Aullido de Loba
Poned toda la mierda en el ventilador
E sa frase tan conocida parece ser la consigna últimamente en este país. Todos, los de la derecha y los de la izquierda, los de arriba, los
E sa frase tan conocida parece ser la consigna últimamente en este país. Todos, los de la derecha y los de la izquierda, los de arriba, los de abajo y los del medio. A paladas, escupiendo o en pequeñas gotas. La cosa es que desde hace un tiempo el ventilador encendido nos ha pringado a todos con la desagradable substancia.
He oído pocas voces llamando a la cordura, y las que lo hacen quedan amortiguadas por el ruido de las aspas que siguen sembrando de podredumbre todo lo que nos rodea. Aquí, al parecer, se han incorporado al inconsciente colectivo frases como el ‘calumnia que algo queda’, que se lleva aquí como enseña y bandera: no sabes si es cierto lo que dices, no tienes pruebas, pero dilo. Matadlos a todos y que Dios elija a los suyos (llevo unos días con referencias al Languedoc en mi cabeza…, qué le voy a hacer). Lo que termina provocando este maremágnum de acusaciones es que ya nadie se cree nada, o sea, me creo lo que dicen de los que se me oponen, pero grazno “¡Calumnia!” cuando lo dicen de los míos.
Porque ha llegado un momento en que esa otra frase famosa, dedicada a Pompeya: ‘la mujer de César no solo tiene que ser honrada, además tiene que parecerlo’, sólo provoca risas. Y aquí ya no es que sean todos unos mafiosos y unos sinvergüenzas, es que además no tienen pudor ni recato en mostrarlo y demostrarlo.
La de ‘donde dije digo, digo Diego’ es una de las más usadas. Simplemente, el discurso cambia dependiendo de los intereses del momento, y todo se justifica. O no. En realidad no importa la justificación, tú sigue adelante, y como este país tiene una memoria colectiva de la capacidad de la que tiene una mosca de la fruta, en dos semanas todo se olvidará. Los que hace un par de años estaban estigmatizados como corruptos y ladrones hoy son los que están en la palestra, acusando, gritando y tirando caquita fresca en el ventilador nuestro de cada día. Los que ayer estaban enredados en las patas de los caballos hoy se sacuden las vestiduras y reclaman para ellos la palma de martirio.
Lo peor del caso es que, en la real de la leyenda, aquí nunca pasa nada, los que ayer se gruñeron hoy se saludan, y los que hoy se muerden mañana se besarán. La justicia, (ciega, pero no tanto), sabiendo lo que lidia en este cachito de tierra, deja pasar el tiempo para que las aguas vuelvan a su cauce de modo y manera que los escándalos, tengan pruebas o no, se diluyen hasta que son sobreseídos.
Nadie paga, cumple condena ni nada de nada, y ‘aquí paz y después gloria’. La Iglesia sale al quite cuando las cosas se salen de madre y los regresa al redil con un tironcito de orejas, como antiguamente, amenazando con excomunión. No os paséis, y como niños buenos y hermanos en Cristo daros la mano y seguid con lo vuestro.
Lo más triste es que no se le ve un final a este círculo vicioso de invectivas y despropósitos, porque los de arriba están muy a gusto subidos en la burra, esto, como la guerra, ‘es una masacre entre gentes que no se conocen, para provecho de gentes que sí se conocen pero que no se masacran’. Y el pueblo sigue peleándose por aquellos que en privado se saludan y se sonríen. En resumidas cuentas parece que, entre oleadas de mierda voladora, el pueblo panameño en bloque grita, como gritaban los españoles hace años: “¡Vivan las caenas!”.
Para comentar debes registrarte y completar los datos generales.