Tumpapire
Para entender al panameño
No tiene valor para el sacrificio ni el pudor para callarse ante los que se sacrifican. Pero cuando es tiempo de cosecha exige su parte.
En tres entregas he tratado, “entre el espanto y la ternura”, de dibujar un poco el cómo se conduce frente a ciertas circunstancias de la vida el ser panameño, gentilicio que le corresponde, de manera gratuita, por haber nacido en el territorio.
El panameño sabe muy poco de su pasado inmediato y le vale…; no le preocupa si su futuro es incierto y, en la real vida, mira su presente como un ejercicio de abstracción tan complicado, que mejor se queda instalado en la inmediatez. Para qué voy a sufrir si ya tantos sufren, se consuela. Para qué voy a buscar si lo que viene vendrá de todos modos. Es un ser resignado a su suerte. Es manifiesta su inclinación por lo foráneo; sin embargo, es xenofóbico. Celebra los poemas patrióticos y la música de Combos Nacionales con idéntica pasión.
Reitero, contamos con todas las marrumancias de los españoles y las sinvergüencerías de los colombianos, el leseferismo de los indígenas y el juega vivo de los caribeños. En este país la gente no pelea, se lamenta. Es incapaz de solucionar cuestiones básicas, espera que otro venga a hacerlo. Por ejemplo, destapar el caño que se desborda, disponer de sus propios desperdicios, reparar una gotera que lo ahoga, prever que la lluvia hará que el río venga por lo suyo. No tiene valor para el sacrificio (parafraseo a Martí) ni el pudor para callarse ante los que se sacrifican. Pero cuando es tiempo de cosecha exige su parcela y su fruta.
Si hay dos cosas a la que el panameño es alérgico, y enemigo a la vez, es a las filas, ese ejercicio de civilización, y si le toca ser conductor, el tranque, suplicio planificado. Sin embargo, hoy nos toca sufrir ambos, de manera recurrente y sin remedio, con lluvia, con sol, sin aire y vas tarde…y el semáforo y los peatones y las calles y la tapa… y ¿si toca ir en un metrobús? con estoicismo y paciencia espartana…
El ensayo “Para entender al panameño: una aproximación a su identidad cultural”, de Octavio Tapia, es lectura propicia. Buscar más.
“Desde la colonia tiene el istmeño tendencia a la desidia, la molicie, la holgazanería, la cual era generadora de vicios, juegos y diversiones, en distintos niveles de realidad (Mariano Arosemena, 1949). Esta temporalidad vacía (Figueroa, 1978) se extiende hasta hoy”.
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