Opinión
Consumo de fin de año y la economía familiar panameña
- Marcelo Araúz (Economista)

En economía política, el análisis del comportamiento del consumidor es parte importante de las discusiones sobre oferta, demanda y precios....
En economía política, el análisis del comportamiento del consumidor es parte importante de las discusiones sobre oferta, demanda y precios, y de manera especial, cuando se trata de bienes y servicios que pertenecen a la llamada canasta alimenticia. Y el tema se torna de actualidad cuando dicha discusión toma en cuenta el periodo actual en el que confluyen diversas actividades y eventos vinculados con el fin de año.
De igual manera, se sabe que el nivel de consumo de las familias está estrechamente vinculado con el nivel de ingresos con que dicha familia dispone, al grado de que se han construido modelos de comportamiento de los consumidores, basados en el ingreso disponible, es decir, después de descontar los impuestos que el Estado aplica a las personas que reciben sueldos y salarios en una economía.
Desde luego, la información del comportamiento de los consumidores que no están en el sector formal de la economía, es decir, los que no reciben sueldos ni salarios de una fuente de manera ordinaria, aunque no hay mucha, también puede estimarse a partir de ciertos indicadores.
Pero, en general, en Panamá y utilizando los datos de los gastos de consumo de las familias y el nivel de ingreso disponible en la economía, a nivel nacional, se ha encontrado que hay una relación bien fuerte entre estas dos variables, ya que por cada dólar de ingreso disponible, los consumidores gastan cerca de setenta y ocho centavos de inmediato, guardando para un futuro consumo alrededor de veintidós centavos, llamado en economía, a su vez, ahorro.
Ahora bien, una importante proporción de población panameña utiliza el ahorro de manera organizada, es decir, depositan, ya sea por descuento directo a su salario o por ventanilla, en diversas instituciones financieras del país (bancos, cooperativas, entidades comerciales, etc.) una parte de sus ingresos con el fin de adquirir bienes y/o servicios en el futuro.
De ese total, una gran mayoría lo hace para adquirir tales bienes y/o servicios durante el fin de año, otra proporción lo hace para el inicio de la temporada escolar, otro grupo lo hace para adquirir algún bien duradero que requiere de una inversión mayor, (tales como un equipo para el hogar, fondos para emergencias médicas, para matrícula o el abono inicial de un auto, entre otras) y otra proporción, minoritaria por cierto, lo hace para las fiestas de carnaval.
Asimismo, muchas entidades financieras y el sector empresarial, así como el Estado, organizan los desembolsos de recursos producto del ahorro y las bonificaciones tanto de fin de año como las del décimo tercer mes, en función de esos dos grandes periodos de alto consumo: la temporada escolar y el fin de año.
Sin embargo, es importante anotar que se hace necesario fortalecer ese proceso de guardar recursos para consumo futuro con el fin de reducir al mínimo el despilfarro que algunas veces se hace con los recursos que tan duramente uno ha ganado y guardado, privándose a veces de muchas cosas con el fin de cumplir esas metas, especialmente en las fiestas de fin de año.
Significa esto que en principio, debemos tratar al máximo de no gastar todo lo ahorrado durante el año, sino hacer de ello una costumbre ordinaria y continua. Ayudaría mucho a ello que las instituciones financieras y crediticias agregaran incentivos a quienes abren cuentas de ahorro ordinario en vez de cuentas de ahorro para Navidad, con los mismos fines, pero que no se tienen que cerrar al final del periodo, sino que cada depositante retire solo una parte para gastar.
De igual manera se recomienda hacer un presupuesto para la cena de Navidad y de Año Nuevo.
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