Aullido de LOba
Volando sobre tacones
- Mónica Miguel Franco
Hay que tener mucha confianza en uno para enfrentar con tanta elegancia la estupidez, las miradas retrógradas y los comentarios maliciosos. Para mí, hablar sobre las preferencias sexuales de alguien es como perder el tiempo discutiendo acerca de sus gustos culinarios.
Comienzo esta columna con una ovación de pie al hombre que se atrevió a salir a marchar en plataformaza y tacones. ¡Olé tus huevos!
Hay que estar muy seguro de sí mismo para hacer una cosa así en un país como éste. Hay que tener mucha confianza en uno para enfrentar con tanta elegancia la estupidez, las miradas retrógradas y los comentarios maliciosos. Hay que tenerlos muy bien puestos para mandar a la mierda a aquellos que creen que el honor, la bonhomía, y el amor a la patria se miden en centímetros de altura en el tacón. Hay que tener mucho valor. Hay que ser muy hombre. Y ser hombre no tiene nada que ver con la preferencia sexual.
De la orientación sexual de ese tipo no sé nada y me importa muy poco. Me importa un carajo con quién se acuesta, si es que se acuesta con alguien, porque hasta el momento no me ha pedido prestado para pagar el push. Igual que no tengo la más mínima intención de elucubrar sobre si le gustan las torrijas o los buñuelos. Porque para mí, hablar sobre las preferencias sexuales de alguien es como perder el tiempo discutiendo acerca de sus gustos culinarios. Lo único que voy a decirles a los que invocan las Sagradas Escrituras y gritan ¡anatema! contra la homosexualidad, es que la Biblia también condena el comer camarones, afeitarse, y usar ropa con mezcla de fibras. Tampoco se debe desear la mujer del prójimo, ni tocar a una mujer con la regla. Según la Biblia, las mujeres con la menstruación deberíamos estar apartadas durante varios días. Y eso lo pone en el mismo sitio donde declara que la homosexualidad es pecado. ¡Ah, y los mandamientos condenan también tomar el nombre de Dios en vano! (A ver si, Dios primero, entienden éste último punto todos aquellos que no sueltan el nombre de Jehová, primero Dios). Así que sería mejor que muchos cerrasen la boca y se tranquilizaran pensando que todos (todos, todos) nos vamos a ir al abismo del Sheol.
Parece mentira que la gente se enrede en discutir estupideces acerca de los zapatos de alguien mientras la basura nos inunda, hay zonas de la ciudad donde el agua corriente es algo misterioso de lo que todo el mundo habla y muy pocos han visto, el transporte urbano sigue siendo una pesadilla, los corruptos andan por las calles con la cabeza alta riéndose de todos nosotros, y en la escuelas, la Historia de Panamá que se enseña da entre pena y risa.
Realmente es muy triste que aún no nos demos cuenta que el amor a Panamá no tiene nada que ver con lucir una bandera en el coche durante quince días al año, o sentarse a ver un desfile un par de horas mientras chupas una pinta.
Sería mucho mejor que hiciéramos examen de conciencia y en lugar de hablar tantas babosadas empezáramos a poner de nuestra parte para que este país se convierta en lo que todos queremos que sea.
Y dejen de una puñetera vez de darle color a cosas que no lo tienen. Si se indignaran tanto al ver caminar por la calle a un abogado que mató con su carro a dos personas, o a un tipo imputado por robarse millones, por poner solo dos ejemplos entre otros muchos, otro gallo nos cantaría.
P.S. Por cierto, yo, mujer y rabiosamente heterosexual, declaro aquí que no me siento capaz de caminar un desfile completo en esas calles llenas de huecos con esos tacones, una vez más ¡ovación de pie para ti!
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