10). Pero todos los matices de la opinión pública y política estaban de acuerdo en que la esclavitud era, como lo expresaba el presidente de la Nueva Granada (José Hilario López) en su mensaje al Congreso en pro de la liberación definitiva "un legado de la barbarie, incompatible con la filosofía del siglo y con los dictados de la fraternidad cristiana"".(11)
2. Por la otra parte, "la presencia de los nuevos fenómenos sociales propios de la sociedad industrial en la época del crecimiento del capitalismo europeo, que hizo aparecer los nuevos tipos desgraciados que conmovieron la conciencia social de los románticos, particularmente de los románticos franceses. Hugo, Lamartine, Dumas, Sue, se conmueven por la suerte del obrero, del niño huérfano, de la mujer desgraciada, de los miserables de los bajos fondos urbanos, y hacen de sus tribulaciones la materia prima de su temática novelística y poética. Y fue tan avasalladora la influencia de sus ideas en la Nueva Granada de entonces, que el espíritu romántico no aparece al tratar el problema de la esclavitud o al menos no adquiere la intensidad que posee cuando se refería a los seres de los subfondos urbanos. Y es así como mientras poetas, novelistas y dramaturgos mitifican el pueblo y traen a la poesía y a la novela el tema del pobre, del mendigo, del presidiario, del huérfano, de la mujer desgraciada y de la prostituta, el tema de la esclavitud se deja a los juristas, se convierte en un problema de abogados, debatido con pobre argumentación filosófica y casi sin presencia en la literatura".(12)
A pesar de lo anterior, sin duda alguna los escritores liberales defendieron con ardor su propuesta, como fue el caso de Vicente Herrera, quien en varios artículos publicados en el diario El Neogranadino, en 1851, planteó el asunto filosóficamente y en función de su credo, en los términos de dos valores fundamentales: la libertad y la propiedad; no obstante, al colocarse en una balanza, la libertad tendría mayor peso que la propiedad. "El hombre -decía- ha sido creado para ser libre y al presentarse un conflicto entre la libertad y la propiedad, debe primar la primera, porque la propiedad está hecha para servir a la libertad y no al contrario. La libertad tiene mayor valor que la propiedad: "Esto quiere decir que la libertad es lo principal y la propiedad lo accesorio". La primera envuelve a la segunda y es, por consiguiente, un bien mayor. Invocar el respeto a la propiedad cuando se olvida el que se debe a la libertad, es una inconsecuencia".(13)
(Tercera Parte)
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