‘Prefiero caminar entre los focos sin ser notado’
- Egbert Lewis (egbert.lewis@epasa.com)
Cuando Pacífico Castrellón regresó al país, tras recobrar su libertad en Perú, pensó que a través de su habilidad para pintar podría reconstruir su vida y la de otros. Hoy, un año y cuatro meses después, confiesa que ha postergado esa idea porque la necesidad de subsistir le reclama ser más cortoplacista.
Es así, que este hombre, que también reconoce que a su edad es difícil salir a buscar empleo, se está dedicando a pequeñas remodelaciones de casas y apartamentos, aprovechando sus estudios de arquitectura y la experiencia que acumuló cuando trabajó en los planos para la construcción de la hidroeléctrica de Bayano y en el planeamiento de La Fortuna y Los Valles, antes de irse a Perú, donde cayó en desgracia.
Motivados por la curiosidad de saber qué ha pasado en la vida del que fuera condenado por su supuesta colaboración con el ahora desmovilizado grupo terrorista Túpac Amaru, decidimos plantearle algunas interrogantes.
El resultado se resume en que está tratando de levantarse en el ámbito de la construcción, planea volver a Perú a buscar a su prole y a su mujer y, además, prefiere pasar inadvertido en esta ciudad donde, a su juicio, quien no tiene un millón de dólares no debe aspirar a vivir en ella.
A poco más de un año de su regreso, ¿qué es lo más importante que ha hecho?
En realidad, un año y cuatro meses. Y, prefiero responder que lo más importante es el reencuentro familiar y la certeza de que he podido regresar con vida e ilusiones a cuestas, pero tengo mucho que hacer aún.
¿Ha podido normalizar su actividad profesional? ¿Se ha sumado a la fuerza laboral?
Mire que sí, trabajo tímidamente en la construcción, en pequeñas remodelaciones, a la vez que sueño con mi modesta compañía constructora pero sin abandonar el trabajo del arte o la pasión de pintar.
¿Puede especificar el tipo de trabajo que está haciendo?
En realidad nada importante, estoy coordinando unos trabajos de remodelación.
¿El Panamá que encontró es el que se imaginó durante su encierro?
En la prisión el tiempo se detiene y aunque pasaran los años afuera, imaginábamos que el mundo conocido seguía igual y como en La Caverna de Platón, era inquietante saber que era diferente a como lo entendíamos, pero tres años antes de mi regreso, me valí de los relatos familiares y del Internet a preparar mi mente para el encuentro con el nuevo Panamá, que físicamente es muy diferente.
Percibo un matiz cuando dice que “físicamente muy diferente”.
¿Será que no hemos cambiado otros aspectos?
No caben dudas, hemos cambiado en múltiples aspectos, aunque me resulte simple advertirlo en lo físico y evada las teorizaciones, pero lo recuento: somos el hombre y su circunstancia. Por ejemplo, el aumento de la violencia debe haber incidido en la vida de los panameños enormemente, como la carencia de justicia o el costo de la vida; mire usted que en mi búsqueda desesperada de la vivienda, he llegado a la conclusión de que, quien no tiene un millón de dólares no debe aspirar a vivir en esta ciudad y esto es cambiar; los políticos en vez de pendulares son zigzagueantes y hasta erráticos, como el vuelo de una mosca, pero viendo los aspectos positivos, ahora hay muchas universidades y más estudiantes, presagio de un mundo mejor y de que habremos cambiado para bien.
¿Su vida usualmente en dónde se desarrolla?
En realidad, vivo en la ciudad de Panamá pero he viajado a Chiriquí en varias oportunidades, en particular a la región oriental, de donde soy oriundo y también a otros lugares como El Real en el Darién, abandonado en el tiempo, a pesar de la importancia histórica y sus potencialidades; a las alturas de Coclé y a Changuinola, en Bocas del Toro, lugares que no conocía, entre los que está el Archipiélago de las Perlas, al que espero viajar, así como visitar nuevamente los lugares conocidos porque en realidad deseo reencontrarme con nuestra tierra y su gente.
Tenemos la percepción de que ha optado por mantenerse alejado de los focos.
¿Instinto de preservación o qué?
Digamos que he preferido caminar entre los focos sin ser notado, era una necesidad y la oportunidad de verme frente a la realidad que enfrento a diario, a la que debo sobreponerme. Ya mi vida ha sido bastante ajetreada y puesta en peligro, especialmente en los últimos años, de modo que traté de simplificarla un poco y no hay temores, camino por las calles con tranquilidad.
¿La gente lo reconoce cuando está en sitios públicos?
Sí, a menudo encuentro gente conocida o que de alguna manera saben de mí y me saludan amablemente o en algunos casos lo advierto en las miradas discretas.
En el aspecto artístico, ¿cómo ha sido su desempeño ahora que goza de plena libertad?
Mire que, irónicamente, privado de la libertad pintaba mientras podía ver, sin que importaran los días y ahora en plena libertad no he podido hacer lo mismo, tal vez porque no puedo decir que vivo del arte y la realidad me lleva a buscar la respuesta a mis necesidades, en lo que fue también una aspiración en mi vida.
¿Podría ampliar aquello de “una aspiración” en su vida?
Me refería al hecho de que alguna vez pensé en construir edificios, ilusiones que pasan por la mente.
¿Ha salido del país, tras su retorno?
No, pero ya habrá tiempo y posibilidades.
¿Regresaría a Perú?
Sí, es más, debo hacerlo porque allá están mis dos hijos y mi esposa, quienes aún no he podido traer y me agradaría ir por ellos, una vez que supere el impedimento de ingreso, si es que no vienen antes. Al margen de otras circunstancias, tengo una familia peruana que es la parte hermosa de mi permanencia en el país, como es real que allí también transcurre el episodio trágico de mi vida.
Hay un debate en Perú sobre la indemnización que se exige para algunos terroristas y falta de pago de las reparaciones civiles a quienes fueron víctimas del terrorismo. ¿Qué opina?
Entiendo que el tema trata de la indemnización a las víctimas del terrorismo a causa de las acciones de los grupos subversivos como de las fuerzas del Estado que, además, llevaron a la prisión, por años, a más de setecientos inocentes y por su parte, las reparaciones civiles que son parte de las condenas, en muchos casos impagables por lo elevado de las cuantías. Cualquier opinión sobre el tema es sensible, pero nada mejor que las conclusiones de La Comisión de la Verdad y Reconciliación para entender las causas de la violencia fratricida que vivió el país en los últimos 20 años del siglo pasado.
Imaginemos que su encarcelamiento no se dio.
¿Extraña algo de Perú?
Haciendo la abstracción que usted sugiere, diría que me quedé sin ver la ciudadela de Machu Picchu, Sacsayhuamán y las Líneas de Nazca, para referirme a la enorme riqueza cultural del país, que me habría gustado conocer; en realidad conocí una parte del otro Perú y la ciudad de Lima y me quedé sin ver sus maravillosos paisajes y conocer la enorme variedad de sus manifestaciones culturales.
¿De qué manera un hombre que fue encarcelado por un juez sin rostro, analiza el tema de la pena de muerte?
Mire, la pena de muerte es un acto de barbarie que no nos hace moralmente superiores y aplicarla es tanto retrotraernos a los tiempos más oscuros de la humanidad y aceptar que hemos fracasado como sociedad. Y, es tan lamentable que se promueva como si se tratase de una carretera, como que no se rechace totalmente. Seremos acaso tan indolentes o es que no tenemos la claridad suficiente sobre sus implicaciones, que no solo son morales; es pues un desvarío político que nos dejaría en la indefensión porque tendríamos que ponerla en la Constitución y renunciar a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, convirtiéndonos en un país violador de los derechos humanos, que tal vez no tardaría en utilizarla como instrumento político. Significa también la incapacidad de enfrentar la violencia a que nos somete la delincuencia y de eliminar sus causas. Pretender acabar con la violencia con más violencia sería un error de consecuencias insospechables.
A su llegada dijo que tenía interés de trabajar con las personas que están en el sistema carcelario de Panamá, ¿se le ha presentado la oportunidad?
No, no he tenido la oportunidad o no la he buscado por quedar atrapado en la inmediatez o por haberme trazado más objetivos de los que podía alcanzar; sin embargo, he seguido de cerca cuanto haya sido publicado sobre el tema y ya habrá la oportunidad.
En el aspecto artístico.
¿Su producción ha disminuido por estar ocupado en ganarse la vida como todos los mortales?
Lamentablemente es cierto, pinto menos y no me siento bien por ello.
¿Los barrotes siguen presentes, aunque sea mimetizados, en sus cuadros?
No, salieron de allí para no regresar. Aun en la prisión me incomodaba el tema, aunque fueron un imperativo circunstancial y no están en mi mente ni en el alma.
¿Se siente plenamente libre?
Mire, reo que no porque en la vida terminamos con una maraña de ataduras en la mente y la prisión apenas fue una de ellas. Recuerdo que discutíamos si en la prisión podríamos ser libres y no faltaba un extremista que dijera que sí, porque aun atados y vendados teníamos la libertad de dejar de respirar. Y, para ubicar la respuesta en el contexto, la pintura me permitió alcanzar la libertad, aunque fuese en el universo del lienzo.
¿Usted duerme tranquilo?
Por supuesto, como usted y todos los demás. Mi conciencia está tranquila y en lo que respecta, fui sometido a un largo proceso judicial donde se esclarecieron los hechos e innumerables veces traté el tema en la prisión con los miembros de la organización, de modo que para mí, es un capítulo pasado.
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