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Los insuperables cuentacuentos
Ginela C. Escala M. - Publicado:
PeriodistaLos niños ya no escuchan historias fantásticas como La llorona loca, El padre sin cabeza, La luz del llano, La tulivieja (las más populares en Santiago de Veraguas, al menos) contadas con tanta entrega y sabiduría por los abuelos.Al cabo de la jornada de cuentos, quedábamos aterrorizados por tener que irnos solos a la cama, pero con la capacidad de poder contar la historia con todos sus matices y mantener viva esa tradición oral.Pese a los efectos de los cuentos, casi obligábamos a los abuelos a que nos los contaran una y otra vez.Escucharlos era placentero y oír su voz tan llena de aplomo y sabiduría nos hacía sentir cobijados por seres especiales.El cuento al ponerse el sol era una buena excusa para compartir en familia y con los vecinos, era el momento ideal para el abrazo y los apapachos.Sin pensarlo, con esta actividad nuestros abuelos contribuían a: despertar nuestra imaginación, la curiosidad, cautivar, enriquecer nuestro vocabulario.Aunque hay quienes han hecho su aporte a las letras y la tradición al escribir historias, leyendas y cuentos, se está perdiendo lo medular que es la magia del relato fantástico.No es lo mismo leer un cuento que escucharlo.Hoy la azarosa vida en la ciudad se empeña en alejarnos cada vez más, pero felizmente ahí están los abuelos, quienes insisten en reunir a la familia, en celebrar los cumpleaños en familia, en contar sobre sus dolamas y la esquiva lotería, sobre los remedios caseros, en regañar a fulanito o a menganita por no hacerle caso a sus papás.Y por qué no, en consentir a raudales.Benditos sean estos viejos y viejas tercos, exigentes, disciplinados, regañones, alumbrados y curtidos por la sabiduría y la experiencia.