La virgen de la cueva
- Héctor Collado
Considero el ejercicio poético una actividad muy seria y comprometida con la lengua y con el ser humano. Desde ese ser humano surge el poema y para ése ser humano el poema se hace camino.
Un libro, es una cosita linda, como un hijo. Escribirlo y organizar los textos es un renunciar a cosas queridísimas, publicarlo, presentarlo en sociedad nos compromete, su presencia en el mundo es nuestra responsabilidad como con los hijos y además, nos obliga a ser mejor en la próxima travesura. Travesura literaria no la del hijo.
Lucy Chau ha entregado un poemario que recupera la pérdida; dimensiona el caos del desastre natural humanizándolo. Digo esto porque cuando llega la lluvia, en forma de torrente arrasador, uno se olvida de las personas. Cuando somos sometidos por la adversidad nos olvidamos de nosotros. Nos vuelve, nos devuelve y nos revuelve hacia esa forma de invisibilidad a esa ausencia que no se percibe “con eso que llaman mis propios ojos, con estos ojos que se comerá la tierra”.
La poesía, bien se sabe, no es sólo juntar palabras, atenerse a cierto ritmo, alcanzar el último grito de la moda literaria… Es un oficio, un ejercicio visceral, vivencial y de reflexión tras cada verso. En este libro hay un armar, mejor digo, ordenar lo que la naturaleza ha trastocado. Vino al mundo con su lluvia para que miremos en el espejo turbio la transparencia. El poeta tiene preocupaciones sociales y no especula con la realidad, la hace palpable, no la sufre, la canta con registros extraordinarios, para que conste. Porque la poesía nunca canta en vano, también señala corajuda, la fuente del desastre.
Hay aquí también una oda a la ternura de aquellos que creen perderlo todo y sus lamentaciones llegan hasta el cielo y sus lágrimas contribuyen a la inundación y se juntan con los enseres que se lleva el río. Pero conservan el amor intacto, la solidaridad lanza en ristre y la vergüenza de seguir haciendo el sueño sin pedir permiso.
Aquí traemos un libro hecho de esa sustancia transparente, vitalísima. Un libro de agua hecho con el lenguaje de la sed. Una visión del desamparo, una pausa para leer poemas que tienen gente adentro. Llega a nosotros húmedo de materias nuevas para devolvernos la fe a nosotros los ahogados, para nosotros, que somos los damnificados, este libro es un refugio.
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