Los trocheros
El objetivo final de los trocheros se alcanzó la mañana del 14 de agosto de l975, cuando por fin llegaron a Punta Peña en Chiriquí Grande (Bocas del Toro), luego de 33 días de agobiante esfuerzo.
El 12 de julio de l975, un grupo de entusiastas chiricanos conocido como los trocheros, emprendió una histórica travesía desde Chiriquí hasta Bocas del Toro, haciendo llegar por primera vez un vehículo (jeep), atravesando la selva virgen en la cordillera de Talamanca, desde la población de Caldera (Chiriquí), hasta las costas de Chiriquí Grande (Bocas del Toro).
La expedición duró 33 días, durante los cuales los expedicionarios tuvieron que superar vicisitudes de todo tipo, desde lidiar con los mosquitos, aguaceros y víboras, hasta el cansancio impuesto por la propia selva, que en todo momento amenazaba tragárselos como en la Vorágine de José Eustacio Rivera.
El objetivo de esta singular proeza fue demostrar a las autoridades y al país entero, la factibilidad de construir una carretera por este sector, que lograra terminar con el aislamiento terrestre de las dos provincias hermanas. De esta forma, los trocheros chiricanos, provistos de un inclaudicable espíritu rebelde, independiente y emprendedor, prefirieron enfrentar la bravura de la selva, a tener que utilizar los tradicionales atajos del sobijo y la adulación política para llamar la atención y conseguir así, la realización del anhelado proyecto.
En esta odisea participaron ciudadanos de todos los sectores de la sociedad chiricana: médicos, ingenieros, mecánicos, profesores, agricultores, obreros, campesinos y bocatoreños residentes en las áreas circunvecinas que fueron sumándose con el avance de la expedición. El grupo fue organizado y dirigido por el ingeniero Carlos Enrique Landau, el profesor Eberto Anguizola y el doctor Franklin Anguizola, todos ellos de la Sociedad Amigos de la Naturaleza (S.A.NAT.). Sería largo mencionar los nombres de más de 75 personas que participaron como voluntarios en la travesía, al igual que las decenas de empresas y organizaciones que contribuyeron de una u otra forma en esta cruzada.
Sin embargo, es conveniente destacar, por ejemplo, el singular apoyo en materia de información y motivación que brindaron Ramón Guerra y Radio Chiriquí, constituyéndose en el único puente de comunicación de los trocheros en la sierra con las comunidades de ambas provincias, que se mantenían a la espera de las noticias y los reportes que día a día efectuaba la emisora. También es necesario hacer mención de Hercilia Samudio (Cheva), una mujer forjada en el duro trabajo del campo, que asumió la responsabilidad de preparar los alimentos y tener el control de las provisiones durante todo el trayecto de la expedición.
Las difíciles condiciones de trabajo, la inclemencia del clima (sofocante calor y lluvias constantes), además de la presión negativa del lento avance, requirieron sin duda, de un liderazgo y capacidad de motivación encomiables por parte de los dirigentes, a fin de mantener canalizada la atención de los trocheros en el objetivo trazado.
En aquellas circunstancias, para lograr el avance del vehículo sobre el terreno fangoso, fue necesario construir empolinados (caminos con troncos). En algunas ocasiones improvisaron puentes de madera para reducir el grado de la pendiente. En otras colocaban cuñas debajo de las llantas, metiendo el hombro para levantar el emblemático símbolo de la expedición. En las cuestas y laderas muy empinadas se tenía que utilizar winches (poleas) y cables para hacer avanzar el jeep sobre el arcilloso y húmedo suelo del bosque tropical.
Haciendo un poco de historia, es conveniente señalar que uno de los pioneros en hacer realidad el sueño de construir un camino que uniera las dos provincias, fue el ciudadano alemán Juan Landau (l9l9), quien por cierto, perdió la vida en el intento al ser mordido por una víbora a orillas del río Changuinola.
Años después, los botánicos Seewan y Wedecewich (1948) colectando muestras de plantas, lograron atravesar a pie la cordillera de Talamanca en el sector occidental del país.
Lo cierto es que el objetivo final de los trocheros se alcanzó la mañana del 14 de agosto de l975, cuando por fin llegaron a Punta Peña en Chiriquí Grande (Bocas del Toro), luego de 33 días de agobiante esfuerzo. Allí, frente a las aguas del Atlántico, chiricanos y bocatoreños se abrazaron fraternalmente y exteriorizaron su emoción reprimida lanzando sombreros al aire unos, o dejando escapar una lágrima otros. Muchos, de rodillas en la playa, musitaron una oración de agradecimiento. La mayoría, con todo y botas, se metió al mar en señal de triunfo.
El mismo día, viajaron de Chiriquí Grande a la cabecera de la provincia de Bocas del Toro, llevando con ellos el vehículo en una barcaza. Al llegar a la isla, fueron ovacionados por el pueblo en su recorrido por la calle principal. Todos estos trascendentales momentos fueron transmitidos en directo, por Radio Chiriquí.
Han transcurrido 33 años de aquella histórica fecha y sin duda, la aventura de los trocheros chiricanos constituyó el motor definitivo que generó la inspiración necesaria para que la carretera Chiriquí-Bocas, conocida hoy como el segundo canal panameño o canal seco, fuese una realidad a partir de abril del año 2000, cuando se inauguró oficialmente, por el gobierno de turno.
Por mi parte, hace apenas unas semanas, viajaba en bus por esta carretera con mi esposa y mi hija desde David, para pasar un fin de semana en Bocas del Toro, y suspendí un momento la lectura que hacía de Lituma en Los Andes, de Mario Vargas Llosa, para contemplar la exuberante vegetación a ambos lados de la carretera, que nos conducía cómodamente hasta Changuinola. No pude menos que meditar en la tremenda proeza de aquellos hombres, que cumpliendo su promesa, llevaron a feliz término esa histórica travesía. Prometí para mis adentros que al regresar, escribiría algo al respecto. En verdad? siempre resulta gratificante cumplir las promesas.
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