¿Las empresas familiares son beneficiosas?

Amor a la familia es el pivote que acciona a personas emprendedoras. El profundo afecto familiar los impulsa a apartar las malezas del camino para avanzar hacia el éxito, especialmente el económico.

Los anaqueles de la vida están llenos de actos de heroicidad hechos por aquellos que, amando a su familia, aceptan desafíos tendientes a buscarle el bienestar a través de los negocios.

Una empresa familiar bien administrada puede ser rentable pero, cuando en su dirección se adolece de un adalid, todos opinan y hacen lo que les parece, entonces el comercio se convierte en barco a la deriva, sin control, rumbo al desastre. Este es el caso de algunas donde el timonel pierde la dirección y, por las fricciones, toda la organización se descuartiza. Saludable es la iniciativa de una empresa familiar cuando hay cohesión de pensamientos, disciplina laboral, respeto a la jerarquía, pero la situación se torna nefasta cuando la parentela cae en indisciplina, no acata órdenes o intenta imponer criterios que no se encajan en los objetivos del negocio.

Para una empresa, el obstinado siempre constituye un problema y, en todas las familias, siempre hay un terco caracterizado por sus majaderías. Para sortear esta situación, la paciencia es el mejor antídoto.

Cuando en una familia surge una idea empresarial aceptable, los interesados vuelcan sus esfuerzos apoyando la iniciativa y ofrecen su mano de obra para “empujar la carreta del progreso”. Pero, en ocasiones, el entusiasmo, que fue el combustible inicial, se diluye.

Miembros del clan familiar que no aceptan correcciones, no se dejan mandar, llegan a la hora que les parece y descuidan obligaciones, porque no temen ser despedidos.

Hay excepciones, pero el caos laboral se percibe en muchos negocios donde comparten responsabilidades los familiares, a menos que sean conscientes de la misión encomendada, por lo tanto, no deben fallar.

Otro detalle negativo que se observa en algunas empresas familiares es que el que dirige no puede hacer una advertencia moderada porque la esposa o hijos, tienden a responder, siempre tienen una explicación que les favorece, se enfadan e imprimen desgano intencional al proceso productivo.

Mientras el jefe – padre o madre – discute con los hijos, los colaboradores que no son de la familia, escuchan reproches y observan gesticulaciones que los mina emocionalmente hasta destruirles el espíritu cooperador. A veces, el incidente que empezó en la empresa se traslada al hogar, donde debido a la inexistencia de menos auditorio o empleados, se intensifica hasta el extremo que, en algunos casos, termina en violencia doméstica con gritos o golpes en una alharaca donde los vecinos festinan el incidente.

Reitero: Cuando la empresa está en el proceso inicial los miembros de la familia que en ella participan expresan entusiasmo indescriptible pero a corto, mediano y largo plazo, aparecen las mañas; ninguno acepta sanciones mientras otros que no son del clan familiar son penalizados, desmoralizándose al extremo de convertirse en insurgentes silenciosos.

Difícil aceptar esta realidad, pero así es. Lo recomendable es contratar personas que no tengan nexos familiares ni afectivos porque con la moderación que la situación amerite se les puede corregir, llamar la atención y, si no clasifican en productividad, aplicarles lo establecido por la ley. Cuando el trabajador sancionado es pariente, puede acarrearle un problema familiar cuyas consecuencias son impredecibles.

Durante la fases iniciales, se ve al o la cónyuge como “colaboradora, pero cuando se le somete al yugo laboral se percata que es inútil y siempre blandea un pretexto para no hacer nada y las diferencias se tornan álgidas cuando de salarios se trata.

Cada uno cree tener más derecho que el otro y, si el asunto es entre hermanos, surgen diferencias que recuerdan el nefasto pasado de Caín y Abel donde uno intenta y hasta logra asesinar la moral del otro. Algunas empresas familiares son exitosas cuando prevalece el orden en su máxima expresión, pero hay miles que se iniciaron bien planificadas, delineadas para cavar el pozo de prosperidad, pero cayeron al tinaco donde reposan ilusiones infértiles que se secaron por falta de disciplina laboral.