Arte y cultura
Un festival con sabor a dulces, arte y literatura
Los virtuosos muralistas pintan con precisión las paredes raídas de sitios antiguos que ahora son adornadas con arte de distintos colores que perdurarán como parte de este patrimonio.
Todo comenzó hace unos 10 años, cuando un grupo de lugareños decidió fundar un festival de postres y dulces. A partir de allí, la comunidad de San Francisco de la Montaña, enclavada en las alturas de Santiago, con su altar de madera, comenzó a ganarse un lugar en la promoción de la cultura y el arte.
Hoy, los alrededores de la iglesia construida en 1630 sirven de escenario para una diversa cantidad de actividades que se realizan a comienzos del verano de cada año y que se conoce como el “Festival de Arte y Cultura de San Francisco de la Montaña”.
Es un homenaje a la cultura viva, a la expresión auténtica del arte.
Esta iglesia, que hace unos años fue restaurada, es el centro de este festival, que combina la degustación de más de 150 variedades de dulces, producto de la cooperación de todo el pueblo, incluidos los que ya no residen ahí, quienes han formado una agrupación que se denomina “Asociación de San franciscanos Unidos”, la cual durante una semana se prepara elaborando los dulces que se venderán en los tres días de este festival que es visitado por más de 5,000 personas al año, incluidos turistas extranjeros que ya se sienten parte de esta cita para hacer un recorrido cultural, además de los panameños que van a pasar un fin de semana con una oferta turístico-cultural deliciosa.
El río El Salto se convierte en el escenario perfecto para acampar para aquellos que no desean separarse del festival, y las carpas son los dormitorios que ambientan este lugar enclavado entre llanos y ríos.
Llama la atención que los niños aprenden de la mano y destreza de una japonesa becaria de JICA el arte antiguo de hacer origamis, la proyección visual de la fábrica de malvaviscos se hace presente al igual que el Bibliobús de la Biblioteca Nacional, donde los niños tocan, sienten y se arropan con la palabra de cuentacuentos profesionales.
Los virtuosos muralistas pintan con precisión las paredes raídas de sitios antiguos que ahora son adornadas con arte de distintos colores que perdurarán como parte de este patrimonio.
Saltimbanquis, grupos de clarinetes, rock, flamenco, música clásica, recitales de poesías, presentaciones de libros y hasta editoriales emergentes como “Ediciones Pelo malo”, que, a fuerza de vocear sus obras escritas en cartones, se hacen sentir y preparan el camino para crear de las letras perdidas obras que nos recuerden la historia que no se logra volver a editar.
Es un homenaje a la cultura viva, a la expresión auténtica del arte de todos aquellos hacedores artísticos que quieran hacerse presente en un sitio poco conocido, pero que con el tiempo, y gracias a la tenacidad y compromiso de Edilberto González Trejos, ha aumentado en espacio y contenido.
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